En este atípico Día del Libro, las pequeñas librerías como bastiones de la cultura celebran que, a pesar de todo, siguen en pie. Ovni Bazar, unos de esos espacios transportadores a otras realidades, se encuentra en la calle Duquesa de Granada y lo regenta, Lucía Fernández, con la que tenemos la oportunidad de conversar -vía telemática- sobre la salud de las pequeñas librerías alternativas durante el Estado de alarma, cuáles son las fortalezas de las libreras y los libreros frente a las grandes plataformas, así como de otros asuntos que atañen a nuevos modelos de comercio o el valor de la sostenibilidad y la proximidad en los barrios resistentes a la gentrificación.

 En primer lugar, ¿cómo te encuentras, Lucía?

Me encuentro súper bien, la verdad. Me siento muy privilegiada de poder pasar un confinamiento con mis gatos, con los que estoy teniendo una luna de miel total. Por suerte, todo mi entorno está bien. Tengo buena salud, tengo muchas ganas y mucha energía. Sinceramente, me está sentando muy bien este descanso y, por eso, me siento bastante privilegiada.

¿Gozan de salud las pequeñas librerías en tiempos de confinamiento?

Parafraseando la canción de Aiko: “Ya me iba mal antes”. Con esto quiero decir que, como todo pequeño comercio, las librerías estaban muy tocadas del ala. La mayoría de ellas ya estaban en una situación muy precaria. Subsisten a duras penas y esto ha sido el detonante. Cuando volvamos a las aperturas, veremos las consecuencias reales de toda esta situación. Parafraseando también a Generador: “Sonrío demasiado para ser tan pobre”. Creo que las librerías sonreímos demasiado para ser tan pobres. No obstante, espero que casi todas estén intentando sobrevivir, aunque, sabiendo el coste de una librería, y con los tiempos oscuros que se presentan para todos, las librerías pequeñas nos vamos a ver muy dentro de ese caos.

¿Cuáles son las fortalezas con las que cuentan las librerías pequeñas frente a la voracidad de las grandes plataformas o grandes librerías?

Jorge Carrión en el libro Contra Amazon lo explica muy bien. Justo estos días me lo estoy releyendo porque posee una cantidad de argumentos que me encantan porque me arman. Básicamente, lo que nosotros podemos blandir ante la voracidad y ante toda esa eficiencia de las grandes cadenas y de las grandes compañías es la cercanía y la sabiduría. Un librero no deja de ser una persona formada y, a veces, me da la sensación de que de la misma manera que cuando una va a una gran superficie de moda y pregunta por un pantalón y te dicen: “Allí están”; por el contrario, si vas a una boutique de ropa, seguramente la dependienta te coja los bajos y te busque el pantalón de tu vida. Por ahí es donde radican nuestros valores.

Creo que las pequeñas libreras, como tantas hay en el panorama nacional, podemos recomendar el libro del momento, que te va a aportar un valor adicional. No es simplemente una compra. No entendemos el sentido mercantil tan fácil como otros comerciantes, es decir, a las grandes cadenas les da igual estar vendiendo libros que estar vendiendo papas. Pero nosotras las libreras le atribuimos un cariño y un valor al producto. Así, las grandes bazas a favor, a parte de esta cercanía y cotidianidad a la que uno accede cuando entra en una la librería, en el que el librero o la librera te dice, te explica, te pregunta, es el hecho de que comprar un libro te de esa impregnación, que sea un acto personal y casi un acto de autodeterminación. En este sentido, la experiencia de llegar una librería y dejarte llevar, sobre todo cuando las librerías están hecha al gusto y al mundo de la persona que la ha montado, es como entrar a otros mundos a otro universo. Me gusta mucho como explica esto también Jorge Carrión. Y, por otro lado, a favor del libro físico siempre se puede decir que se convierte en casi un talismán, un objeto sagrado, que le puedes atribuir un instante, una vivencia, un lugar, un recuerdo. Mientras que el libro digital carece de esa emotividad.

¿Os habéis unido las pequeñas librerías del Estado para hacer fuerza en esta situación de excepcionalidad o ya existía una red?

Las pequeñas librerías siempre hemos hecho red y un poco de asociacionismo con eso de que la unión hace la fuerza. De la misma manera que cuando llegaba el 8M, decidíamos de qué manera hacer la huelga para coordinarnos, en este caso, aunque cada uno ha ido haciendo lo que ha considerado, ha aparecido un carácter vecinal. Por ejemplo, entre los comercios de mi calle nos preguntamos si hacer o no envíos, todo de forma muy orgánica para buscar soluciones de cara al desajuste que se nos venia. Ya existían redes antes de esta situación, aunque las librerías oficiales están en otra batalla

Hacer pedidos online, ¿una cuestión ética o de necesidad? ¿En qué condiciones se están enviando libros desde las pequeñas librerías? ¿Han surgido alternativas?

Aquí hay toda una densidad moral que oscila entre todas las perspectivas. Desde mi punto de vista, no seré policía de nadie porque en cada librería -como en cada casa- existen unas circunstancias, son las propias libreras las que tomarán las decisiones que mejor consideren, y no tienen por qué dar explicaciones. Sí que es cierto que muchas de las pequeñas librerías nos pusimos desde el principio de acuerdo en que no deberíamos hacer envíos para no alimentar más la máquina de la cadena de contagio.

Surgió de forma muy natural porque entendimos que teníamos una responsabilidad en ese sentido. Prácticamente el 80% decidimos de no hacer envíos. En mi caso, considero que podremos hacer envíos en el momento que existan una serie de protocolos y garantías de seguridad. Primero, para que a los clientes les llegue el envío en las condiciones de mayor seguridad sanitaria posible y, en mi caso, porque conozco a todos mis mensajeros, tienen nombre y apellidos, hasta les hago regalos en Navidad. Son personas con las que trabajo y hacen que mi trabajo llegue a buen puerto. Entonces, para mí los mensajeros, como gremio maltratado y agobiado por las grandes cadenas, no quiero meterles más carga de la que ya tienen con la voracidad de las compañías.

Aunque al final la gente consume y compra caprichos. Siento decirlo así, pero no creo que sea necesario comprar ropa en estos días. Por eso, mi aportación como librera es quitarle una carga de trabajo y que los mensajeros estén sólo para cubrir los servicios verdaderamente necesarios durante el Estado de alarma. Por mucho que yo entienda que un libro es un producto de primera necesidad, gubernamentalmente no lo son, por tanto, tengo la obligación de echar un paso atrás.

Luego, quienes sí están enviando libros afirman que los están limpiando con alcohol, empaquetándolo con guantes, cosa que me parece estupenda. Las alternativas son muchas y, sobre todo, destaca la de reservar libros para cuando vuelvan a abrir las tiendas, aunque muchas librerías han quitado hasta la venta online.

Desde las primeras cuatro semanas, muchas librerías decidimos no hacer envíos para aligerar la carga de los mensajeros y romper la cadena de contagio. Me sorprende que la mayoría de las librerías pequeñas, que somos las más desgraciadas económicamente, hagamos este esfuerzo en pos de la solidaridad sanitaria; mientras las grandes, por el contrario, que sí podrían aguantar sin ganancias unos meses, decidan continuar vendiendo. Recuerdo que tuve una llamada de la distribuidora y le dije que no iba a hacer pedidos. Me advirtieron que las grandes cadenas seguían… Pero bueno, está bien mantenerse firme en tus convicciones, como decían en V de Vendetta: “Por muy poco que valga mi dignidad es lo único que me queda”.

Algunas librerías y editoriales están sacando bonos que podrán ser canjeados en un futuro postcoronavírico. ¿Qué te parece esta medida?

Muchos de nosotros estamos sacando bonos o creando carnets de socios… Es la única vía que vemos para obtener algún tipo de ingreso. Yo lo he hecho, abrí el “club cósmico”, aunque el tema de los bonos ya estaba muy en práctica antes del coronavirus. En muchas librerías que funcionan de forma colaborativa, como La Fuga en Sevilla, o Ubú Libros en Granada, sus clientes habituales ingresan un dinero a principio de mes y con ese dinero pueden sufragar mucho de los gastos habituales, y te da una sostenibilidad. Esa cantidad de dinero también se retiene en libros, pero igualmente es alimento para las librerías. Aparte ves que existe un interés en lo que estás aportando culturalmente. La contra de estos bonos es que no deja de ser economía especulativa y que tiene cierta controversia, porque es pan para hoy y hambre para mañana. Yo me agobié un par de días, sobre todo cuando empiezas a leer si está bien o no está bien. Pero no deja de ser una opción genial y volveremos a mandar los libros. Nos dará mucha alegría de que la gente haya apostado por nosotros.

¿Has podido solicitar alguna ayuda económica extraordinaria por el estado de alarma?

No existe una ayuda específica para librerías ni para el sector editorial. Sí existe la ayuda para autónomos y yo, sinceramente, he gestionado todo lo que yo podía solicitar para intentar solventar los gastos. Pero, por desgracia, la ayuda real vendrá de un préstamo ICO para relanzar la empresa. Los préstamos ICO tienen una de las mejores rentabilidades de la banca, pero como lo tienes que realizar a través de una entidad bancaria, prácticamente casi todos los bancos prefieren que pases por sus propios prestamos, que tienen unos rendimientos más altos, es decir, que pagas más intereses y va directamente a ellos no al Estado. Entonces muchos de los bancos no están por la labor de que pidas el préstamo ICO. La realidad es que vamos a tener que endeudarnos. Hace dos semanas tuve que decidir o cerrar o continuar y única posibilidad es endeudarme con el Estado o con la banca, a pesar de querer evitar esta situación. Hasta ahora, normalmente pedía microcréditos a mis amigos. Pero ahora ya nadie va a poder prestar dinero ni quiero poner ese peso a cualquiera de mis amistades, así que la única salida es endeudarte con el sistema o con el Estado.

¿Existe una apreciación romántica del oficio del librero en el marco de la cultura? ¿Cuál es su politización dentro del sector?

Creo que hay una apreciación excesivamente romántica con el oficio del librero. Pertenecemos al gremio de la cultura y somos uno de los escalafones más fuertes a nivel económico, así como uno de los motores culturales más arraigados. Se habla mucho en estos días sobre si el libro es un producto de primera necesidad o no y, como todo en esta vida, cada persona tiene una serie de prioridades. Para mi, por ejemplo, sí es primera necesidad, pero realmente no lo es. Primera necesidad es tener vivienda, alimentación y salud. Por desgracia, aunque la ciencia nos salva la vida y la cultura el alma, existe una romantización de las personas que ya afirman que las librerías se podrían abrir, algo que me parece un suicidio económico total.

En primer lugar, porque si abres un negocio ya está exento de cobrar ninguna ayuda y si no vendes es culpa tuya. Y, en segundo, si me dejaran abrir, no lo haría porque soy responsable de mis propios clientes y de sus allegados por la situación en la que estamos. Por otro lado, muchas pequeñas librerías que tienen a su cargo a uno o dos trabajadores no están pudiendo ni hacer venta online ni hacer bonos porque, al fin y al cabo, no es cierre y por tanto no puede mandar al ERTE a sus empleados. Eso es una jugada muy mala para el librero porque pierdes la posibilidad de ayudas y ganancias, a favor de tus empleados. Es una cuestión complicada.

Se ha utilizado el oficio romántico para decir que las librerías tienen que abrir. En el hipotético caso de que se pudiese abrir, muchas de las pequeñas librerías decidiríamos continuar cerradas para no poner en peligro a los clientes, mientras que -como al principio del Estado de alarma- las grandes abrirían alegando que respetan las normas de seguridad, como un supermercado. Nosotros intentamos mantener ese sentimiento de cultura y que las personas que vienen a nuestra librería nos importan, pero no dejamos de ser comerciantes, de ahí a que la excesiva romantización del oficio nos está restando, ya que no solo vivimos de los libros, también, pagamos impuestos, pagamos alquileres y empleados, y esa romantización se está politizando como cortina de humo para hablar de si el libro es o no de primera necesidad.

¿Algo que objetar sobre el papel del Ministerio de Cultura en la crisis del COVID-19?

¿Existe? No sé si es porque las pequeñas librerías vivimos en el suburbio cultural o en la periferia de todo esto, pero para mi el Ministerio de Cultura, ahora mismo, está anulado por toda la situación. Aunque creo y espero que cuando todo vuelva a la apertura y se vaya retomando la actividad cultura, sean dignos.

Volviendo a las librerías. ¿Qué papel desempeñan las librerías en el mercado editorial?

En un sentido de sostenibilidad económica desempeñan un papel bastante importante para el resto del gremio. Yo, aparte de llevar casi cuatro años con la librería Ovni, llevo siete y medio con la editorial ‘Libros de Autoengaño’. Esta no hubiera tenido cabida ni sentido, primero sin sus autores y su público, pero, desde luego, no hubiera tenido posibilidad de crecer sin el apoyo de tantísimos libreros independientes. Gente con espacios preciosos que apoyaban, recomendaban a los autores, a las editoriales, que apuestan por ti y son los que te hacen crecer. Los pequeños y pequeñas libreras son las que impregnan a los lectores de esa pasión.

Las librerías son imprescindibles. No deberían perderse porque son realmente las que te van a recomendar a autores que te van a enamorar. Los que te recomiendan libros que van a cambiar tu vida, los que van a recomendar a los críos libros que les llenarán de valores el resto de sus vidas. Las pequeñas librerías son los sitios donde poder encontrarte contigo mismo, son las que te van a curar de una ruptura de amor. Son los sitios donde encontrarás los libros que te romperán por dentro y te rehagan por fuera. Me parece súper importante el papel que hacen muchísimos de los libreros, apoyando a desconocidos, que serán grandes conocidos.  Porque los premios Planeta y las casas de libros ya tienen una estructura mercantil tan férrea, tan vacías de vida y de alma, que aportan un mero consumo sin menos menospreciar a sus autores.

 La vida llega de la sangre nueva y ahí está el papel de las pequeñas librerías., que hacen que el árbol editorial se alimente de nueva sangre y de nueva savia.

¿Son las librerías meros comercios o espacios de encuentro y cultura?

Las pequeñas librerías bailan entres dos aguas. Por un lado, somos comercios y pequeño comercio y nos afectan las mismas problemáticas que al comercio local. Tenemos que pagar facturas, alquileres, proveedores y una cantidad desorbitada de impuestos. Por otra parte, somos espacio de encuentro y cultura y otras realidades. Por eso, las pequeñas librerías deben de crear su propia personalidad. A mi me encanta tener varias secciones, como la LGTBIQ+, me parece tan bonito que se sientan en un espacio seguro y puedan desarrollarse como personas, indagar, investigar, formarse o seguir buscando en su anhelo de persona… Creo que se están gestando nuevos tipos de comercios que, aunque sigan siendo puramente comercios, forman parte de una red vecinal. Me encantan esos nuevos comercios de consumo sostenible porque se crea una red alternativa, de formas de vida, que son mucho más éticas, consecuentes, responsables con todo lo que nos rodea, con el medioambiente y con la sociedad.

¿Qué aportan las librerías al comercio local de una ciudad? ¿Cómo inciden en un barrio?

Una de las cosas que más me gustan de tener una librería es poder formar parte del barrio. En ciudades donde los bloques cada vez son más Airibnb, cafeterías de grandes cadenas y los supermercados pertenecen a una gran multinacional. ¿A quién le dejas unas llaves o le pides un favor para un recado? Necesitamos una red de apoyo. A mi me encanta poder decirles a mis vecinos que en mi tienda pueden dejar las llaves, que pueden dejar un recado para alguien. Esa deshumanización a la que nos vemos avocados es lo que arrastra el capitalismo más voraz, el no apegarse a ciertos vínculos colaborativos. Por eso hay que incentivar además de ser comerciantes, somos vecinos.

En un escenario de aparente vuelta a la normalidad, ¿cuáles son tus planes para la librería que regentas? Hoy es el Día del Libro…

Supuestamente lo han pasado al 23 de julio y creo que nos vamos a derretir. Esperemos que no haya una normalidad como la conocíamos porque no me gustaba. No me gustaba el frenetismo al que estábamos sometidos, la premura, la urgencia, la emergencia…Ojalá este confinamiento nos enseñe la calma, la tranquilidad y el disfrute introspectivo, que nos hacía un poco de falta con independencia de la falta que le hacía también al planeta.

Tengo muchísimas ganas de volver y de abrazas a mis clientes y de poder disfrutar el espacio de la librería con sus visitas. La reinvención de las librerías para la vuelta a la actividad pasa por el comercio online que, en este caso, por ejemplo, es el momento de formar filas y fidelizar a tus clientes, y de hacer red de apoyos entre toda la gente que cree en tu proyecto. Ahora mismo lo que más me preocupa es conseguir la financiación para poder de forma básica mantener la estructura de Ovni.

En las redes se está creando mucha comunidad entre las propias librerías, sus clientes, entre autores y artistas. Han surgido campañas como #YoApoyoMiLibrería o #YoMeEsperoAMiLibrero. No puedo dejar de pensar en mis compañeros libreros de Granada como Ubú, Praga, Subterránea, Bakakai. O las librerías de Valencia como la Batisfera o la Bartleby. Mis favoritas de Madrid: Molar o La Integral. En Barcelona, La Llama y FatBottoms. Hay tantas… Espero que cuando volvamos a la normalidad sigan en pie y continuemos con esta red gremial de pequeñas librerías alternativas.

Como libreros deberíamos remover, sin juzgar, aquellas conciencias que te siguen a través de tu negocio y hablar sobre lo que consideras responsable en esta situación. Está bien dar libertades comerciales y, sin ser policía ni voz de nada, tener la capacidad o el hilo de voz para hacer pedagogía.

No puedo despedirme de una librera sin pedirle algunas recomendaciones.

Podría decir tantos autores… En este caso, he escogido el libro de Jorge Carrión Contra Amazon, que me está armando mucho. También estoy con el de Ana Mushell sobre Patti Smith, una preciosidad gráfica. También recomiendo, con eso de que estoy muy reivindicativa, Contra el capitalismo salvaje de Bernie Sanders. Tengo que recomendar la maravilla Del caminar sobre el hielo de Werner Herzog’. Me estoy leyendo el libro de mi amigo, Miguel Ángel Medina, No vas a aprender en tu puta vida, que sienta muy bien para la risa. Además, quiero empezar Vozdevieja de Elisa Victoria. Y luego, también estoy releyendo un libro que me ha salvado la cabeza en estos últimos años, se titula La Sociedad errante de Kerri Smith, que habla sobre la deriva y sobre la introspección personal hacia la sociedad.

Lucía se despide con una frase de Contra Amazon: “Una biblioteca solamente tiene sentido si calma al tiempo que desasosiega, si soluciona pero, sobre todo, plantea enigmas, retos… Convivir con una biblioteca personal significa saber que no te rindes”.

Feliz Día del Libro para todas las lectoras y los lectores

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