sábado, 27abril, 2024
15.4 C
Seville

Los veinte farsantes de la Fontana di Trevi

Otra cumbre del G-20 que no resolverá el grave problema del cambio climático

- Publicidad -

análisis

- Publicidad -

Los poderosos consuman la farsa de otra cumbre fallida contra el cambio climático mientras miles de personas se movilizan. Una vez más, los líderes mundiales se reúnen, quedan, comen juntos (siempre en mesas de lujo), se dan palmaditas en la espalda y se despiden amistosamente hasta otro inútil evento aún más absurdo que el anterior. Mientras tanto, los científicos advierten de que la Tierra ha entrado ya en un punto de no retorno. La extinción de especies animales y vegetales es imparable, los polos de derriten, la contaminación lo arrasa todo y el planeta ha llegado a una fase de agonía irreversible.

Todo este apocalipsis que se avecina se vive en las cumbres de líderes del G-20 con absoluta tranquilidad, con parsimonia y hasta con alegría y jolgorio. ¿Qué medidas concretas van a tomar para frenar el calentamiento global y que la temperatura global no supere el grado y medio fatídico al que se han comprometido? Nadie lo sabe a esta hora. Se conoce el programa de actos, los horarios de las reuniones, los contactos y desayunos, si fulanito conversará con menganita en esta y otra comisión, pero de lo mollar, de los plazos y medidas drásticas para reducir el maldito efecto invernadero poco o nada.

El mundo espera una hoja de ruta y ellos nos obsequian con una hoja de turra. Es decir, teatro y farsa mientras la Tierra se va al garete. Toda esta gente que gobierna el planeta debería estar aterrorizada ante las expectativas de los científicos, pero lejos de mostrar pánico o terror ante el futuro inmediato han posado jovialmente en la foto para la posteridad ante la Fontana di Trevi y han lanzado la tradicional moneda al aire. Ese euro que arrojan al viento, ese cara o cruz al que nos condenan, es el miserable precio por el que han vendido el futuro de la humanidad. No hay mejor retrato para mostrar lo que es la decadencia suicida de unos jefes de Estado y de toda una época.

Cuenta la leyenda que si quieres regresar a la ciudad eterna algún día tienes que tirar la moneda de espaldas, con la mano derecha y sobre el hombro izquierdo. Esa es la forma correcta para que el ritual surta efecto. Pero allí cada cual lo hizo a su manera, una metáfora perfecta de la desgana, el desinterés y la incompetencia de los señores que dirigen nuestros destinos. El primer ministro italiano, el arrinconado Mario Draghi, encabezó el grupo, seguido del negacionista Boris Johnson y de nuestro supuesto referente de la izquierda, Pedro Sánchez. Si este es el plantel del que depende la supervivencia de la especie humana, apañados vamos. Luego llegó el turno de los demás, que fueron dejando caer el óbolo al agua, silenciosa y aplicadamente, como certificado de la extinción de un mundo que desaparece. Fue un entierro solemne y discreto, como corresponde a la mediocridad de la raza humana. Después del lanzamiento al aire de la simbólica moneda, la canciller alemana Angela Merkel, sonriendo, se enjuagó las manos en la fuente en medio de un clima distendido y relajado. Otra imagen para la historia: el faro y guía de la opulenta Alemania lavándose las manos como Poncio Pilatos. Revelador.

Todo lo cual nos lleva a pensar que si los grandes prebostes mundiales no saben cumplir con un ritual turístico tan sencillo que lleva haciéndose cientos de años, cómo vamos a estar seguros de que serán capaces de salvar el planeta. Imposible. Eso sí, se desplegaron enormes medidas de seguridad alrededor de la fuente y el euro lanzado por cada gobernante fue acuñado para la ocasión con la efigie de un Hombre de Vitruvio, gran símbolo del humanismo olvidado que no cabe en la cumbre de la frustración. Otra pijada más de las nuevas estirpes políticas y económicas mientras lo realmente importante, que es tomar medidas drásticas contra el cambio climático, se sigue aplazando para otro día.

Rebelión popular

Entretando, el pueblo empieza a despertar y a tomar conciencia ante la desidia de sus gobernantes. En medio de una Roma blindada, miles de activistas han protestado este fin de semana contra las políticas económicas y medioambientales de las potencias mundiales, que representan más del 80 por ciento del PIB mundial y son responsables de otro ochenta por ciento de las emisiones globales de CO2 (más del 42% producidas por Estados Unidos y China). Los manifestantes marcharon pacíficamente, en un ambiente festivo, ante la mirada de los centenares de agentes antidisturbios (unos 8.000 los desplegados en estos días en la capital italiana) que velaron por la seguridad de las 35 delegaciones.

La manifestación más numerosa fue la de los jóvenes ambientalistas de Friday for Future, el colectivo inspirado en la activista sueca Greta Thunberg, quienes, junto con el también ecologista grupo de Extinction Rebellion, partieron del barrio romano de Ostiense en dirección a la Boca de la Verdad, en pleno centro de la Ciudad Eterna. Ustedes el G-20, nosotros el futuro, escribieron en una de las pancartas más grandes. No tenemos alternativas. Ustedes son el problema, nosotros, la solución, podía leerse en otra.

En un acto paralelo, otros jóvenes se pusieron máscaras con las caras de los líderes mundiales y, así vestidos, patearon varias veces una pelota con el dibujo del planeta. Menos jocosa y concurrida fue, en cambio, una protesta convocada por el Partido Comunista en la plaza de san Juan de Letrán, donde el principal objeto del malestar fue Mario Draghi, primer ministro italiano.

Este último goza de cierto respaldo en Italia, sobre todo por haber devuelto a Italia un papel de protagonismo en la política internacional. Pero la cumbre del G-20 también llega en un momento delicado para el país, con la crisis socioeconómica aún irresuelta y con una pequeña (aunque ruidosa) parte de la ciudadanía que se opone férreamente a las rígidas medidas adoptadas por Draghi para lograr alcanzar la meta del 90 por ciento de la población mayor de 12 años vacunada contra el covid.

En este clima, el Gobierno italiano reforzó los controles en las fronteras para evitar la entrada de activistas antiglobalización e impuso una zona roja de acceso prohibido en el barrio donde se está llevando a cabo el G-20. Con ello, el único grupo de manifestantes que intentó, temprano en la mañana, cortar una calle cercana al evento fue rápidamente desalojado por la policía. El objetivo de las autoridades, de hecho, fue que la ciudad no se convirtiera en un campo de batalla como pasó hace dos semanas, cuando la extrema derecha se infiltró en unas manifestaciones de grupos antivacunas e intentó asaltar el Palazzo Chigi, la sede del Gobierno italiano. El pueblo pide medidas urgentes ya contra la devastación planetaria mientras ellos, los que tienen que tomar las decisiones, siguen jugando a la gallinita ciega en la Fontana di Trevi. Dramático.

- Publicidad -
- Publicidad -

Relacionadas

- Publicidad -
- Publicidad -

1 COMENTARIO

  1. Sin mensaje alguno, porque además suena a hueco, con unicamente reparar en sus faces y su indumentaria de seguido uno se percata de la comedia que anticipa drama. Anda e que lles foda un cabalo… Fato de porcos.

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre

- Publicidad -
- Publicidad -
- Publicidad -

últimos artículos

- Publicidad -
- Publicidad -

lo + leído

- Publicidad -

lo + leído