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Los saharauis no quieren perder su sueño

Joaquín Rivas Nieto
Joaquín Rivas Nieto
Abandona sus estudios de ingeniería en 1972 para dedicarse plenamente a la pintura, su procedencia familiar que en parte le lleva a sumergirse en el pragmatismo de la ingeniería y la Arquitectura le marcan, aunque siguen siendo sus raíces las que establecen la línea de pensamiento, que aun habiendo llegado a una abstracción que podríamos definir como Lírica, siguen primando. Estudia en Madrid con diferentes pintores, ampliando posteriormente sus conocimientos con estancias en Nueva York, París, Londres, Marrakech, Essaouira y algunas ciudades de Italia, Alemania etc. Estudia Ortofónía, Música, Canto, Danza, Teatro y Cine. En Londres trabaja durante año y medio en estos apar¬tados, además de dedicarse al estudio de la pintura del Renacimiento que complementa realizando copias de Andrea del Sarto y Botticelli en la National Gallery, alternando con la investigación en la pintura contemporánea. Actúa como comisario de exposiciones en Madrid, Ciudad Real, Estrasburgo, Marruecos. Promotor y comisario de la I Muestra Internacional de Arte y Promotor, director y comisario de la II Muestra de Ciudad Real. En la actualidad aunque la pintura ocupa la mayor parte de su tiempo, es la escultura y el estudio de las nuevas tecnologías aplicadas a la creatividad en todas las facetas, simultaneando las diferentes técnicas y teorías de la expresión que le permitan percibir y generar obras con nuevas propuestas.
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análisis

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Dejémoslo claro. España no se ha desviado de la resolución 690 del 29 de abril 1991 de la ONU, en la que reconoce el derecho del pueblo saharaui a su autodeterminación. Quien sí lo ha hecho, quien sí ha burlado la resolución, engatusado a los que se dejan, ha sido Pedro Sánchez y una fracción del gobierno, la menos ¿progresista? 

Una, de tantas veces más, vemos que los que conducen la política española, dopados de limitaciones éticas, desbarran, patinan con extrema gravedad, con falta de grandeza y escasa empatía con los que desean gestionar su vida, tradiciones, cultura, economía y estructura de gobierno.

Lo que sibilinamente ha concebido esa fracción de nuestro gobierno, sólo ellos, con deliberación carente de ética, mal tamizadas las neuronas, con mermada inteligencia, prescrita su coherencia con lo que socialdemocracia significa y, falta de deferencia con la libre aspiración de los pueblos, abre la posibilidad, a que el pueblo saharaui caiga y se despeñe en manos de una monarquía-dictadura, sin posibilidad de decidir.

Pedro Sánchez, cabeza visible de la descabezada determinación, ha minado la esperanza, que no su capacidad de lucha, de un pueblo que quiere vivir libre, a su guisa, sin ningún dictador impuesto.      “España sigue siendo en la actualidad “Potencia administradora” de iure del Sahara Occidental y sigue teniendo deberes a realizar en este territorio, de acuerdo con la ONU”

 Es su derecho, -decidir-, y el de los que veneramos a la humanidad, nuestro deber, la de España en particular, acompañarles como hermanos en su camino hacia su independencia, si es lo que eligen.

Más, no todo está perdido para ellos y para los que creemos en su libre elección de la autodeterminación de los pueblos, como reza el artículo 1514 de la ONU. Una vez más la izquierda, la real, la que sacó a Rajoy de la Moncloa y la que llevó a Sánchez a la misma, -entonces un mal menor-, no va a permitir que esta asombrosa temeridad sea asumida sin rechazo y sin sensato debate.

No le va a salir gratis tamaña sinrazón a Sánchez, al que le afecta, por cortedad de miras, que alguien le desmoche el sueño, pero se la pela el que otros, los saharauis y millones de ciudadanos, lo pierdan, lo perdamos o lo tengamos menos plácido. 

La falta de sólidos valores éticos, <lo confirma el asunto que nos ocupa>, campan en las filas del Psoe, con bandazos deslavazados, incoherente y mermado de genuina empatía. Rezagado de lo que la filosofía de izquierda encarna, alejado de lo que representa, define, da entidad a ese modo de razonar y proceder,  entorpece el pasaje hacia una socialdemocracia más plena, más equitativa, más armonizada con el tempo  sincronizado a lo que nos toca vivir, sentir y profesar.

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