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“Los hombres debemos comprender que la igualdad no significa reducir nuestra esfera de derechos sino ampliarla, y también los de los demás”

Juan Miguel Garrido Peña recoge en el necesario y comprometido ‘Mi traje de hombre’ el proceso que le llevó a tomar parte activa contra las masculinidades tóxicas procedentes del heteropatriarcado imperante en la sociedad actual desde la noche de los tiempos

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análisis

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“Confieso que si algún mérito tiene este libro, no es otro que el recoger las reflexiones de un hombre machista como yo, sobre cuestiones acerca de las que los hombres no solemos pronunciarnos”. ¿Qué varón a día de hoy es capaz de actuar con semejante claridad de ideas y sobre todo valentía, consciente de los vientos enrarecidos que corren? El sevillano Juan Miguel Garrido Peña (1960) se define como “padre, feminista y andaluz” y es el autor de Mi traje de hombre (Bellaterra), que debería estudiarse en los institutos de este país como materia obligatoria para aprehender su “mirada feminista desde la masculinidad”, como recoge el subtítulo. He escrito en el prólogo a esta obra: “El traje de hombre que se pone a diario Juan Miguel, desde que se levanta hasta que se va a dormir, es el de un ser tocado con la varita mágica de la humildad, el tesón y la constancia, sin descuidar un ápice su compromiso activo por un mundo mejor que de una vez por todas suelte tanto lastre heteropatriarcal acumulado desde la noche de los tiempos”. Pasen y lean, saldrán como nuevos hombres. Y tan a gusto sentirse lejos cuanto antes del machismo que todo lo invade.

¿Qué necesidad tenía un “hombre machista”, como usted mismo se define, de escribir este libro para empoderar un poquito más si cabe, con su granito de arena, la lucha feminista?

María Zambrano decía que no escribimos por una necesidad literaria, sino por una necesidad de exteriorizar. En mi caso fue la necesidad de sacar fuera mi descontento con un hombre con el que no me siento identificado. Un hombre educado para la violencia y la dominación, desconectado emocionalmente, e incluso me atrevería a decir que inmaduro.

No pienso que un libro como el mío contribuya mucho al empoderamiento de una lucha que las mujeres solas, con nuestra total oposición, llevan siglos protagonizando. Si algo puede aportar es promover el cambio de los hombres, mediante la reflexión en torno al tipo de hombre que somos, el modelo de masculinidad y sus consecuencias, y cómo nuestra educación, pensamientos, comportamientos y actitudes pueden ser muy responsables de las desigualdades y de la violencia de género.

“La lucha contra el machismo no tiene retorno, aunque se dicten disposiciones legislativas y parezca que retrocedemos”

Su traje de hombre va dirigido a hombres, pero no a todos, sino solo a aquellos que tienen la osadía de cuestionar el modelo de hombre que son. Pero, ¿qué se puede hacer con el resto, con aquellos que viven cómodos en su visión del mundo patriarcal y machista?

Sí es cierto que va dirigido a esos hombres que son capaces de cuestionarse y cuestionar la realidad en la que viven. Pero también a esos otros que constituyen la mayoría de los hombres, a los que no podemos olvidar. Son los que no acaban de ser conscientes ni de asumir la existencia de desigualdades entre mujer y hombre, los que se dicen partidarios de la igualdad, pero no hacen nada para promoverla, porque piensan que ya existe o que no es un asunto que les interpele. Los que no saben nada de la existencia de privilegios, los que creen que las tareas de la casa ya son asumidas de forma corresponsable e igualitaria, los que miran con recelo al feminismo y piensan que es lo contrario al machismo, pero que ni siquiera se han preocupado de informarse para saber lo que realmente es, los que dan credibilidad al mensaje negacionista de las denuncias falsas por violencia de género. Es a estos hombres a los que también quiero llegar, para hacerles pensar sobre la sociedad en la que vivimos, el daño que la masculinidad hace a las mujeres, la violencia sistémica que se ejerce sobre ellas, y en mucha menor medida, los perjuicios que también nos reporta a los hombres.

A los otros, a los que se niegan a aceptar ni tan siquiera la duda, a esos que lanzan mensajes de odio y temor, a los machistas de libro, los que no exponen hechos sino solo creencias, a los pretenden mantener su estatus y privilegios porque saben que estos están asentados en la negación de los derechos de las mujeres, para esos, aunque me preocupan, no va dirigido mi libro, y sinceramente no tengo ningún interés en perder el tiempo con ellos, son malas personas, y además son minoría.

¿Estamos ante un verdadero punto de no retorno en la lucha contra el machismo y hacia la igualdad real o es sólo un espejismo?

Es difícil contestar a esa pregunta ante la ola reaccionaria y negacionista que estamos viviendo en España y el mundo, amparada y fomentada por ideologías religiosas y políticas conservadoras y fascistas. No obstante, pienso que la lucha contra el machismo no tiene retorno, aunque se dicten disposiciones legislativas y parezca que retrocedemos, el modelo de hombre tradicional, hegemónico y heterosexual tiene los días contados. Comienzan a aparecer otros modelos de hombres que lo cuestionan y hacen tambalear, y tarde o temprano caerá. Soy optimista al respecto y confío mucho en la juventud. Tenemos una juventud comprometida con la igualdad, muy diferente a la de nuestra generación, y ello a pesar del ruido mediático y la potencia de los instrumentos empleados para hacernos retroceder. No admito los mensajes catastrofistas que intentan instalarnos en el miedo y la desesperanza, poniendo en valor los hechos y comportamientos negativos de la juventud. Soy de los que opinan que en el mundo hay mucha más gente buena que mala, pero que las malas hacen mucho ruido, y esta materia es un claro ejemplo de ello.

No corren vientos favorables, políticamente hablando, hacia la lucha por la igualdad real a través del feminismo. Pero, indudablemente, sería una actitud cobarde y conformista remar a favor de la corriente. ¿Por qué se cuentan con los dedos de las manos los hombres valientes y honestos como usted, que sacan pecho por la lucha más loable que puede existir hoy por hoy, la de la consecución algún día de la igualdad entre hombres y mujeres?

Porque no es fácil, porque significa renunciar a lo que eres, a todos esos valores en torno a los cuales nos hemos configurado como hombres. Supone dejar de dominar el mundo, despojarnos de los privilegios que como hombres tenemos, ceder poder, comprender que la igualdad no significa reducir nuestra esfera de derechos sino ampliarla, pero no solo nuestros derechos sino también los de los demás, implicarnos en la realización de tareas y actividades poco o nada reconocidas, de las que disfrutamos de forma gratuita porque las hacen las mujeres. También es reconocer nuestra gran responsabilidad individual y colectiva como hombres en las desigualdades y violencias (abusos, asesinatos) que sufren las mujeres. Y porque el patriarcado es tan poderoso que hace que invisibilicemos y normalicemos estas desigualdades y violencias, de formas que pensemos que, o bien no existen, o bien son inevitable.

Probablemente, usted no se acostó un día siendo un machista de libro y se levantó queriendo cambiar el mundo de hombres y mujeres en favor de la igualdad real. ¿Cómo se produjo ese proceso personal?

Es algo que me he preguntado muchas veces y para lo que aún no tengo una respuesta clara. Aun así, he llegado a la conclusión que fue el resultado de una evolución personal y de un cúmulo de hechos y circunstancias. De un lado, mi malestar con el mundo masculino y su visión hegemónica de la vida. También la sensibilidad hacía las desigualdades y la conciencia de justicia e igualdad que siempre he tenido. La violencia y el asesinato de mujeres a manos de hombres, estar cansado de limitar mi protesta a guardar unos minutos de silencio ante cada asesinato machista, para luego continuar mi vida como si nada hubiese sucedido, y así hasta el siguiente asesinato de otra mujer, y por supuesto por tener el convencimiento de que como hombre no podía quedarme parado y tenía que hacer algo para evitar que esta tragedia siguiera sucediendo.

“No admito los mensajes catastrofistas que intentan instalarnos en el miedo y la desesperanza, poniendo en valor los hechos y comportamientos negativos de la juventud. Soy de los que opinan que en el mundo hay mucha más gente buena que mala, pero que las malas hacen mucho ruido”

Ser padre y no querer para mis hijas un mundo donde sean consideradas personas de segunda o tercera categoría, o una sociedad donde ser mujer signifique tener miedo a volver de noche a casa de noche, ante el temor a ser agredida por un hombre, también ha sido una motivación fundamental.

Dice la RAE del término ‘calzonazos’: “Dicho de un hombre: Que se deja gobernar por su pareja”. ¿Qué le puede decir usted a esa ilustre y centenaria institución plagada de hombres?

A mí la RAE como institución encargada de salvaguardar el poder y la dominación masculina hace tiempo que dejó de sorprenderme, aunque no de indignarme. El lenguaje es fundamental no solo para comunicarnos sino también para la percepción y conformación de la realidad, y ellos lo saben, por eso son tan celosos y vehementes en la defensa de unas reglas que aseguren la existencia del mundo masculino que conocemos, ese que no pertenece a las mujeres, pero en el que las obligamos a vivir según nuestras reglas.

Por otro lado, la acepción de calzonazos ya es en sí es significativa, al señalar a aquel hombre que no se deja gobernar por la mujer, o lo que es lo mismo aquel hombre que comprende que su opinión es una más, y acepta que la opinión de las mujeres puede ser tan o más acertada, adecuada, equivocada o no, que la suya. Es la manera en la que una institución masculina al servicio del patriarcado y el machismo como la RAE intenta ridiculizar y quitar valor a las mujeres y al feminismo. Pero en mi caso que me digan calzonazos o ‘plancha-bragas’, como también nos llaman, lejos de ofenderme me enorgullece. Mi libro ‘Mi traje de hombre. Una mirada feminista desde la masculinidad’ es en cierto modo una llamada a los hombres a declararnos públicamente calzonazos y plancha-bragas, y a repudiar tanto macho prepotente y falso como nos venden, quieren imponer, y anda suelto por ahí.

Aún hoy, y con razones sobradas acumuladas a lo largo de la historia, existen muchas susceptibilidades cuando los hombres se suman al movimiento feminista y defienden todos sus principios de manera incondicional. ¿Cómo ir derribando paulatinamente esta desconfianza?

Porque vivimos en una sociedad en una cultura que sigue identificando hombre con fuerza, valor, autoridad, dureza, virilidad, poder, y desprenderse de esos atributos implica plantarte desnudo ante el mundo, sin todas esas protecciones que lo único que hacen es impedir que nos mostremos como somos. Perder el miedo a ser considerado menos hombre, y asumir el riego de ser una “anomalía”, condenado a vivir en los márgenes de la “normalidad”. Implica también una traición a ti mismo, y a los demás hombres, a su poder y posición, a lo que históricamente hemos representado, al renunciar y denunciar los privilegios y desmontar todas las mentiras de la masculinidad, una construcción social creada para permitir el poder de los hombres y la explotación de las mujeres. Y eso no es fácil.

Aquellos negacionistas que hablan de “ideología de género” cuando aluden a la lucha por la igualdad, ¿son conscientes de que todo en este mundo es ideología, hasta sus principios machistas, patriarcales e incluso neofascistas, racistas o xenófobos?

Sí que lo son, pero ellos intentan confundirnos identificando ideología con adoctrinamiento, fundamentalismo y extremismo, justo lo que ellos predican. Cuando hablan en esos términos nos dicen a los hombres lo que queremos escuchar, que el mundo está bien tal como está, que las diferencias y desigualdades de género no existen, y que el objetivo del feminismo no es otro que acabar con nuestros derechos. Que tras la ideología de género se esconde la izquierda y el comunismo, que lo que persiguen es destruir al hombre, la familia, y nuestra seguridad. En definitiva, pretenden confundir y sembrar el miedo, y que veamos a las mujeres no como iguales sino como antagonistas y enemigas, un peligro para nuestro bienestar, para así provocar que ante el temor nos atrincheremos en la defensa de nuestros principios sin importarnos nada más.

¿Qué le recomienda a ese hombre, a ese lector, que, como usted, se siente atraído por construir nuevas masculinidades desde el feminismo, pero duda si dar el paso hacia adelante por el qué dirán?

Le pediría que se detenga y escuche a otros hombres, que lea sobre igualdad y reflexione, que empatice con las mujeres, que sea sincero consigo mismo y se conteste esas preguntas que todos los hombres tenemos pero que escondemos porque quizás nos dan miedo sus respuestas. Preguntas que tienen que ver con la felicidad, los temores, los deseos, la sexualidad, la satisfacción personal. Que piense que no es verdad que solo exista un modelo de hombre, y que ser hombre no es sinónimo de ser macho, ni de ninguno de esos valores con los que nos representan. Que sea capaz de cuestionar su masculinidad, y separe de ellas todo con lo que no se sienta bien. Que piense que ser hombre es ser persona, y que tenemos todo el derecho del mundo a exteriorizar nuestras emociones, a no ser duros ni fuertes por obligación, que quite de sus pensamientos esa responsabilidad patriarcal que nos dice que tenemos que dar siempre la talla.

“Mi libro es una llamada a los hombres a declararnos públicamente calzonazos y plancha-bragas, y a repudiar tanto macho prepotente y falso como nos venden”

Imagino que participa en grupos de WhatsApp con amigos varones todos. Normalmente muchas de las conversaciones giran claramente hacia debates donde el cariz o las expresiones machistas imperan. ¿Qué actitud tomar en estas situaciones?

Pienso que, ante los machismos y micromachismos, igual que ante cualquier trato ofensivo o vejatorio, tenemos que ser firmes y claros, y expresar nuestra disconformidad, explicando el porqué. El silencio ante estas situaciones lo único que hace es convertirnos en cómplices de sus autores, y contribuir a seguir normalizando estos comportamientos. Porque las bromas, los comentarios jocosos, las fotos sexistas, sí que importan, porque constituyen el caldo de cultivo en el que se asienta el machismo, y las violencias hacía las mujeres. Es difícil porque significa la posibilidad de perder amigos, de ir en contra de la corriente, cuestionar al grupo, ser el raro, el “intransigente”, el que no tolera una broma. Pero manifestar nuestra negativa es la mejor forma que tenemos de poner a los otros hombres ante el espejo de su realidad, y contribuir a disminuir estos comportamientos.

No son en absoluto casuales las equiparaciones de hombre bueno con hombre feminista y de hombre malo con hombre machista. Entonces, ¿por qué negarnos a ser todos y todas feministas?

Bueno, yo creo que ser un hombre feminista no es sinónimo de ser un hombre bueno, como tampoco lo es ser una mujer feminista, aunque sí es verdad que defender y practicar una causa noble como el feminismo inevitablemente te hace ser mejor persona. Alguien que procura la igualdad y el bienestar de los demás no puede ser muy mala persona.

Usted es padre de dos hijas. Muchos progenitores creen que el marchamo de feminista viene ya ‘de fábrica’ con el género, pero no son escasas las mujeres machistas empoderadas y enrocadas en el negacionismo más cerril. ¿Cómo hacer entender que el machismo no entiende de género?

El patriarcado es un sistema que utiliza tanto al hombre como a la mujer, y en este sentido son muchas las mujeres que adoptan roles patriarcales, y tienen asumido que los hombres tienen que cumplir un rol para ser hombres. El patriarcado es una cultura, un capital simbólico, un sistema que gobierna el mundo, y bajo su paraguas se crean normas, tradiciones, códigos de comportamiento, y en ese paradigma se nos educa a mujeres y a hombres. La feminista americana recientemente fallecida Bell Hooks, en su libro ‘El deseo de cambiar’, lo expresaba de la siguiente forma: “En nuestra casa donde me críe, estaba claro que nuestra madre creía de todo corazón que el papel del hombre era mantener la disciplina y mandar”. Es por eso que creo que el marchamo feminista no viene de fábrica, sino que se adquiere con la toma de conciencia y el compromiso con la justicia y la igualdad.

¿Se atreve a dar tres breves consejos para comenzar a ser un nuevo hombre, feminista y ajeno a las virilidades tóxicas?

1. Ser sincero con uno mismo y abandonar esos miedos que el patriarcado nos ha inculcado a los hombres. Escucharnos y aprender a cuidarnos y a cuidar, ser compasivo con nosotros y con los demás.

2. Dar un paso adelante en nuestras vidas y abandonar nuestra masculina “zona de confort”, para asumir el compromiso con nuestro cambio y el cambio de los hombres hacía modelos igualitarios.

3. Tener el “valor” de mostrarnos ante los demás tal como somos, y no protegido con las mentiras y engaños con las que nos muestra la masculinidad. En definitiva, dejar de ser una mentira y comenzar a ser una verdad.

https://www.casadellibro.com/vender-libro/mi-traje-de-hombre/9788418723438/12956860

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1 COMENTARIO

  1. Titular:
    Los hombres debemos comprender….

    Y dejé de leer, si llega ahora a esa»reflexión»es que algo no le»marcha»bien…. y no solo comprender querido, no solo comprender, mucho mas.

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