Volvió el fin de semana y regresaron los disturbios a las calles de Barcelona. La intensidad de los mismos fue muy inferior a los vividos la semana pasada pero las imágenes de hogueras en las calles y los enfrentamientos contra los Mossos d’Esquadra contrastaban con la marcha pacífica que se había desarrollado horas antes y en la que, según la Guardia Urbana de Barcelona, se concentraron más de 350.000 personas. Esta manifestación fue la que mostró el lado democrático de la protesta, mientras que los disturbios de la noche son el reflejo de la imposición por la violencia que es propia de las dictaduras.

Estos enfrentamientos se han saldado con más de 40 heridos y 3 detenidos.

¿Estos grupos de violentos están pretendiendo que se apliquen por parte del Gobierno medidas que, hasta ahora, no se han implementado? ¿Se está buscando que Pedro Sánchez aplique la Ley de Seguridad Ciudadana y, de este modo, tener la excusa para incrementar la violencia? El «cuanto peor, mejor» no es un comportamiento democrático y la reivindicación independentista siempre se ha querido enmarcar dentro de los canales del Estado de derecho. Por eso se convocó un referéndum que, aunque ilegal, mostró uno de los aspectos fundamentales de un régimen democrático: el sufragio.

Los violentos no representan al movimiento independentista, por más que se quieran envolver en la bandera estelada, y, por desgracia, le resta la legitimidad democrática que tiene. Los problemas políticos deben resolverse en los foros del diálogo, donde no hay vencedores ni vencidos, sino protagonistas de un consenso.

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