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Los bancos españoles son los que más comisiones cobran por el uso de tarjetas en cajeros automáticos

Pagamos unos 180 euros anuales a la banca por este concepto, muy por encima de los 111 de media de la Unión Europea

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análisis

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Los españoles somos los clientes europeos que más comisiones pagamos a los bancos, unos 180 euros anuales, muy por encima de los 111 de media de la UE. En efecto, España figura entre los siete países donde más se paga por sacar dinero en los cajeros automáticos. Las comisiones bancarias se han convertido en un auténtico abuso a escala nacional y alguien debería llevar ese asunto a los tribunales aunque, viendo cómo se las gasta últimamente el Tribunal Supremo (véase sentencia de las hipotecas) casi mejor que las organizaciones de consumidores no pierdan el tiempo con una causa que parece definitivamente perdida de antemano.

Mientras en España los bancos siguen lucrándose con un dinero que no les pertenece, en lo que es un hurto autorizado, institucionalizado e impune, holandeses, británicos y suecos no tienen que preocuparse de nada cuando acuden a una red de cajeros para retirar un efectivo, ya que solo deben abonar la pertinente comisión cuando salen de viaje al extranjero.

Las comisiones por este concepto en nuestro país son las más altas de la zona euro. Cerca de 28 millones de usuarios disponen de una tarjeta de crédito; más de 69 millones de tarjetas en circulación. Los bancos nos cobran 450 millones de euros cada año por ese servicio. En total, más de 3.200 millones en cuotas y comisiones de todo tipo. Así no extraña que las entidades financieras hayan incrementado su recaudación hasta un 167% en los últimos años. Lamentablemente, si alguien no para los pies a la banca, la cosa no va a quedar ahí, ya que casi con toda probabilidad las comisiones bancarias por el uso de tarjetas van a seguir aumentando a corto plazo.

En general, los españoles pagamos 2,5 euros de media por utilizar cajeros ajenos a la red contratada. Ello significa que abonamos un 78% más de lo que pagan ciudadanos de otros países de la Unión Europea. En Francia, por ejemplo, la comisión ronda el euro y en Italia 1,95 euros.

¿Por qué sucede este abuso que no parece tener fin? Los expertos creen que la normativa sobre cuotas y comisiones que debería proteger a los consumidores de las tropelías de los bancos es incompleta y deficiente. A ello se une la falta de transparencia informativa, la nula voluntad de las entidades bancarias por acabar con una práctica a todas luces abusiva y la desidia de las administraciones públicas, que ni legislan ni ponen medios para atajar el problema. Mientras tanto, los españoles siguen pagando religiosa y altruistamente, pese a que nada justifica tener que abonar por un servicio del que ya disfrutan por contrato.

En Holanda, pionera en este asunto, la asociación nacional de la banca ha adoptado una decisión histórica: no cobrar por ninguna gestión en la red de cajeros automáticos, que a fin de cuentas no deja de ser un servicio público. Por otra parte, en Francia este tipo de abusos injustificados ha terminado en un juicio histórico y en una multa millonaria de la Autoridad de la Competencia Francesa contra aquellas entidades financieras que imponen comisiones de forma arbitraria. Una vez más, Francia va por delante en la defensa de los derechos de los consumidores, cuando aquí todavía estamos en mantillas.

Por el momento, ni la Administración pública ni el sector bancario parecen dispuestos a autorregularse. En 2012 el sistema financiero español sufrió un “colapso” que no se había visto desde la Guerra Civil, en palabras del ex gobernador del Banco de España Luis María Linde. Gracias a la inyección de 100.000 millones de euros de fondos públicos del Estado y la UE la banca pudo recuperar el pulso cuando el desastre ya parecía inevitable. Más de 60.000 millones aún no han sido devueltos a las arcas públicas. La banca de hoy no solo no agradece al esfuerzo de los ciudadanos que con su dinero reflotaron el Titanic financiero, sino que continúa exprimiéndonos con las hipotecas, las cláusulas abusivas, los intereses desorbitados y unas comisiones dudosamente legales por el uso de tarjetas de crédito. Definitivamente, tenemos una banca antigua, usurera e insolidaria que no está a la altura de la grandeza y responsabilidad que ha demostrado la sociedad española en tiempos de crisis.

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