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“Lo que viene parece muy feo, solo veo alienación por todas partes”

Manuel Vilas se adentra en los intrincados recovecos del amor con mayúsculas en Los besos, ambientada en pleno inicio de la pandemia

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análisis

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El amor siempre otorga segundas oportunidades, pero hay que estar en el sitio adecuado y en el momento oportuno para montarse en este tren, porque quizá sea el último en pasar, y probablemente por ello llega a ser más apasionado si cabe que el que se vive en plena juventud. En Los besos (Planeta), el escritor aragonés cuenta el flechazo que viven, en un apartado pueblo de la sierra madrileña en pleno inicio de la pandemia, un profesor prejubilado en la frontera de los 60 años y una mujer bastante más joven, separada y con un hijo al que no ve desde hace tiempo. Erotismo, pasión, ternura, emoción… Todos estos ingredientes están presentes en el nuevo trabajo del autor de las aclamadas Ordesa y Alegría, finalista del Premio Planeta. Vilas siempre es Vilas, no decepciona nunca, porque en cada párrafo suyo hay un verso, porque cada verso contiene una máxima que noquea al lector y le hace regocijarse en el placer de la literatura.

Sus alabados libros anteriores, Ordesa y Alegría, buceaban en sus lazos familiares. Ahora, con Los besos, da un giro y se atreve con el amor en plena pandemia. ¿Hasta qué punto ha sido una apuesta quijotesca?

Necesitaba inventarme un sitio adonde no llegara el virus y la angustia que el virus trajo al mundo. La vida se convirtió en un recuerdo de la vida. Por eso escribí una historia de amor. Y sí, ha sido una aventura quijotesca. Porque el amor es una utopía. La gente sobrevive, pero no se enamora. Porque enamorarse requiere un gasto de energía vital muy grande.

Hablando de Quijote, el personaje cervantino por excelencia tiene mucho que ver en su novela. ¿Un claro paralelismo con su protagonista que marca la relación de amor entre Salvador y Montserrat?

Salvador, mi protagonista, idealiza a su enamorada como lo hace don Quijote. En la vida necesitas inventarte ideales, aunque sepas que son ilusiones. Pero sin ilusiones la vida es demasiado rasa.

“La gente sobrevive, pero no se enamora. Porque enamorarse requiere un gasto de energía vital muy grande”

El lirismo y la experiencia personal siempre planean en su obra de un modo u otro. ¿También en la historia de este profesor prejubilado enamorado hasta el tuétano hay mucho, o al menos algo, del “Gran Vilas”, aunque ya haya asegurado que con Alegría cerró su universo autobiográfico?

En toda novela están las huellas de la vida personal del escritor. Para mí el amor romántico es importante. Tal vez el amor romántico sea un fin de raza. Tal vez yo mismo sea un fin de raza. Pero lo que viene parece muy feo, solo veo alienación por todas partes. Sin belleza la vida es una mierda.

Aborda el amor de un modo apasionado e incluso romántico en el pleno sentido de la palabra. ¿Cómo conseguir literariamente no pasarse de frenada para no caer en el empalago?

Lo dice Salvador, el protagonista: prefiero ser un cursi rematado, un enamorado empalagoso a no sentir absolutamente nada.

Recurre en esta historia de amor a varias imágenes protagonizadas por secundarios  relacionados con el pasado de la pareja protagonista: una de ellas, un amigo de estudios de Salvador, también el ex marido y el hijo de Montserrat y, por último, la de otro ex, gravemente enfermo de covid-19. ¿Qué sentido metafórico les otorga a todos ellos en la trama de su novela?

Los personajes secundarios muestran al lector otras vidas distintas de los dos protagonistas. Cada secundario representa una cosa. Casi todos son personajes que esconden un fracaso, una humillación, y mucha soledad. Hay un anciano que elige morir solo, ese secundario es mi preferido. Un anciano que ve en la soledad de su muerte una oportunidad para conocer la extinción, la desaparición. Mis secundarios hacen todo lo contrario de lo que la sociedad nos dice que hagamos. Son muy rebeldes. Me interesa la gente que se rebela, que no quiere obedecer, porque obedecer es bien triste. A mí no me gusta obedecer, siempre he visto en la obediencia una humillación. Mi madre era desobediente, eso lo conté en “Ordesa”. Ojalá la gente desobedeciera más, tendríamos un mundo más apasionante.

“Ojalá la gente desobedeciera más, tendríamos un mundo más apasionante”

Con la luz al final del túnel de la pandemia están surgiendo no pocas historias de literatura pandémica como la suya. ¿Era inevitable que su historia de amor se ambientara en este confinamiento cuasiapocalíptico?

Lo normal es que la literatura refleje la vida, la realidad, lo que ha pasado. El otro día una crítica de un medio escrito decía al hablar de mi novela que le sorprendía que hubiera novelas que reflejaran la pandemia. Yo me muero de risa con esto ¿De qué tenemos que hablar los novelistas? ¿De Napoleón? ¿De la luna? ¿De la Edad Media? ¿De la Guerra Civil? ¿De la Guerra de las Galaxias? ¿De Lady Di? Si hemos visto lo que hemos visto, bien habrá que escribir sobre eso, digo yo. Claro que nos falta perspectiva aún, pero para alcanzar esa perspectiva habrá que empezar a crearla.

Una historia de amor romántico que se titula Los besos es carne de best seller por activa o por pasiva, sin duda. ¿Siente que, de algún modo, ha tenido que renegar de sus principios y su estilo personal en algún momento del proceso de escritura de esta novela?

Ojalá yo supiera escribir un best-seller, como si eso fuese tan fácil. La gente se equivoca con eso. Yo escribo lo que sé y puedo. Me pasé 23 años trabajando en un instituto. He hecho de todo en esta vida. He sido camarero, albañil, oficinista, vendimiador. Mi vida ha sido siempre trabajar. Los escritores, al menos el tipo de escritor que yo soy, escriben para que los lea la gente. Sin lectores, la literatura no existe. Ojalá Los besos encuentre miles y miles de lectores, no por vender libros, sino por la complicidad con los lectores y por el triunfo de la literatura.

La pandemia está claro que no nos ha hecho mejores personas, pero al menos sabemos, como deja claro su novela, que podemos enamorarnos como niños ya llueva, nieve o ventee. ¿Quizá uno de los muchos mensajes finales de Los besos?

Exacto, el mensaje de la novela es ese, es que si estás enamorado tu vida es un éxito, aunque no tengas un duro, ni trabajo ni casa, pero si estás enamorado como loco tu vida resplandece. Como lo que le dijo Ingrid Bergman a Bogart en Casablanca: el mundo se está desmoronando y tú yo nos hemos enamorado.

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