Libertad manoseada

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Libertad manoseada

En el contexto actual en el que sube de grado el natural caos en el que se desarrolla la vida, la palabra libertad y el derecho a ejercerla se ha convertido en el recurso, argumento, axioma o razón para justificar todo tipo de actitudes disruptivas interesadas en amplificar ese caos, la confrontación política, el individualismo y la insolidaridad. Así lo demuestra la negativa cerril del grupo minoritario –respecto al conjunto del cuerpo social– de los negacionistas de la pandemia contrarios a vacunarse cuya actitud, fuera de toda lógica científica, pone contra las cuerdas a la sociedad al dilatar –con el coste de muertes que incorpora– el proceso para reducir al mínimo posible su impacto. Como lo demuestra también –es otro ejemplo– la apelación constante de algunos personajes públicos a una libertad difusa que nunca definen en su esencia, porque la utilizan como arma política arrojadiza con todo tipo de argumentos –todo vale en la lucha por el poder- como la ampliación de horarios y terrazas de los bares.

En el actual sistema social que fomenta y sobrevalora el individualismo frente a la solidaridad y el bien del colectivo; el concepto de libertad trasmuta de su definición canónica como “facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera u otra, y de no obrar, que le hace responsable de sus actos” (RAE), en una suerte de libertinaje donde la libertad pierde su componente de responsabilidad, convertida en un derecho a hacer lo que a uno le dé la gana. En este contexto quienes se niegan de manera radical a seguir las normas para evitar la expansión de la pandemia, provocando un mal objetivo al conjunto de la sociedad, se salen voluntariamente del contrato social en el que todos estamos concernidos, para que la vida en comunidad no sea una jungla: en una interpretación egoísta de la libertad cuyo límite, bueno es recordarlo, es la libertad del otro.

No se trata de coartar la libertad de las minorías ni mucho menos, pero sí de limitarla y supeditarla a la libertad de la mayoría, y más si es contumaz en la defensa de principios que atentan contra la razón científica demostrada con resultados irrefutables; cuando lo que está en juego es poner coto a la muerte que expande un virus que solo es controlable con la vacuna y otras medidas de higiene social que es obligado seguir y cumplir porque, ante una pandemia como la actual, todos somos responsables de todos. Y sin miedo en hacer frente con medidas de coerción a quienes se apoyan en un discurso que devalúa y malbarata el concepto de libertad, por intereses espurios que buscan el enfrentamiento y la disrupción para colmar su ansia desmedida de poder y narcisismo.

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