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Ley Celaá, DIOS y mujer

Joaquín Francisco Castillo Eslava
Joaquín Francisco Castillo Eslava
Profesor de secundaria y doctor en Economía asociado a la UCA.
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análisis

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El pasado fin de semana fuimos testigos de las concentraciones en distintos municipios del territorio español por parte de los centro educativos concertados  con motivo de la aprobación de la Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación (LOMLEO) o, más conocida como, Ley Celaá.

Está ley ni elimina los concertados ni la asignatura de religión sino que pretende, por un lado, que las familias con menores recursos puedan acceder a este tipo de centros y, por otro lado, que la disciplina de religión no sea evaluable para la media de las notas o pedir una beca. Así, que no se entiende, a golpe de lazos naranjas, ese revuelo de la familia de los colegios e institutos concertados esperando, eso sí, que ofrezcan la misma indignación, con sus valores católicos y cristianos, ante cualquier tipo de injusticia societaria.

En este sentido, los edificios educativos concertados, aparte de ampararse en el Estado para que éste satisfaga las nóminas de los profesores y profesoras, sin correr por su cuenta la selección del personal –situación difícilmente explicable ya que puede ser el único caso mundial donde quien paga los sueldos no sea el mismo actor o actriz quien elije la plantilla-, también se cobijan en Dios, entre otros elementos, para argumentar su existencia. A partir de aquí,  ¿quién es o qué es DIOS?

Si existe una palabra que se repite, una y otra vez, entre los continentes que adornan este mundo es DIOS. Da igual que explores desde el río de la Plata hasta Groenlandia; bailes en la enérgica África; medites en lo alto del Himalaya; visites un monumento trimilenario europeo; e indagues por las incontables e inhóspitas islas de Oceanía, que siempre prima una palabra por encima del resto; es decir: Dios.

Aún después de colgarme –en numerosas ocasiones- la mochila viajera de las inquietudes, y después de tanto andar, correr y viajar por países tan diversos entre ellos y, sin embargo, tan parecidos a la hora de encumbrar a Dios en la cúspide de sus vidas, sigo planteándome su existencia. Así que realicé los mismos actos religiosos que ellos durante mi carretera temporal: le recé, lo adoré, le supliqué, le pedí, le oré, le perdoné, lo mancillé, le di cháchara, lo alabé, lo quise y lo amé. No obstante, aunque no me respondiera ni apareciera cuando lo necesité, al fin me encontré con él, al fin se quién es.

Dios no tiene nombre ni apellido porque es una palabra desmedidamente vacía que solo contiene el refugio para aquellos sectores de la población  a los que les sirve para justificar cualquier acción: sea buena, mala, o regular.  Ya me he citado con él, ya sé quien es. Dios es una palabra longitudinalmente vacía que solo bienaventura a los poderosos mientras al resto les ofrece unos infinitos retales de imágenes, cruces y credos como salvavidas para aquellas personas carentes de oportunidades.

El cielo lo único que contiene son algodones blancos que van al son de los vientos; un sol como faro de los días; unas estrellas al ritmo de bailes lunares; y una lluvia que nos recuerda lo que realmente necesitamos para sobrevivir como especie humana: agua. En este caso, en nuestro firmamento no habita un Dios omnipresente que todo lo apacigua, puesto que por más que recemos, la desigualdad impera en cada calle de nuestro mundo y el único edén que reverdece es la vid de vivir a tu manera. Asimismo, aún creyendo que existiese, ya podría repartir las injusticias de este planeta debido que no hay un solo segundo en el que siempre lloren y sean castigados los mismos de siempre: aquellos con menores recursos, aquellos saqueados por los Estados “desarrollados” y aquellos humillados por el réprobo dinero.

Quizás empecéis  a brearme por mi posición supuestamente atea. Pero cuando se manifiesta que él multiplicó panes y peces, tendríamos que preguntarle a cada desamparado si es así; cuando abrió los mares para salvar al pueblo de Moisés, no nos vendría mal  preguntarle a cada refugiado de hoy; cuando sanó a una persona con minusvalía, seamos honestos y preguntémosle a nuestra querida ONCE; y así sucesivamente en cada episodio bíblico. Eso sí, en caso de que convirtiese el agua en vino no quedaría ser humano no creyente por tal hazaña.

Y como nos contaron, Dios al sexto día, con su varita mágica, pensó que una vez dibujado el mundo con su naturaleza y animales iba a ser inapetente sin seres racionales. Así pues, inventó y moldeó al hombre esculpiéndolo tan racional que se le fue de las manos y resultó en una persona con la consigna: “el fin justifica los medios”. De ahí se subrayan nuestros comportamientos a lo largo de nuestra hermosa historia, iniciada  en las cavernas: contaminando  la naturaleza, sacrificando a los animales y a nosotros mismos.  Pero el cuadro final no quedó ahí, ya que veía al hombre demasiado triste y, como cuenta el capítulo 2 del Génesis: «Entonces Jehová Dios hizo caer un sueño profundo sobre Adán y, mientras éste dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer y la trajo al hombre».

Entonces, ¿Dios creó el universo, al hombre y a la mujer, entre otros elementos? Bueno, voy a aceptar que concibiera al universo y al hombre, y otras variables, pero, de ninguna de las maneras, admito que crease a la mujer. Las personas nacen del vientre de una hembra que se llama universalmente madre mediante el encuentro más pasional y secreto entre dos personas; y no habita ningún ente en los hemisferios que me pueda rebatir tal verdad. Además, la gran diferencia entre Dios y la mujer es que, ésta última, tiene la virtud de colorear un cordón umbilical a partir del cual se explica las conexiones misteriosas entre una madre y una hija o hijo. Asimismo, por muchos poderes con que  dotemos a Dios, jamás tendrá el vigor de originar esa conexión.

En este sentido, también acepto todas aquellas personas que deciden adoptar, dándome igual su causa íntima, al mismo nivel que una madre. Puesto que, aunque no obtengan un hijo o hija de su barriga, de igual manera, nace de las entrañas del alma, y al menos para mí, las catalogo con la misma adoración que una madre biológica. En esta línea, cuando deciden adoptar, no me importa si son familias de dos papas o dos mamas porque lo fundamental reside en empujar a esos niños o niñas hacia su bienestar y tales progenitores están más que preparados para ofrecerles un final feliz.  Además, apuntillo ferozmente, quién me dice a mí que mi padre nunca actuó de madre y mi madre de padre. Pues ya os respondo yo: una infinidad de veces. Pero lo más llamativo del asunto es que ninguno actuó bajo un carnet con funciones de mamá y otro de papá, sino que lo hicieron bajo el laurel de su corazón; importándole más bien poco los estereotipos absurdos que nos imponemos para tales funciones.

Por favor, mujer, deja de rezar religiones donde no tuviste cabida en la cúspide de su pirámide social, donde el perfil monjil y la subordinación siguen constantes. ¿Cómo es posible que te arrodilles delante de una imagen que lleva detrás decenas de escritos donde tú nunca participaste? Y no es por falta de capacidad, sino porque jamás te dejaron. Para colmo de males, te condenan por comerte una manzana; y encima, eres tú la que nos creas. Por tanto, ¿qué mejor maestra para enseñarnos sobre la creación humana que tú, mujer? Asimismo, no seas partidaria de un dogma que te margina y te da opción solo en una estrecha jerarquía de sirvienta, en cualquiera de sus estratos profesionales, que se inicia en el cura de barrio, con todos mis respetos, y termina en un Papa elevado a los altares de su palacio.

Paralelamente, ésta situación de la mujer ocurre en todas las religiones, al menos en las mayoritarias. Por ello, si aceptas la fe tal como está diseñada hoy, eres cómplice, directa o indirectamente, del sistema actual patriarcal, ya que funciona bajo las mismas claves; es decir, el hombre crea y tú obedeces, y este panorama doctrinal no lo podéis permitir. 

Por ello, levántate, mujer, deja de invocar a dioses que no te pertenecen, atesora tus hermosas manos en tu faltriquera y, si te place, que falta no te hace, traza una religión horizontal de poder donde el rango social no posea escalones (ya que cansa subirlos), sino una cuesta hacia abajo para que sea más fácil el lazo de todas las personas en ese afán por crear un mundo mejor.

Eso sí, si construyes tal religión,  sé más sensible y tolerante que el hombre, y une a los individuos de todo el globo terráqueo, sin distinción, aceptando el bien más preciado de la humanidad, que es la diversidad en todos sus afluentes. De lo contrario, parirás un monstruo evangélico, intransigente con otras culturas, e invocando a tu Yahvé para que en su propio nombre acometas las maniobras más macabras para salvaguardar, como siempre, tus propios intereses.

Dios no creó al hombre, sino fue el hombre quién creó a Dios justo a su imagen y semejanza, siendo su nombre una palabra tan grande que, incluso, supera continentes. Sin embargo, es tan vacía que llena de hambre territorios y a gente, y en su nombre se han acometido las mayores canalladas contra la humanidad.

Dios y pobreza; un géminis universal inventado por el hombre y protegido por un sistema patriarcal, que nació para quedarse con nosotros y así justificar sus actos (Dios) y engordar su ego (pobreza), ya que la limosna disfraza al hombre de buen samaritano y no queremos más dádivas, sino oportunidades para todos y todas; en otras palabras, que la Carta de Declaración de los Derechos Humanos Universales se cumpla y sea más relevante que una Biblia, Coram o Dharmapada, entre otros libros sagrados.

En este caso, si cuestionó a DIOS como no lo voy a plantearme si los centros concertados son adecuados o no para un país en pleno siglo XXI. Seamos claro, en un país serio no cabe que la religión contribuya en marcar las pautas de la educación ya que si un niño o niña quiere recibir formación de cualquier tipo de religión ya tienen sus templos para poder capacitarse.

Asimismo, no estoy en contra de los centros educativos privados debido quien quiera costear a sus hijos e hijas tal formación religiosa, de acuerdo, pero sin suponer ningún euro de las arcas públicas del Estado. De lo contrario, que el Estado financie, con “dinero público” a los centros educativos concertados es una manera camuflada de mantener los privilegios a los nenes y nenas de una élite con respecto al resto de alumnos y alumnas, degollando así la inclusión social y abandonando la democracia.

Por último, volviendo a Adán y Eva, cultiva tu paraíso, con o sin religión, y cuando duermas, ya veremos si te despiertas con el amor. Sin embargo, en este caso, ningún Dios te robará una costilla para crearte a una mujer, ya que es tan independiente que no le hace faltan dioses, puesto que con su libre sonrisa ella se pinta a sí misma. X la revolución de los desiguales.

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