Desde su fundación en 1509, el Convento de las Petras ha sido un pilar en la vida y la tradición monástica de la ciudad de Cuenca. El vínculo entre el pueblo conquense y sus órdenes monásticas es un referente histórico del que la ciudad se siente orgullosa, y que ha dotado a Cuenca de una personalidad especial y única. El Convento de las Petras, con sólo dos religiosas al frente, ha sido intervenido por un Comisario Pontificio cuyo único objetivo es bloquear la llegada de nuevas vocaciones femeninas, guiadas por las Madres que ya habitan la casa de la orden, y tratar de forzarlas a que abandonen inmediatamente el edificio en el que viven desde hace más de sesenta años, a pesar de haber financiado la fundación de nuevos conventos al otro lado del Atlántico, para tratar así de nutrir la orden con nuevas religiosas que garanticen su pervivencia en Cuenca.

El actual titular de la diócesis de Cuenca, persona ducha en procedimientos judiciales, ha dado un nuevo giro de tuerca en su personal enfrentamiento con la vida monástica de la ciudad. Recurriendo a técnicas difamatorias contra la dignidad de las religiosas, ha forzado el nombramiento del Rector del Seminario como Comisario Pontificio, a modo de «Madre Superiora”, algo con lo que debe estar encantado, dado el tufillo que corre por la ciudad como la pólvora, con respecto a los gustos supuestamente concupiscentes del susodicho y su presunta predilección por el ámbito novicio.

El Convento de las Petras se encuentra actualmente en un serio riesgo de desaparición. Las pocas religiosas que habitan en él están luchando desesperadamente por continuar su vocación de servicio a la ciudad de Cuenca. Han llamado a todas las puertas para evitar que eso suceda. Y, de nuevo, se hallan en terreno judicial, con el obispo enfangando todo a su paso, aumentando el tono grosero en cada trámite.

Qué deseable sería que ese ardor guerrero, utilizado contra miembros débiles de la propia institución, se empleara en limpiar los peores vicios de los que el clero hace gala: desde abusos descarados de menores a estados febriles de avaricia incontrolada que culebrean por doquier, saltando como moscas sobre cualquier bien que posea un valor económico en el mercado, digno se repartirse «a pachas”.

Las Madres sólo desean que las dejen en paz, que las dejen organizarse libremente, como llevan haciendo decenas de años, sin injerencia de los «hombres salvadores” que piensan que la mejor manera de practicar la misericordia es enviar a unas religiosas mayores a exiliarse fuera de su casa, desahuciándolas, poniéndolas en manos de otras religiosas más afines y con vicios similares a los que presuntamente ellos practican sin pudor, aunque sean de dominio público. Es ampliamente conocida la compulsión inmatriculadora de ciertos sectores de la Iglesia y, para ello, no existen reparos en el uso de la calumnia, la extorsión y cualquier otro medio coercitivo que tiene, por otra parte, un indudable sesgo de pretendida superioridad masculina.

Incluso la Justicia parece manifestar ciertos reparos en detener la acción de los señores del alzacuellos. Menos mal que la excomunión es práctica poco relevante y de míseros efectos en la actualidad. Una justicia, en muchas ocasiones miedosa, de la sombra del palio debe velar porque el derecho canónico sea eso, una sombra dentro de nuestra legislación y, por supuesto. no influya en el valor superior que la legislación civil debe tener sobre los ciudadanos.

Para que se multipliquen las muestras de apoyo alrededor de Cuenca y de todo Castilla-La Mancha, es necesario que todo se sepa, que se aireen los trapos como sólo sabe hacer la sociedad civil. La sociedad clerical nunca airea sus propios trapos y sólo los perfuman con medieval superioridad, ajenos a que ese predicamento, por la gracia de Erasmo y Voltaire, ya no existe.

3 COMENTARIOS

  1. El desprestigio de la Iglesia viene siendo constante y habitual. Nada queda de aquella parte de la Iglesia que yo conocí, regida por gente de buena fe y de intelectualidad razonable. Gente tolerante y culta. Tristemente, la institución está «regida» o desgobernada, puesto que poco ha de gobernar ya, por imbéciles manifiestos, por individuos de dudosa moralidad, de manifiesta incompetencia y revestidos de engreimiento vacuo y vacío. Como bien decía el refrán: No hay cosa peor, que un muerto de hambre harto de pan. Esta es la gente que pastorea la institución: Idiotas sin consciencia de su estulticia y su banalidad. Imbéciles huecos. Autoritarios plumíferos y amanerados. Gente cuya única vocación es la de vivir del altar, nunca servirlo. Vulgar mediocridad.
    Animo a las madres! Es peor tratar con un tonto que con un malo… Pero en su caso, ambas circunstancias se aúnan en la batalla.

  2. Un texto que rezuma más maldad y calumnia en su redacción, por no referimos a otras cuestiones literarias, que la caridad que debería de inspirar la admiración por la vida contemplativa, y su «desinteresada defensa».

    Asimismo, resulta curioso defender a unas monjas y atacar a la Iglesia a la vez…
    Desconocía que fuesen «el pilar en la vida y la tradición monástica de la ciudad de Cuenca».

    ¿Qué vinculación tiene el pueblo conquense con sus órdenes monásticas? Serán los fieles. Hay mucho pueblo conquense que no siente ninguna vinculación monástica, ni orgullo por ello. Y, «que ha dotado a Cuenca de una personalidad especial y única», ¡qué barbaridad…! ¿Cuánta gente en Cuenca las conoce? Precisamente su aislamiento se ha visto reflejado en la escasez de vocaciones, que no se soluciona con traer monjas «del otro lado del Atlántico», como si se tratase egoístamente de que se tenga que mantener una casa a toda costa, aunque sea con gente de relleno. Y, ¿Por qué hay que rellenar con personas del otro lado del Atlántico, para «tratar así de nutrir la orden con nuevas religiosas que garanticen su pervivencia en Cuenca»? Si allí ya han abierto una casa, ¿Por qué esa manía de sacar a la gente de su cultura como si los europeos se creyesen una raza superior? ¿Es que allí no pueden vivir el mismo carisma?

  3. Nos habla la Sra. Petra con la piedra inquisitorial en la mano, usando el nombre popular de estas madres para desprestigiar la vida contemplativa de la que demuestra no tener ninguna consideración ni ningún afecto personal. Más que Petra parece Petro o petrón, pues son los petros y los petrones clericales quienes con intereses meramente patrimoniales desean derrocar la orden justiniana de forma, según se ve, tan patosa como ineficiente.
    Habla la Sra. Petra de caridad… Suponemos que de refiere a una de las virtudes teologales que estos petrones clericales plumíferos ni saben practicar ni conocen.
    En una cosa lleva razón la señorita Petra: el descrédito de la iglesia en su conjunto es cada vez mayor. El descrédito en que la sumergen diariamente imbéciles que parasitan sus cargos. Y, a pesar de opiniones como la de este petrón que me antecede, son los ejemplos de fortaleza y de dignidad de religiosas como éstas las que alientan un pensamiento firme, claro y decidido por las ideas; lejos de opiniones acomplejadas, beatas, meapilas y chupaculos como la que antecede. Opinión de una feligresía tan amanerada como los gestos de sus orates.
    Cuando se desconoce de lo que se habla es mejor callar… Y mejor silenciarse en opiniones tan poco caritativas emitidas o bien desde la poca caridad que se aconseja o bien, como parece ser el caso, desde la órbita de los petrones eclesiásticos que saquean y asquean la poca dignidad que vemos en la institución.
    Reiterar el ánimo a las madres en la defensa de sus derechos, en la defensa de su patrimonio con mis pésames por tener que soportar el acoso fétido de personajes tan infinitamente y moralmente malolientes como imbéciles.
    Y, a pesar de todo… Seamos conscientes de la existencia perpetua de discípulos petrones que desde la ignorancia siempre acudirán a defender lo indefendible. Va en su estulta esencia y en su falta de sentido crítico.

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