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Macrogranjas industriales: un modelo insostenible que destruye el medio ambiente

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análisis

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¿Qué son las macrogranjas y dónde están en España? ¿Es saludable y sostenible producir y consumir tanta carne como se hace en España? Ante la nueva batalla campal que se avecina por este tema, es importante responder a estas preguntas y tener un posicionamiento crítico, informado y responsable, según Greenpeace. “El lobby cárnico y sus marionetas la van aprovechar para generar confusión y garantizar que sus intereses económicos no se vean tocados. Es más, si consiguen sacar tajada, incluso mejor”, aseguran.

Más allá de la polémica generada nuevamente por las declaraciones legítimas, fundadas y avaladas del ministro de Consumo, Alberto Garzón, la polarización política que se está generando y lo que dice mucha gente, las macrogranjas son, ante todo, una realidad. Una triste realidad que está teniendo devastadores efectos ambientales y sociales en España.

Pese a que no existe una definición y categorización oficial de macrogranja, se entienden a estas como exponente máximo de un modelo de ganadería industrial que se extiende como un cáncer por todo el territorio en detrimento del modelo tradicional de ganadería extensiva. La ganadería extensiva es un modelo mucho más sostenible, arraigado al territorio y generador de empleo. Su exponente máximo es la ganadería ecológica.

Una macrogranja es un espacio caracterizado por la presencia de una gran cantidad de animales confinados en un área demasiado pequeña y en el cual, además, no se puede producir el alimento ni gestionar de manera segura los excrementos. Además, los animales no pueden expresar su comportamiento natural y son cebados con el único objetivo de producir mucho, rápido y barato. Es lo que se llama también una ganadería sin tierra. Según los ecologistas, la macrogranja es más contaminante, sobre todo las de porcino, que tienen la capacidad para producir hasta 651.000 lechones al año. No son granjas, son auténticas fábricas de carne, leche y huevos.

Pese a que el debate se ha centrado en la carne, en gran medida por su excesivo consumo y porque es la producción que más se ha disparado en España y en el mundo, también hay macrogranjas de leche y de huevos. Sobre la mesa actualmente existe un proyecto para construir una macrogranja de casi 1,5 millones de gallinas de puesta en San Clemente, Cuenca. Sería la más grande de Europa. Pero hay decenas y decenas de otros proyectos.

Las consecuencias del crecimiento exponencial del número de animales en España, impulsado por la ganadería industrial y sus macrogranjas, son devastadoras. Greenpeace señala las consecuencias dramáticas de este tipo de explotaciones. En 2020, el sector agrario pasó a ser el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero, en gran medida debido al incremento de la generación de emisiones en la ganadería. El 2 de diciembre, la Comisión Europea decidió llevar a España ante el Tribunal de Justicia de la UE por la deficiente aplicación de la Directiva de Nitratos. No es para menos: la contaminación media por nitratos de las aguas subterráneas españolas, nuestras reservas para el futuro, aumentó un 51,5 % solo en los últimos cuatro años. Según los últimos datos sobre agua de consumo, en 10 comunidades autónomas se alcanzaron, en algún momento a lo largo de 2020, valores superiores a 50 mg/L, y el mayor valor obtenido fue en Huesca (Aragón), con 197 mg/L. Cada vez son más también los ecosistemas afectados, como está ocurriendo en el Mar Menor. En 2020, la ganadería industrial fue la responsable del 94% de las emisiones declaradas de amoniaco, siendo el sector porcino responsable del 69% y el avícola del 25%. En 2020 se sacrificaron más de 910 millones de animales en España, un 12% más que en el año 2000 y un 683% más que en 1961. Más de 1.700 animales al minuto

¿Realmente tenemos que reducir el consumo de carne en España? La respuesta a esta pregunta es un rotundo sí. Es más, lo tenemos que reducir de forma drástica hasta alcanzar un máximo de unos 300 gramos a la semana por persona. Ahora estamos en 275 gramos al día. “Debemos reducir el consumo de carne por motivos de salud. Una alimentación sana, como la define la Organización Mundial de la Salud, el nuevo concepto de dieta de salud planetaria, o nuestra propia dieta mediterránea (está claro que muchos responsables políticos no saben lo que es, pese a que incluso está declarada como patrimonio inmaterial de la humanidad)” son patrones alimentarios donde predominan los alimentos de origen vegetal, aunque de forma ocasional “se puede completar –opcionalmente– con alimentos de origen animal”, asegura Greenpeace.

Al consumo excesivo de carne, en particular de carne procesada y roja, están asociados numerosos problemas de salud, como el incremento del riesgo de padecer determinados tipos de cáncer –la carne procesada está clasificada como «cancerígena» por la OMS y la roja como «probablemente cancerígena»–, obesidad, diabetes tipo II, enfermedades cardiovasculares, enfermedades del intestino (diverticulitis) o enfermedades crónicas del hígado.

¿Y dónde están todas esas macrogranjas? No es fácil mapearlas. “Desde Greenpeace hemos solicitado en numerosas ocasiones información a las administraciones para poder hacerlo bien y no nos ha sido concedida. Esta es la mejor aproximación que hemos conseguido hacer en 2019 y, siguiendo los mismos criterios que utilizamos entonces, el mapa ha sido actualizado para el sector porcino por Datadista el año pasado”, afirman los ecologistas.

Pese a que se augura una intensa batalla política por el tema de la carne y las macrogranjas, muy en particular en Castilla y León, donde va a haber elecciones el próximo febrero, lo cierto es que muchos dirigentes políticos parece que no quieren ver que hay una necesidad imperante de reducir la producción y el consumo de alimentos de origen animal. “Lo que tampoco quieren ver, pese a las continuas advertencias de la comunidad científica, es que estamos inmersos en una profunda crisis ambiental y que las personas demandamos cada vez más productos, y en este caso alimentos, verdaderamente sostenibles y saludables. La ganadería industrial es una de las causas de muchos de esos problemas”, alegan.

Greenpeace exige establecer una moratoria inmediata a la ganadería industrial en todo el Estado español, tanto a nuevos proyectos como a ampliaciones de los existentes, así como a aquellos que están en tramitación; reducir al menos un 50% la cabaña ganadera en intensivo de aquí a 2030; reducir el excesivo consumo de carne hasta alcanzar un máximo de 300 gramos por persona a la semana; apostar por la ganadería extensiva de base agroecológica y de pequeña escala.

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