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Las cloacas mediáticas – III. Comunicadores del odio

Manuel F. García
Manuel F. García
Manuel F. García es activista sociocultural. Colabora como voluntario en varias asociaciones de actividades sociales, culturales y deportivas adaptadas a personas con diversidad funcional. Ha participado en proyectos educativos como alfabetización de adultos, formación profesional y ocupacional.
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análisis

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A un año del inicio de la vacunación contra el Covid en España, se producían dos hechos inquietantes: los contagios aumentaban, y se extendía el mensaje de responsabilizar a los no vacunados de la nueva oleada Covid (ahora sabemos que la primera dosis vacunal se aplicó cuando la cepa originaria del Covid-19 ya no circulaba, al haber mutado, como siempre ha ocurrido en el comportamiento de transmisión de los virus en humanos).

La periodista y abogada penalista Beatriz Talegón en su artículo LA VACUNA Y EL DERECHO, de noviembre de 2021, alertaba de la secuencia de mensajes que se estaban transmitiendo desde las tribunas políticas: se empezó a hablar de ola de no vacunados insinuando que los contagios eran causados por las personas no vacunadas, para seguir con pronunciamientos públicos a favor de la imposición de las vacunas, llegando al extremo de acusar de las muertes por Covid a quienes no se vacunasen (hoy día sabemos que ha habido más muertes por neumonías en cualquier año anterior a la pandemia que las muertes producidas realmente por el Covid-19, con o sin vacunas). Esta peligrosa estrategia política podía incurrir, para Bea Talegón, en posibles delitos de odio.

De forma nada casual, desde ese mismo mes de noviembre los mensajes de incitación al odio contra las personas no vacunadas comenzaron a extenderse desde todas las redes sociales y medios de comunicación generalistas, llegando a un extremo de gravedad representado perfectamente por el aviso que dio la propia Bea Talegón en su cuenta de Twitter: “Por cierto: igual habría que reportar esta cuenta por incitación al odio”, a colación de la escalofriante publicación en la cuenta oficial de Twitter de Antena 3 Noticias,  el 28 de enero de 2022: “Se abre el debate sobre si los que no se quieren vacunar contra el coronavirus deberían recibir asistencia médica gratuita” (sic).

La Asociación Accem, habla de los Haters en su publicación savehater.accem.es, definiéndolos así: “Hater, que traducido significa odiador, es alguien que muestra su rechazo a determinados colectivos a través de comentarios y publicaciones. Su blanco de acción pueden ser las personas extranjeras, o las mujeres, o las LGTBI. No le importa difundir noticias falsas o generalizaciones si sirven para reforzar sus argumentos en contra de algunos de esos colectivos”. Retrata el perfil del hater, definiéndolo como una persona o colectivo anónimo, que difunden sus mensajes de forma privada en redes sociales para provocar un efecto altavoz posterior por la velocidad de transmisión del entorno online. Añade que sus puntos de mira se fijan sobre colectivos vulnerables a la islamofobia, misoginia, LGTBIfobia, racismo y xenofobia, aporafobia, gordobofia y otros odios (gitanos, personas con diversidad funcional o sobrepeso).

Curiosamente, ni la asociación Accem –que en su portal de transparencia muestra que está financiada con fondos públicos europeos, estatales y autonómicos, diputaciones y ayuntamientos, y  con fondos privados provenientes de grandes entidades bancarias (La Caixa o Bankia) y grandes empresas como Inditex, Ikea o Enagas-, ni ningún agente social (ONG’s, sindicatos, representantes religiosos, gremios o asociaciones profesionales) o medio de comunicación generalistas ha mencionado hasta ahora el –en mi opinión- nuevo perfil de incitador al odio (hater), que surgió en noviembre del año pasado: cargo público, periodista, actor, humorista, presentador, influencer o comunicador que goza de gran fama y resonancia mediática que, a cara descubierta y con el apoyo del medio generalista para el que trabaja o del que se sirve –TV, radio, prensa escrita y redes sociales que cuentan con financiación pública y/o de fondos de inversión que a su vez intervienen en grandes corporaciones farmacéuticas-, han realizado afirmaciones del tenor literal siguiente:

«Los que no se vacunan son responsables de esta nueva ola».

«El coste de no vacunarse contra el coronavirus y contagiarse: más de 40.000€ en asistencia médica».

«Ha llegado la hora de actuar contra los antivacunas que van por ahí matando a la gente».

«No vacunarse no es un acto de libertad individual sino de mezquindad».

«[Miguel Bosé] merecería morirse de Covid por el daño que está haciendo»; «todos esos imbéciles como Bosé que se niegan con esas campañas contra la vacunación».

«Pido que se vacune a todo el mundo, por las buenas o por las malas, por lo civil o por lo militar».

«Los vacunados tenemos que tener unas prerrogativas»; «Si el pasaporte Covid se extiende a toda España, lo que hay que hacer es ir al teatro, cenar en restaurantes, todo aquello que a los no vacunados no se les permite hacer, que vean la ventaja de vacunarse, que la vean en los demás»; claro, para darles envidia y decir: hacemos vida normal y mira que bien, y vosotros no podéis»; «a esos cuatro millones y medio [de no vacunados] mientras duermen, como hacían con M.A. en el Equipo A»; «igual, si empezamos a poner una pegatina a los que tal y los veamos por la calle: ¡Tú… ¿Qué pasa?!».

«¿Qué hacemos con los antivacunas y negacionistas? ¿Gulag, lanzallamas o ambos?»; «Sí… yo con el lanzallamas. Meh, mejor que no diga nada»; «Yo creo que habría que acabar ya con lo de respetar a todo el mundo. Cuando se tratan de actitudes que ponen en peligro la vida de los demás pues… O sea, habría que acabar al respecto»; «Se acaba al respecto, ¿no? Y empieza el lanzallamas, ¿no?»; «Sí, pero que el lanzallamas también… Mmm… Tendría que ser autolanzallamas. Pero es que luego no se va a quemar bien y va a venir al hospital y voy a tener que pagarle yo con mis impuestos, ¿sabes? Es que es un problema»; «Ya, ya. Esos mecheros que tienen como buuufff, buuufff, que usan los que van en barco así, ¿sabes?»; «Pero bueno, en fin. Que nada, que a tope»; «A tope con los lanzallamas».

«no se puede permitir que la gente salga sin mascarilla y que haga una manifestación masiva»; «la delegación del Gobierno que los detenga a todos, que los meta en la cárcel y se queden allí una temporada»; «el que no se vacune es subnormal»; «no tengo la más mínima duda. Hay algunos que son cortos porque no entienden que la vacuna se puede poner porque está testada y que la otra opción es que la palmas. A ver si lo entienden, que como te pille mal el Covid, la palmas».

«Los bebelejía son organizaciones criminales y de estafadores”;  ”y muy activas eh!”; “activísimas, porque cuentan con el respaldo de facebook”; ”yo bloqueo antivacunas a mansalva. Porque además es que se supone que oponerse activamente a la vacunación es un ejercicio de libertad, no hombre no, es un ejercicio de irresponsabilidad, eso no es libertad. Está usted incitando al suicidio y al asesinato… allá tú!»; ”Allá tú! allá tú!  A mí después de lo de Abascal me llaman asesino de mi plantilla por decir que se tenían que vacunar. No hombre no, los asesinos sois vosotros! Beber lejía! Beber lejía!»; «Sois vosotros, claro, claro, sí!».

«Los bebelejías son organizaciones criminales y de estafadores»; «la escoria hay que barrerla, la basura hay que quitarla, las ratas hay que eliminarlas, las cucarachas hay que eliminarlas, había un anuncio, no se lamente, mátelas».

Me he abstenido de citar a los comunicadores responsable de los mensajes aquí reproducidos porque no es mi intención sugerir en modo alguno que haya que utilizar los mismos repulsivos procedimientos de odio y amenaza explícita que ellos emplean y devolverlos en la misma medida señalando a los autores. No; lo que yo reclamo es que respondan ante la justicia. De hecho, la práctica totalidad de estas citas (salvo dos excepciones) las he recogido de las denuncias por delito de incitación al odio que el colectivo de abogados Liberum (tal como fueron publicando en  su cuenta de Telegram) ha venido interponiendo desde que se produjeron a partir de noviembre de 2021.

Hasta el momento –que yo sepa- no ha habido ni un solo despido o cese, ni se ha producido una sola disculpa (salvo quien lamentó la “literalidad” de su deseo de muerte a Miguel Bosé), ni retractación, ni siquiera censura de los comunicadores del odio.

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