No acabo de acostumbrarme a los fraudes y a la hipocresía, y eso que, un día y otro, queda dibujado en el paisaje social que nos traen los telediarios televisivos, radiofónicos, periódicos o diarios digitales, una amalgama y una mescolanza de ambas, con lo que ya no debería sorprenderme nada. Pero no. Ahí estoy, congestionado por la sorpresa, otra vez. Incrédulo en los primeros instantes, pero crédulo y bastante harto segundos después.
La actriz y directora italiana Asia Argento, uno de los más relevantes buques insignia del movimiento Me too, así como una de las primeras en acusar a Harvey Weinstein de agresión sexual, ha llegado a un acuerdo extrajudicial con el músico y actor Jimmy Bennet, quien la ha acusado de abusos sexuales en un hotel cuando él era un menor y ella tenía 37 años.
Exigir públicamente por parte de Asía Argento la restauración de su honor a Harvey Weinstein mientras a escondidas acuerda de manera dineraria el pago de su propia depravación a Jimmy Bennet, no parece en ningún caso, ninguna pauta loable para quien ha expresado moralmente la inmundicia sufrida como víctima, al contrario, lo que se deduce de la misma es la hipocresía armada desde la conciencia, al tiempo que produce un fraude emocional en los cientos de miles de personas anónimas que tomaron de su actitud un ejemplo y un ejercicio de valentía, y que tanto se admiró y ponderó.
Por otro lado, descubrir que la inocente caperucita, víctima destrozada física y moralmente, es al tiempo, otro lobo feroz que da rienda suelta a su propia depravación destituye no solo la reputación que se podría tener sobre ella, sino que, a los ojos de los ciudadanos desautoriza en gran medida y con gran sopor, las acusaciones en el mundo de la industria cinematográfica, debido sobre todo a la sensación de que gran parte de las mismas son fraguadas desde el rencor, la envidia y los celos, y donde el fraude y la hipocresía son manejadas con la maestría de un ilusionista de cartas. Y es que, con todo esto, como se ha dicho, lo que se acrecienta cada vez más en la opinión de la ciudadanía es que, antes y después de las luces, las cámaras, la acción y el golpe de claqueta, todo vale en la intención de alcanzar sueños, objetivos, presupuestos cinematográficos y mejores papeles en grandes películas.