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La verdadera historia del soldado desconocido: Tardi en rebelión

Alejandro Jiménez Cid
Alejandro Jiménez Cid
Músico y ensayista
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análisis

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¿Qué fue Mayo del 68? ¿Una oportunidad perdida para la revolución, una simple rabieta colectiva, un clamor de libertad, una compartida pulsión de desobediencia? Fuera lo que fuera, no dejó rastros muy apreciables en la ulterior evolución de la sociedad francesa —que se lanzó alegremente por el tobogán dorado del capital y el consumo como si no hubiera pasado nada—, pero sí en sus corrientes de pensamiento crítico y en su producción artística. Especialmente en el cómic. En 1968 el buque insignia de la bande dessinée era la revista Pilote, publicada por Dargaud; haciendo gala de una línea editorial instalada en un plácido conformismo, su propio subtítulo la identificaba como Le journal d’Astérix et d’Obélix. Sin embargo, a raíz de los eventos de mayo, la fiebre generalizada de desafío a la autoridad prendió también en los dibujantes de Pilote, que se rebelaron en masa contra papá Goscinny, su redactor jefe, reclamando mayor libertad creativa y contenidos menos infantiles: “Los niños que ayer nos leían, están hoy en las barricadas”, decía Jean Giraud, a la sazón cabecilla de aquellos autores insumisos que buscaban amueblar la cabeza de sus lectores con algo más que Astérix el Galo y Aquiles Talón. Acorralado, Goscinny accedió a regañadientes a cambiar el rumbo de la revista; y fue precisamente en esta época turbulenta cuando se unió al equipo de Pilote un nuevo fichaje, un joven desconocido de Valence furiosamente comprometido con las causas sociales. Era Jacques Tardi.

Aunque a raíz del 68 Pilote cambió, para algunos no fue suficiente. Hambrientos de libertad, un puñado de autores desertaron de la revista a lo largo de los setenta para embarcarse en sus propios proyectos editoriales, espacios de experimentación donde tendrían carta blanca para expresarse sin miedo a incomodar a nadie. Las nuevas revistas surgidas de este cisma estaban llamadas a revolucionar el lenguaje del cómic: baste mencionar L’Écho des Savanes o Métal Hurlant. Aquellos años de resaca de las barricadas, años marcados por el rechazo edípico a toda autoridad y a todo paternalismo (ya fuera bajo la máscara de Goscinny o del general de Gaulle), dieron al cómic francés su época más vibrante y salvajemente creativa.

También el joven Tardi se sentía castrado por las directrices editoriales de Pilote. El resto de su vida ha guardado un amargo recuerdo de aquellos años de aprendizaje. Aunque hubo de dedicar la mayor parte de su tiempo a ilustrar servilmente guiones ajenos, consiguió publicar en la revista su primera obra verdaderamente personal, Adiós Brindavoine (1973), tras lo cual hizo las maletas y se lanzó a los inciertos pero apasionantes caminos del underground editorial parisino.

La verdadera historia del soldado desconocido —que hoy, casi medio siglo después, Norma publica por primera vez en nuestro idioma— representa en toda su visceralidad este momento de rebelión en la vida y obra de Tardi. Corría el fecundo año 1974; mientras Tardi prácticamente inauguraba con esta obra el catálogo de Futuropolis, Éditions du Fromage sacaba a la luz El empalmado loco de Moebius: dos comics muy diferentes, pero hermanados en su onirismo caótico y en su espíritu provocador. La verdadera historia del soldado desconocido es un manifiesto de insumisión a las pautas que hasta entonces habían encorsetado a la bande dessinée. La industria dictaba que un álbum había de tener una extensión de 44 ó 46 páginas, a color y en formato A4; pues bien, la historia que nos ocupa no pasa de 34 páginas en crudo blanco y negro (nada de grises ni tramas mecánicas), y fue publicada en un formato infolio mucho mayor del habitual. Pero las cuestiones formales eran lo de menos, porque lo verdaderamente transgresor estaba en su contenido: un relato alucinado que Tardi, preso de furor creativo, dibujó sin guión previo, sabiendo tan solo cómo acabaría la historia y dejando que sus propios fantasmas se derramaran desordenadamente por las páginas. Por ellas desfilan todos los motivos que décadas después seguirían obsesionando a Tardi: el París de la Belle Époque, una ambientación de regusto steampunk (avant la lettre), las novelas de Julio Verne, la Gran Guerra y el género policíaco (ese que los franceses llaman polar). Todo ello ritmado por impactantes fogonazos de sexo y violencia.

Confirmando que esta obra es un ajuste de cuentas con sus años en Pilote, uno de los personajes más macabros de cuantos pululan por el álbum es el editor, que actúa como maestro de ceremonias en el carnaval de criaturas de pesadilla que rodean al protagonista, un escritor de folletines enajenado; este, dicho sea de paso, tiene algo de alter ego del propio Tardi, que con las retorcidas tramas de su serie Adèle Blanc-Sec se revelaría como digno sucesor de Ponson du Terrail.

Después de la publicación de tamaña boutade, Tardi siguió dando bandazos por el panorama editorial parisino hasta encontrar su hogar definitivo en Casterman, donde se convertiría en el autor fetiche de la revista (À suivre). Por el camino, fue dejando otras historias menores, como la que completa el álbum publicado por Norma: La báscula de Charlot, un delirio kafkiano que apareció en 1976 en la revista Charlie (entonces aún Mensuel y no Hebdo). El aspecto de su anónimo protagonista, de mirada perdida y sombrero hongo, prefigura ligeramente al inolvidable Arthur Même, de Ici Même (1978-79), la obra serializada en (À suivre) que, atemperando en realismo mágico el rabioso surrealismo de su período experimental, consagraría definitivamente a Tardi.

La verdadera historia del soldado desconocido no es una obra maestra, como Ici Même, ni como La guerra de las trincheras, Calle de la Estación, 120 u otra cualquiera de las obras de plenitud de Tardi. Es una provocación sin filtros, cargada de bilis y mala hostia, cuyo valor es testimoniar un momento bisagra en la carrera del gran historietista. Como tal, se trata de un álbum imprescindible para todo aficionado al cómic europeo interesado por la historia del medio. ¿Y para los lectores curiosos que no cuadran en ese perfil? Bueno, supongo que es recomendable para cualquier adulto sin prejuicios, siempre y cuando se maneje con precaución: sabed que es una agresión, un cóctel molotov en blanco y negro, un último rescoldo del espíritu transgresor de las barricadas del 68. Un eslabón más, en fin, de esa larga tradición literaria, tan francesa, que busca a toda costa épater la bourgeoisie.

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