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La urgente necesidad del coraje civil

«La auténtica esperanza se halla justo al lado de la desesperación»

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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En la actualidad, surge una cuestión que debe ser abordada con urgencia y serenidad por políticos, entidades y todas las personas de buena voluntad. Podemos formularla de manera concisa: ¿Cómo deberían organizarse las diversas formas de comunicación humana, que están bajo la responsabilidad de las estructuras de acogida en las sociedades del siglo XXI? ¿Qué estrategias podrían adoptarse para evitar que el actual clima de «movilización total», que se extiende por casi todos los ámbitos de la existencia humana, resulte opresivo, desmotivador y carente de metas verdaderamente humanas y humanizadoras, y cómo evitar que afecte negativamente los procesos de transmisión y recepción en nuestras sociedades en las primeras décadas del siglo XXI?

Cómo podemos evitar la burocratización, la obsesión por la tecnología, la adoración a la tecnología y el creciente anonimato que observamos en nuestros entornos familiar, social, religioso y político, los cuales dejan su impronta perniciosa y desalentadora en los efectos y afectos de nuestros contemporáneos?  ¿Qué medidas deberían tomarse para frenar el constante y perjudicial aumento del ruido y la agitación, del silencio inarticulado, de la incapacidad para expresar sentimientos, y de la presencia de diversas y sofisticadas formas de violencia? ¿Cómo podemos lograr que en la familia, la escuela, la vida pública y la religión se dé lugar a una desaceleración, reconciliación y pacificación (no en el sentido de la pax americana), que reduzca los ritmos vitales opresivos y permita la búsqueda de una armonía creativa y terapéutica en los corazones, las mentes y las voluntades, creando así un clima de tranquilidad y paz interior que reduzca las tensiones, el desencanto y la beligerancia en la vida pública y privada actual?

Quizás la inercia inherente a nuestra sociedad, y en realidad a todas las sociedades, antiguas y modernas, no nos permite albergar demasiadas esperanzas de poder calmar y conciliar las diversas facetas de la vida cotidiana de los seres humanos que, tanto individual como colectivamente, están sometidas a un ritmo acelerado e ilimitado. Esto se manifiesta a menudo en intensificaciones peligrosas y abruptas de la violencia psicológica y social de nuestro tiempo, que afecta negativamente a la salud individual y colectiva de hombres y mujeres en la mayoría de los estratos sociales. Sin embargo, a pesar de todo, es de suma importancia no dejarse intimidar por las dificultades innegables a las que se enfrentan aquellos que podríamos llamar «herejes» de la modernidad tardía: individuos que, con un coraje civil extraordinario y, por qué no decirlo, un sentido del humor patente, se atreven a cuestionar de manera decidida los dogmas, las ortodoxias y los intereses (frecuentemente de naturaleza exclusivamente económica) de los sistemas políticos, sociales, culturales y religiosos predominantes. 

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1 COMENTARIO

  1. Excelente artículo, aun así siempre me queda la nebulosa de no entender ni saber comprender suficientemente la idea o el mensaje del que escribe, me falta intuición o soy poco ilustrado. Soy de ideas diversas , aveces confusas pero de exposiciones concretas, aveces también algo cobardes y otras no tanto y en estas siempre me quedo » rayado por muco tiempo » .Hace poco en un cara a cara con Feijóo le dije templagaitas y esto no se me borra y no se me borra porque me hubiera gustado concretar y eso no podía ser en ese momento. Es verdad que nos falta coraje y si alguno teníamos nos lo han jo.dido y si alguno hay es en posesión de quien tiene en eso su modo de vivir sin temor a consecuencias negativas, en conclusión, gracias por su artículo que me refrenda que este paso por el mundo es fugaz y sí merece la pena hecharle coraje para cederlo un poco mejor. Feliz día, Caplan.

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