Si el Mar Menor es hoy una laguna muerta, sucia y contaminada es por culpa de las políticas salvajemente neoliberales que el Partido Popular aplicó durante décadas −tozudamente y desoyendo las constantes señales de alerta de los ecologistas−, en la Región de Murcia. Durante años, el PP fomentó y promocionó un modelo económico ultracapitalista salvaje basado en el urbanismo desbocado, los grandes pelotazos inmobiliarios, los extensos campos de golf, la explotación a destajo de los acuíferos y manantiales subterráneos, la permisividad con las grandes empresas contaminantes y la tolerancia con las comunidades de agricultores y regantes, fieles electores a los que a cambio del voto para el partido se les permitía regar las cosechas con casi cualquier cosa, especialmente agua empobrecida con pesticidas y sustancias químicas peligrosas que a menudo iban a parar al mar.

Aquellos que se atrevían a levantar la voz contra ese brutal modelo productivo eran sistemáticamente ignorados, tratados como “progres trasnochados” enemigos de los murcianos o simplemente desacreditados por locos. A su vez, el periodista que osaba hurgar en lo que estaba ocurriendo era extorsionado, silenciado o directamente despedido por orden o consigna de algún mandamás del Gobierno regional con poderes sobre los diarios locales, casi siempre dependientes de las subvenciones oficiales.

El sistema estaba bien montado para acallar cualquier disidencia y cualquier denuncia contra un plan urbanístico millonario bien tramado, contra un complejo residencial sin informe medioambiental o contra una obra ilegal a pie de playa. Todo eso ha estado ocurriendo en Murcia y Cartagena, donde ahora miles de personas se echan a la calle en masivas manifestaciones exigiendo una solución para un Mar Menor cuya flora y fauna agoniza moribunda. Lógicas protestas ciudadanas que servirán para poco, ya que el daño está hecho y lo que antes era un paraje natural único y edénico en Europa se ha transformado sin remedio en una inmensa sopa verde, un pantano maloliente, un inmenso vertedero marino de peces muertos.

¿Cómo fue posible tal hecatombe? Sin duda, todo lo que ocurre en el mundo, bueno y malo, puede atribuirse a la política. El origen del apocalipsis hay que buscarlo en aquel nefasto discurso imperante del PP que decidió anteponer el dinero fácil y la corrupción a toda costa a las políticas verdes, un programa político que toleró y amparó a los delincuentes medioambientales, ya fuesen grandes empresarios, constructores o sindicatos de agricultores amigos del régimen. Sin duda, en todo ese desastre habría que adjudicar su parte alícuota de responsabilidad a la Justicia murciana, que no ha estado a la altura. Y ahí habría que incluir a aquellos jueces y fiscales que, cediendo al chantaje y a las “amistades peligrosas” con los de arriba, a menudo ordenaban archivar casos de flagrante delito ecológico sin indagar demasiado en el asunto o se mostraban indulgentes con quienes los cometían.

Lo más terrible de todo es que ese discurso antiecológico o cómplice con quienes han estado cargándose la naturaleza durante todos estos años apenas ha cambiado una sola coma en nuestros días. Es verdad que los personajes son distintos, pero las palabras siguen siendo las mismas. Ayer, por ejemplo, el alcalde de Madrid, el popular José Luis Martínez-Almeida, arremetía contra los “apologetas de Madrid Central” (el plan de Manuela Carmena para acabar con la contaminación) durante un acto en la Castellana con motivo de la celebración de la Cumbre del Clima. El edil popular acusó a los defensores de Madrid Central de querer ocultar que, según él, la medida ha sido un fracaso. “Madrid 360 [la propuesta alternativa del alcalde madrileño] es superior. Un dato que se oculta por los apologetas de Carmena es que no ha disminuido el tráfico en el conjunto de la ciudad, y queremos que eso disminuya”, alegó el primer edil. Según los datos que maneja el alcalde, “los resultados de Madrid Central no han supuesto una disminución de la contaminación en los términos que se planteaban, ya que en 2019 se ha reducido menos de lo que se reducía en los ocho años anteriores”.

Es evidente que el alcalde no dice la verdad, ya que todos los informes científicos basados en las estaciones de medición demuestran que mientras estuvo en vigor Madrid Central el plan fue eficaz y logró reducir hasta en un 40 por ciento las emisiones tóxicas. Pero, una vez más, el PP sigue jugando con la ecología, con la salud de las personas y con el futuro del planeta en la proporción de responsabilidad que le toca. Es la misma estrategia de siempre al servicio del gran capital y de la corrupción; la misma demagogia barata, la misma mentira retórica y la misma manipulación de los datos que emplearon aquellos viejos políticos del PP murciano que hace veinte años, cuando diseñaron el futuro de su región, decidieron mirar para otro lado por intereses económicos y dejar que el Mar Menor empezara a llenarse, palada a palada, y gota a gota, de basura y veneno.

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