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La prensa internacional difunde las imágenes de los botellódromos de Ayuso que pueden arruinar el turismo

Reino Unido aconseja no viajar a nuestro país por el elevado riesgo de contagio

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análisis

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La prensa internacional no para de hablar de Isabel Díaz Ayuso, la “trumpita” europea que va a su aire. El botellódromo (más bien tontódromo) en que se ha convertido el Madrid libertario de la presidenta popular no está pasando desapercibido para los medios extranjeros, que dedican amplios espacios a esa España que naufraga en un miasma de virus, enfermos y ruina económica mientras sus ciudadanos se lo pasan en grande en una yinkana de cubatas de todos los sabores.

La agencia de noticias norteamericana Associated Press ya califica a España como “un oasis de diversión en el desierto de restricciones de Europa” y a Madrid como esa ciudad donde los jóvenes buscan “diversión ilícita y clandestina a través de los servicios de mensajería”. El reportaje añade que “están ansiosos por divertirse como no habían podido hacerlo durante meses en casa bajo estrictos bloqueos” y compara el desmadre a la española con las medidas severísimas que se están tomando en Alemania y Francia, por ejemplo, donde rige un toque de queda nocturno con el cierre total de bares y restaurantes.

Por si fuera poco, el Financial Times denuncia que el mayor error cometido por España ha sido el descontrol de los brotes y recuerda que la mayoría de las comunidades autónomas abandonaron las restricciones de las fases de desescalada marcadas por el Gobierno central sin estar preparadas para afrontar un nuevo aumento de casos ni tener el personal suficiente para realizar la vigilancia, rastreo y seguimiento de contagios y contactos estrechos.

El asunto es de la máxima gravedad, ya que nos estamos jugando la campaña turística y la salida de la recesión. De alguna manera, la imagen de la ácrata y jaranera Villa y Corte de Ayuso se ha terminado identificando con la del resto del país y esa simbiosis fatal puede arrastrarnos a todos al desastre. El retrato como país que proyectamos al exterior es totalmente distorsionado e injusto, ya que si bien es cierto que en la metrópoli castiza se vive “a la madrileña”, es decir, con faldas y a lo loco y en plan carpe diem suicida, otras comunidades autónomas como Valencia están haciendo las cosas bien para controlar la pandemia y poder recibir a los visitantes extranjeros en condiciones sanitarias de seguridad.

Justos por pecadores

Pese a que el líder valenciano, Ximo Puig, ha hecho los deberes y ha logrado situar a su región entre las que presentan mejores tasas de contagio de toda Europa, los tabloides británicos ya han puesto sus motores y rotativas a pleno rendimiento para propagar la leyenda negra de la gripe española, transmitiendo la sensación de que Madrid es España y España es Madrid, tal como sugiere Ayuso, una nefasta identificación que mete a todos los territorios en el mismo saco y que obliga a pagar a justos por pecadores.

En este caso la pequeña pecadora pandémica no es otra que Isabel Díaz Ayuso por su permisividad con la plaga, su negligencia en la gestión y su descabellado discurso de todos a la calle, libertad libertad, que aquí no pasa nada y el virus es cosa de Sánchez, que es un triste.

Tal como era de esperar, tras leer los titulares amarillos del Sunday Times, a Boris Johnson le ha faltado tiempo para levantar el teléfono y decirle a su flotilla de corsarios, agencias de viajes y turoperadores que informen a los ciudadanos británicos de que España es un destino peligroso, de modo que no deben desplazarse a nuestras tierras tifoideas bajo ningún concepto. Ya se sabe que Johnson es el nuevo Drake de la reina Isabel, un supremacista blanco que no parará hasta robarle todo el oro turístico a los morenos ibéricos del sur.

Ya en los Episodios Nacionales Pérez Galdós escribía “que es la Inglaterra, esa puerca, ya lo sabe usted, a quien dan el mote de la Pérfida Albión”, y desde entonces los ingleses no han parado de tocarnos los peñones. Pero en este caso habría que decir, en descargo del Imperio de su Majestad, God Save de Queen, que los culpables de nuestra ruina como país no son los británicos, sino que nosotros mismos no hemos metido, por nuestro cainismo, ciego apasionamiento y falta de cultura democrática, en esta charca cenagosa hirviente de virus. El daño que está haciéndole Ayuso a España promoviendo su disparatada idea de un Madrid de charanga y pandereta en medio de una pandemia devastadora es tremendo.

De momento, otros países ya sopesan seguir los pasos de Downing Street y colgarle a los españolitos vividores y flamencos el sambenito de alegres borrachos apestados a los que conviene no acercarse demasiado. La idea de que con la paella y la jarra de sangría va también una pizca de azafrán coronavírico se está difundiendo de forma imparable por todo el viejo continente y aún más allá. A nadie se le escapa que si termina cuajando el rumor de que España es un destino letal para los turistas, podemos darnos por muertos, ya que dependemos absolutamente de los meses estivales para salir de la crisis monumental y reactivar el crecimiento económico.

La historia es un entramado complejísimo de circunstancias, coyunturas y decisiones tomadas por hombres y mujeres y ahora quizá estemos ante uno de los momentos más delicados y cruciales. Si los hoteles se llenan de guiris, tendremos una segunda oportunidad; si se vacían por el miedo y la alarma social que se difunde desde los medios londinenses, nos quedaremos con una mano delante y otra detrás, como los desarrapados de Europa en medio de un solar cuarteado de miseria. Es así de sencillo, así de duro y así de cruel.   

La prensa mundial ha calado a Díaz Ayuso, le ha pillado el juego y el truco, que no es otro que dar pan y circo y un discurso de falsa libertad que a fin de cuentas supone una invitación al suicidio colectivo solo para mantenerse en el poder a toda costa. Luego, cuando llegue el verano y las playas se queden desiertas debido al espanto de los europeos ante la leprosería española, IDA siempre le puede echar la culpa al comunista Sánchez. O a los ingleses, que nos tienen manía. Gibraltar español.

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