El secretario general de la ONU, António Guterres, ha condenado el bombardeo de la coalición liderada por Arabia Saudí que este jueves mató a decenas de niños en Yemen, y ha demandado una investigación “independiente y rápida” sobre lo ocurrido.

Medio centenar de personas, entre ellas al menos 29 niños de entre 10 y 13 años, murieron en el ataque, que tuvo lugar en la provincia septentrional de Saada, feudo de los rebeldes hutíes. La coalición que lidera Arabia Saudí justifica la acción y sostiene que en los tres autobuses atacados viajaban «combatientes hutíes».

Los hechos son que este tipo de acontecimientos son el pan de cada día para los yemeníes, y una condena de la ONU no sirve para frenar la escalada de violencia. Apenas han pasado unos meses desde que un vídeo de un pequeño yemení se abrazaba al cadáver de su padre, un momento que se hizo viral y que sirvió para sacudir conciencias en medio planeta.

El movimiento de liberación de Yemen viene de lejos, y con él el sufrimiento de un pueblo. El conflicto de la región tiene sus orígenes en un levantamiento que siguió a la Primavera Árabe, en 2011, que forzó al entonces presidente Ali Abdullah Saleh, a entregar el poder al vicepresidente, Abd Rabbu Mansour Hadi.

La transición política, que se suponía iba a llevar estabilidad al país, fracasó y provocó una complicada lucha de poder entre los simpatizantes de Saleh, el movimiento rebelde de los hutíes, y las fuerzas de Hadi.

Saleh, que había gobernado Yemen durante más de 30 años, se unió a los hutíes para expulsar a Hadi de la capital, Saná. Desde 2014, Saleh y los hutíes controlaban la capital. Pero a principios de diciembre esta alianza colapsó y culminó en la muerte de Saleh.

Ahora ya no es únicamente el conflicto lo que tiene a los yemeníes postrados. También el hambre. Según las organizaciones internacionales, 20 de 22 provincias, o sea, «casi dos tercios de la población sufren de una hambruna y necesitan la ayuda urgente para salvar vidas, así como para mantener los medios de existencia”, según un informe de la ONU.

Una situación terrible y extrema que no despierta la compasión de todos. A pesar de estar en conversaciones con la primera ministra británica Theresa May, Donald Trump, presidente de Estados Unidos, sigue haciendo oídos sordos al dolor del pueblo yemení. Trump ha apoyado sin tapujos la coalición de Arabia Saudí, al negarse a vender armas a Yemen, alargando innecesariamente el conflicto.

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