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La noche en la que CARLOS ALCARAZ jugó como si fuera EL mismísimo DIABLO

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análisis

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Se le cuadra la mandíbula, la proyecta hacia delante.

-Te voy a partir en dos, capullo.

Lo piensa, pero no lo dice porque es un chico educado, muy educado.

Carlos Alcaraz es capaz de ser perfectamente dueño de sí mismo.

Así que únicamente lo piensa y no lo dice, pero por supuesto: se le nota con toda claridad. Perfectamente.

-Tsisipas, capullo, eso no se hace, voy a partirte por la mitad.

Le ha remontado un set al jugador griego que estaba convencido de que ya iba a caer de su lado. Y Stefano Tsitsipas es mal perdedor, muy mal perdedor.

Sólo los reflejos casi inhumanos de Carlos Alcaraz hacen que la pelota lanzada con toda la mala leche del mundo contra el cuerpo del jugador del Palmar no alcance su objetivo. Esquiva la pelota. Y los ojos se le llenan de rayos, la mandíbula se le cuadra y tensa y siente dentro de si la potencia y la ira del diablo.

Y si hubieran estado en la calle… Pero no están en la calle. El tenis es un deporte de caballeros. Alcaraz es un caballero, pero acaba de cuadrar la mandíbula y echarla hacia delante.

-Te vas a enterar, tío.

Y vaya si se entera TSITSIPAS:

PARECE UN NIÑO PEQUEÑO Y MEDIO TONTO JUGANDO CONTRA SUPERMAN AL TENIS.

A Alcaraz le entra todo, punto tras punto. Juego tras juego. Hace cosas imposibles. Los comentaristas se quedan pasmados. Patidifusos.

Flipándolo. Son comentaristas que llevan años y años y más años en la profesión, que tienen el culo pelado de comentar partidos de tenis, y no se lo pueden creer.

Llegan a decir: NUNCA HABÍAMOS VISTO JUGAR AL TENIS ASÍ.

Nadie había visto jugar al tenis así a nadie. Nadie. Hasta esa noche en Barcelona, cuando Carlos Alcaraz se contuvo y para no clavarle un derechazo en el hígado a Tsitsipas se vio obligado a convertirse en EL MISMÍSIMO DIABLO, en alguien CAPAZ DE LO IMPOSIBLE.

Fue increíble, inenarrable, ver cómo machacaba el tipejo que se había atrevido a faltarle al respeto intentando pegarle un pelotazo. Maravilla absoluta. Inolvidable.

QUÉ NOCHE LA DE AQUEL DÍA: se merecería una canción como la del mismo título que hace años escribieron los Beatles. En el Godó de Barcelona.

Esos cuatro juegos -imposibles y magistrales al mismo tiempo- con los que enseñó modales a Tsitsipas el gran Carlos Alcaraz. Su alegre sonrisa de dieciocho años. La figura del momento. Desde aquí le damos las gracias por el espectáculo y le ofrecemos nuestro incondicional aplauso.

Bravo.

Tigre Tigre

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1 COMENTARIO

  1. No me ha gustado nada el lenguaje que el autor del artículo supone en Alcaraz. El deporte es sana competitividad, nunca debería ser desprecio o falta de respeto al rival.

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