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La mujer que vaticinó Concepción Arenal hace 150 años

La publicación de ‘La mujer del porvenir’ en 1869 marcó una fecha clave en la lucha hacia la igualdad gracias a este tratado sobre la lacerante situación de la mujer en España

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análisis

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Cuando en la segunda mitad del siglo XIX en España ser mujer y estudiar era una vocación de alto riesgo que podía llevar aparejada la condena social al ostracismo y el vilipendio, una mujer ferrolana nacida en 1820 llegó a estudiar Sociología, Historia, Filosofía y también idiomas. Incluso tuvo que echar mano de la imaginación y del disfraz de varón para poder culminar sus deseos, inaccesibles e impensables para la moral de la época.

Hoy, que la mujer vive inmersa en la revolución de la cuarta ola del feminismo, echa la vista atrás y ve en Concepción Arenal (1820-1893) un emblema a imitar por todo lo que representó en la lucha por la igualdad en pleno siglo XIX, cuando la mujer apenas tenía un papel circunscrito a las tareas del hogar, la procreación y el cuidado de la prole. Su pundonor, su entrega y su actitud ante la adversidad y la injusticia la sitúan como un icono a imitar por generaciones venideras.

Nórdica Libros rescata ahora, en una preciosa edición ilustrada por Antonia Santolaya y prologada por Anna Caballé, La mujer del porvenir, escrito por Arenal en 1869. Estamos ante un tratado fundamental para entender el papel que debía tener y no tenía la mujer en el siglo XIX en este país. Esta edición incluye también otro ensayo, La mujer en su casa, de 1883, donde la autora revisita sus reflexiones iniciales de La mujer del porvenir y les da una nueva vuelta de tuerca con un punto de vista más maduro.

Abordar la lectura de estos dos tratados sobre la situación de la mujer deben servirnos hoy, en pleno auge del movimiento feminista y de lucha hacia la igualdad, para tomar en consideración la fuerza e importancia que esta pionera tuvo en registrar las lacerantes desigualdades de género que perpetuaban a las mujeres, hace poco más de un siglo, al furgón de cola de las prioridades de la sociedad del momento. Del mismo modo, sirven para trazar en perspectiva todos los logros sumados en tan corto espacio de tiempo, apenas un siglo, aunque el camino hacia la meta final aún se antoja muy largo, incluso hoy día en pleno siglo veintiuno.

Injusta inferioridad al varón

Como constata Anna Caballé en el prólogo de esta edición, La mujer del porvenir da fe de una doble realidad: “a) constata la desigualdad que sufre la mujer en todos los ámbitos de la vida y del conocimiento y b) esa desigualdad, fruto de su consideración como un ser inferior al varón, no es justa, es decir no es fruto de una verdad de la naturaleza, sino de una sistemática marginación”.

Arenal fue nombrada en 1864 visitadora general de prisiones de mujeres y colaboró con Fernando de Castro, pedagogo impulsor de las instituciones para la enseñanza universitaria de los pobres, en el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, que se convertiría en el germen de otras iniciativas posteriores para incluir a la mujer en los planes de enseñanza como medio fundamental para alcanzar la igualdad de derechos con respecto a los hombres.

La visión valiente y lúcida de estas desigualdades en palabras de Arenal tiene momentos verdaderamente brillantes y asombrosos para la época en la que fueron publicados. Así, por ejemplo, en el capítulo 6, referido a las “Consecuencias para el hombre de la supuesta inferioridad de la mujer”, la pensadora gallega resalta: “Con decir que la mujer es la compañera del hombre; que, hija, madre, esposa, hermana, marcha con él por el camino de la vida; que unidos arrostran sus borrascas y atraviesan sus desiertos, parece que se ha dicho que el hombre está interesado en que esa criatura que ha de ir con él, de la que no puede separarse, sea todo lo fuerte, todo lo perfecta, todo lo parecida a él que fuere posible, para que le ayude más, para que le comprenda mejor y, en fin, para que su compañía en muchos casos no le deje enteramente solo. Esta verdad es tan clara, que no debería necesitar explicación alguna; pero como el hombre parte, para formular sus opiniones y sus leyes, de los errores opuestos, necesario es combatirlos por su propio bien, que desconoce”.

En una declaración de intenciones tan valiente o más que el resto de su libro y dirigida “al lector”, Arenal no esconde que siente temor a que este reciba su rompedor tratado de una manera “hostil”, de ahí que no sea capaz de llamarlo de antemano “amigo”. Palabras mayores. Pese a ello, prosigue su andanada: “Los que se dirigen a ti, suelen tener la idea de atraerte a su creencia, a su opinión; mis pretensiones son más modestas: no intento persuadirte ni convencerte”. El gran objetivo de Arenal en este sentido se limita a que surja la duda en ellos, que lean este magnífico documento premonitorio y duden de sus principios aceptados de antemano sin ningún tipo de filtro reflexivo. “Toda mi ambición se limita a que, al concluir estas páginas, dudes y digas, primero para ti y después para los otros: “¿Si tendrá razón esta mujer en algo de lo que dice?”.

Hombres de 2020: ¿tienen ya la respuesta a esta sencilla pregunta? Aquella mujer del porvenir de la que hablaba Concepción Arenal es hoy ya, al fin, presente. Han quedado por el camino infinitas frustraciones y luchas sin resultados visibles, pero hoy, afortunadamente, esa mujer del porvenir es ya la mujer de hoy.

 

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