viernes, 26abril, 2024
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La moderna austeridad que inventó Berlinguer

Francisco Javier López Martín
Francisco Javier López Martín
Licenciado en Geografía e Historia. Maestro en la enseñanza pública. Ha sido Secretario General de CCOO de Madrid entre 2000 y 2013 y Secretario de Formación de la Confederación de CCOO. Como escritor ha ganado más de 15 premios literarios y ha publicado el libro El Madrid del Primero de Mayo, el poemario La Tierra de los Nadie y recientemente Cuentos en la Tierra de los Nadie. Articulista habitual en diversos medios de comunicación.
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El 25 de mayo de 1922, hace 100 años, nacía en Cerdeña un hombre que iba a morir joven, a los 62 años, pocos días después de sufrir una hemorragia cerebral que le obligó a abandonar un mitin que pronunciaba en Padua. Aquel hombre era el Secretario General del Partido Comunista Italiano (PCI), Enrico Berlinguer.

Hace un par de meses, mi amigo Antonio Ortiz Mateos me mandaba un escrito que había colgado en su blog de la Casa Vecinal de Tetuán, al que han llamado Los Cordeles de la Dehesa. El título del artículo era La austeridad y recogía la intervención de Enrico Berlinguer presentando las Conclusiones sobre los trabajos de la Convención de Intelectuales, allá por 1977.

Estamos hablando de un discurso pronunciado ante militantes comunistas, hace ya 45 años, por un Berlinguer que debía tener unos 55. Un discurso que se anticipa con mucha antelación a los discursos que hoy pronuncian jóvenes como Greta Thunberg, las confesiones de un ecologistas en rehabilitación como Paul Kingsnorth, el propio Secretario General de la ONU, o el Papa Francisco en su encíclica Laudato sí.

El mensaje es claro, no sabemos si es posible a estas alturas contener el cambio climático, ni si podremos contener la destrucción de la Naturaleza, ni si será posible evitar la extinción de la especie humana, pero aún así debemos actuar de forma decidida para ralentizar el avance de la destrucción y darnos una oportunidad para sobrevivir.

Esto mismo, salvadas las distancias de los tiempos y los lenguajes cambiantes, es lo que plantea Enrico Berlinguer en su discurso de la Austeridad, sobre el que mis amigos de la Casa Vecinal han organizado un debate con el que fuera alcalde de San Fernando de Henares y diputado Julio Setién.

Porque éste ha de ser el debate que protagonice el futuro de nuestras sociedades, precisamente si queremos tener futuro, en un planeta que tiene ya 8.000 millones de habitantes. Los momentos que vivimos tienen sus similitudes y sus distancias con respecto a los que vivían Italia, Europa y el mundo en 1977. La crisis del petróleo trajo un cambio tan brutal como el que hemos vivido a partir del estallido de las hipotecas basura en 2008.

El sistema político y económico se encontraba empantanado y no había salidas y soluciones sencillas, ni fáciles, pero toda la sociedad, la ciudadanía, los partidos, los sindicatos, querían volver a toda costa a ese escenario de crecimiento imparable y consumo en ascenso sostenido.

No quisimos escuchar a un extemporáneo, heterodoxo y hasta hereje Berlinguer, embarcado ya en el camino democrático hacia el socialismo, al que llamó Eurocomunismo y en el que participaban otros partidos comunistas como el de España y Francia.

El discurso de Berlinguer quería resaltar el esfuerzo realizado por el PCI para avanzar hacia la transformación de la sociedad sumando los esfuerzos de los intelectuales, la cultura, los obreros, los campesinos, los jóvenes. Y todo ello para aprender a vivir en la austeridad.

Berlinguer concibe la austeridad como la forma de superar el capitalismo y sus desastres. No la austeridad del austericidio reciente cometido por las autoridades europeas durante la pasada crisis, que deprime la economía y facilita la represión política, sino la austeridad que debe permitir encontrar nuevas maneras de vivir en sociedad, sin perder libertad, ni derechos.

Los cambios que se plantean no son fáciles, no están carentes de riesgos, tanto en el interior de los países, como en las relaciones internacionales. No se trata de una tarea que deba interiorizar, asumir y desarrollar la izquierda exclusivamente, sino de una tarea que deben asumir otros sectores y capas de la sociedad, otras tendencias ideológicas y, desde luego las formaciones de inspiración cristiana.

Pero Enrico Berlinguer no se conformaba con formulaciones generales, quería bajar a lo concreto, a lo inmediato, valorar las transformaciones necesarias en cada sector económico, en la fiscalidad, en la educación de las personas para afrontar el reto de la austeridad, con la ayuda de todos los sectores de la sociedad. A esto le llama Berlinguer patriotismo, a esto le llama comunismo, a esto le llama libertad.

Cuando compruebo cómo hace 45 años alguien formuló propuestas como ésta de la austeridad, que entroncan con los modernos planteamientos que afrontan los retos del cambio climático, me siento orgulloso de la herencia que nos dejó el Partido Comunista Italiano, liderado en aquellos días por un hombre como Enrico Berlinguer, capaz de plantear esfuerzos gigantescos, pensar en el bien común.

Lo comparo con la práctica habitual de muchos líderes actuales, solo atentos a lo que se puede, o no, decir en función de las encuestas, o de la cercanía de las citas electorales, obsesionados con no molestar a los de dentro y tiemblo y me desconcierto por la usencia de ese tipo de personas, ahora que son más necesarias que nunca. La ausencia de aquel sardo honesto y valiente llamado Enrico Berlinguer.

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