“El PP no ha sido condenado por financiación ilegal; en España el único partido condenado es el PSOE”, ha dicho Pablo Casado en una reciente entrevista. Falso, cuando se juzgó el caso Filesa en 1997 ni siquiera existía el delito de financiación ilegal y el proceso recayó sobre unos cuantos políticos socialistas. Otra mentira: “El supuesto de aborto más habitual en España es el que sucede en el tercer hijo en un matrimonio o pareja de hecho. Es decir, en España el aborto se está utilizando como una herramienta de conciliación y esto es brutal, es extremadamente duro”, asegura Javier Maroto por imitación de su jefe. También falso. El 45,8 por ciento de las mujeres que abortan en nuestro país no tiene ningún hijo. Es más, según los informes de todos los organismos competentes en la materia, tres de cada cuatro mujeres desean  tener al menos dos hijos, pero no pueden por problemas económicos y otras razones entre las que la conciliación laboral no es un factor importante.

Discursos falaces de este tipo se repiten a diario y con impunidad en la vida pública española, hasta tal punto que el embuste, la patraña, la falsedad, se ha instalado descaradamente en el programa político de las derechas. Decía Bismarck que “nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería”. Y es cierto. Nuestro país vive en constante campaña electoral, en perpetua guerra de todos contra todos y en una eterna cacería del hombre, en este caso de Pedro Sánchez, cuya cabeza quieren colgar en el club taurino del Partido Popular. Quizá por eso, porque estamos en un momento de máxima propaganda, en tiempos prebélicos y en medio de una violenta batida cinegética contra el rojo masón, la prodigiosa maquinaria de la mentira está funcionando a pleno rendimiento en Génova 13.

Casado, que ya solo piensa en clave de cómo remover las vísceras del personal para captar votos, le ha copiado la estrategia a los ultras de Vox. El líder del Partido Popular cree que el truco le dará resultado, el problema es que Santiago Abascal miente mucho mejor que él y por ahí tiene perdida la partida de mus entre tahúres. Es evidente que el líder de Vox ha dado con la tecla de la mentira y miles de españoles ya tienen decidido que van a comprar todo el pack (defensa de la unidad de España, antifeminismo machista y xenofobia) en las próximas elecciones. A fin de cuentas, en este mundo cada cual es libre de tragarse la trola que quiera, igual que cada uno es libre para matarse con tabaco negro o rubio o a lingotazos de orujo malo, como mejor prefiera. Sin embargo, a Casado se le transparentan las intenciones cuando miente porque le entra esa sonrisilla tonta, nerviosa y pecaminosa de alumno de colegio mayor que ha fumado a escondidas en las letrinas y que le delata a la primera. Casado sonríe demasiado y alguien que sonríe mucho no puede mentir con garantías ni es un auténtico profesional de la mentira, como puede llegar a serlo Abascal, que tiene más madera para el negocio del montaje y el bulo mediático. Mentir con rigurosidad, con pericia y competencia exige mucho talento o al menos dedicarle horas de estudio. Para mentir hay que servir, o al menos echarle codos, y no vemos a Casado muy empollón que se diga, sino más bien con ganas de llegar al poder cuanto antes y a costa de lo que sea, incluso con 80 diputados si es preciso, encabezando un ‘trifachito’ improvisado y comprando el título de presidente del Gobierno en el Rastro de Madrid.

Casado pretende llegar a la Moncloa a golpe de cuentos y ficciones, y para ello ha organizado una gran manifestación ciudadana contra el “traidor y felón” Sánchez, que según él está dispuesto a vender España a los indepes. Otra mentira más. Sánchez no puede vender España a Puigdemont ni a nadie porque España no le pertenece y además se lo prohíbe la Constitución. No vamos a recurrir aquí a la manida cita de que una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad, como decía Goebbels, ni a aquello de que las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña, como pensaba el tirano genocida Hitler que vuelve a estar de moda. Pero conviene recordar que Casado ya está en ello: en la propaganda barata, en la bola y el embuste para agitar a las masas, una técnica política tan vieja como el hilo negro. En la manifestación patriótica del domingo, con la que algunos de sus barones moderados no están de acuerdo por lo que tiene de giro demasiado ultra, el presidente del PP se lo jugará todo a cara o cruz, a todo o nada. A su lado, codo con codo, estará Abascal, que en el póker de la mentira se mueve mucho mejor que él. De hecho, el líder de Vox ya se está frotando las manos con el granero de votos que se derramará en Colón. Raro será que no lo desplume.

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