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La libertad pública

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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Leyendo a Arendt.

En la modernidad, la política tiene una carencia que podríamos denominar el tesoro perdido: la libertad pública. Está visión inaugura un territorio nuevo para repensar la especificidad política, la acción y la libertad pública que nada tiene que ver con la cuestión social ni con su solución.

Pensar la política es pensar este espacio de apariencias. La posibilidad de ser visible, ser audible, es lo que nos permite identificar un espacio público.Por eso el coraje, decían los griegos, es una de las virtudes de la política, es decir atreverse a actuar en público. La política tiene que ver con la pluralidad de perspectivas,la política tiene que ver con el espacio entre nosotros, que nos permite ver el mundo desde perspectivas diferentes. En este espacio de apariencias cualquier tentativa de llegar a consensos definitivos, cualquier tentativa de unanimidad es la eliminación de la política. Pertenecer a una comunidad política es tener un mundo común, no compartir una visión del mundo, sino compartir un mundo.  

La desaparición de principios últimos obligaba a fundamentar un cuerpo político que garantizase el espacio en el que la libertad pudiera manifestarse. Aquí la libertad no se trata como un atributo del pensamiento o de la voluntad. La libertad, en tanto que realidad política, no está indicando unas condiciones o atributos relativos a un individuo para ser considerado libre, sino unos prerrequisitos del ámbito público. La libertad política se da como realidad cuando los individuos tienen la posibilidad de aparecer y de distinguirse en un espacio de una comunidad por medio de la palabra y de la acción.

Ser libre y actuar son una y la misma cosa, de modo que la libertad se convierte en un atributo de la acción y por extensión del espacio donde es posible la acción. La esfera público – política, es la esfera del estar en común, y no porque los que en ella habitan tengan un único y común objetivo, sino fundamentalmente porque todos los que en ella participan tienen algo en común: comparten el mundo. En la esfera pública secularizada, el mundo es el espacio que hay entre los hombres, y no hay que olvidar que el mundo no sobrevive a la realidad del movimiento que lo genera: no sólo se desvanece cuando los humanos desaparecen, sino también con la desaparición de sus acciones.

Una de las acciones fundantes de la libertad politica, de la libertad pública, es el acto de prometer que es un “acto de habla performativa” que, en el momento de ser pronunciado, da lugar a algo que no existia con anterioridad. La promesa es ejemplo de acción política dada su capacidad de añadir algo nuevo al mundo, así como una de las vias para dar estabilidad. Las promesas, los pactos y los contratos mutuos, son islas de seguridad en este océano de inseguridades.

Para tener éxito, las promesas en política requieren espectadores, (es decir, deben ser presenciadas, juzgadas y recordadas) si deben dar lugar a algo que no existiera con anterioridad. Así, y en la medida en que cierto “acto de habla performativa” y de escritura constituyen una suerte de acción, cabe la posibilidad de considerarlas como fuente de autoridad o como origen de un nuevo orden político.

Hay acciones que sólo se pueden realizar a través del lenguaje, en un espacio público. Pero también sabemos que el espacio político no tiene que ver con la cuestión social ni con su solución. Por ello sabemos que no se puede mejorar la vida de los pobres declarándolos ricos, pero hay que advertir que para la política son más importantes las palabras y su uso que todas las demás armas.

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