viernes, 26abril, 2024
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La era de la dispersión

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Nadie piratea nada, pero como todo el mundo sabe: tener un disco duro lleno de películas no significa que las veas, y lo que es peor: hay quien sigue acumulando más, y más… Quizá pueda ser ésta una de las mejores metáforas del nuevo concepto del conocimiento. Las generaciones recientes saben que tienen a su disposición en tiempo real toda la información que deseen, por ello la Gran Mentira no es manipular la información, eso es demasiado burdo (aunque no descartable, aquí viene lo de las «noticias-fraude» o la «post-verdad», Rusia, Trump, Brexit…), sino crear una realidad accesible que nos condicione la búsqueda, esto es: colocarnos la zanahoria oportuna para que recorramos el camino que interesa.

Podríamos definir a una persona autónoma como aquélla que posee un criterio propio para determinar sus deseos, sus gustos y sus ideas en confrontación pragmática con el exterior. El culturalismo (camuflaje pseudosabio), la debilidad psicológica (incentivada por las oleadas de modas consolidadas por los Media), la falta de datos claros y distintos (apuntalada por una Enseñanza muy pobre que jamás vincula conocimiento con emoción, o eres erudito a la violeta o deficiente sentimental), nos convierten en víctimas de espejismos informativos, perdemos la noción inmediata de lo que nos rodea para angustiarnos con entes imaginarios de los que sólo tienen noticia algunos gurús que se ofrecen para intermediar entre nosotros y ese más allá: e igual que en la religión (espanto criminal disfrazado de piedad), cedemos nuestra vida a los designios de estos seres divinos que alguien dice haber visto, en un ejercicio de fe que raya la bobería más solemne.

Me centro. Hablaba esta mañana con un profesor de Historia de currículum brillante, Alejandro Cortés Rivas, y entre risas y café me decía: 12 de noviembre, 1.200 personas votan presentarse a las elecciones del 21D en la CUP, 3.800 participantes votan romper el pacto de la BC de Colau con el PSC de Iceta en el Ayto. de Barcelona, en Sevilla 3.830 personas votan para elegir al nuevo Hermano Mayor de la Hermandad de la Macarena (mientras respiraban las miasmas de Queipo: Zoido, Arenas…). En Sevilla viven 700.000 almas, en Barcelona 1.610.000 y en Cataluña 7.500.000, el juego conceptual gregarista sin embargo nos convencerá de la “legitimidad” (palabra de moda para evitar “legalidad”) de las cifras primeras para decidir el futuro de la capital catalana o la posibilidad de otra DUI (¿se puede uno declarar dos veces independiente de lo mismo?) que condicione la vida de Cataluña o España o Europa, el Mundo o el Universo…

Estoy ironizando, pero creo que un sano escepticismo nos ayudaría mucho en nuestra convivencia. No podemos confiar a las ilusiones el fundamento de nuestra relación con los demás y menos cuando no sabemos realmente qué tenemos delante. Esa ventana a la Red no nos muestra qué hay más allá como fanal que nos separara de la realidad; ese vano es una pantalla donde nos enseñan material rodado, fruto (cuando no de la construcción consciente) de un caos que refleja los intereses de la sociedad en que vivimos. Ése es el problema, el espejismo en el que vemos nuestras ideas cual relevantes, como si le importáramos a alguien (a veces ni a nuestros más cercanos), como si nuestras ideas tuvieran un significado seguro para los demás. Esta mónada, a diferencia de la leibniziana, nos muestra un mundo de dibujos animados en el que somos un personaje… la Gran Mentira…

A mí me ha dejado de preocupar, en estos días, la dialéctica conservadurismo-progresismo, me asusta mucho haber descubierto que detrás de mucha democracia aparente lo que hay es la pugna final totalitarismo o tolerancia; cuando uno cree que sus aspiraciones son las correctas (solemos decir «normales») y que el coste para llevarlas a cabo es un daño inevitable: es un totalitario y un antilibertario, un fascista porque emplea la libertad para imponerse a los demás, la inversión de los valores, eso es el fascismo, conseguir la armonía social exterminando a los distintos…

Juan Ramón Jiménez fue uno de los primeros intelectuales en postularse como defensor del orden legal de la Segunda Republica. Se marchó de España inicialmente no por el franquismo sino por esos mismos a los que defendía con el riesgo de todo lo que había significado su vida… a punto de morir dos veces por el Madrid republicano, aceptó la invitación del Gobierno para marcharse con la condición de no suponer una peseta de gasto para la defensa de las libertades republicanas… después casi nunca ha entrado en ese paraíso de los héroes antifranquistas reservado para la mitología rojeras.

Cada vez más afianzado en mi intelecto, menos seguro de nada cada vez: entiendo la actividad política, intelectual, autolimitada por el abuso en los otros, siempre intolerable; yo soy de izquierdas, entiendo injusto el sistema en el que vivo y alienante y todo eso, pero ¿me sentiría legitimado a ejercer violencia alguna por esa injusticia que constato? Es muy fácil marcar al enemigo en los videojuegos… El ejercicio político no puede ampararse en el mesianismo; ver a los neofascistas ejercer como tales (¿neo?) no me sorprende en absoluto, pero sí comprobar cómo mucho teórico de la libertad y la justicia te procesaría por ideología (justificándose con la necesidad de acabar con esa «mala ideología»); confundir el mundo de la ideas o de las formas con la realidad ya le trajo problemas a Platón, el Cínico ante su definición de humano como bípedo implume le trajo un pollo, y se quedó con él otras tantas veces, probando que ese nexo entre mente y realidad es un abismo insondable…

En esta Era de la Dispersión cada vez somos más infantiles, tenemos pero no consumimos, no digerimos ni asimilamos; nos empacha la información y creemos en abstracciones como España, Cataluña, y estamos dispuestos no ya a morir (que te den si eres un pamplinas) sino a imponer a los demás nuestras fantasmagorías. La Libertad, la Democracia se construyen con cada gesto y no con apriorismos; como el hedonismo y la ética, en cada ocasión se ponen a prueba, lo otro es moral y nuestros conservadores y progresistas han demostrado ser unos simples (y peligrosos) meapilas, henchidos de la fe de los neoconversos... Idos a la mierda, por favor, queremos intelectuales ¡no sátrapas que nos sanen de nuestra «anormalidad»!

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