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La guerra en Ucrania como punto final a un modelo energético que esquilma el planeta

El aire, el agua y el suelo del país invadido se han contaminado con sustancias tóxicas debido al "aluvión constante de ataques" a infraestructuras como refinerías, plantas químicas, instalaciones energéticas, depósitos industriales y oleoductos

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análisis

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Tras un año de guerra, Greenpeace asegura que, además de las dramáticas consecuencias para la población civil, este conflicto está poniendo de relieve una vez más la vulnerabilidad de un modelo económico basado en la explotación ilimitada de los recursos.

“La guerra en Ucrania está demostrando que la dependencia de los combustibles fósiles no solo causa cambio climático, sino que también alimenta guerras, todo a costa del sufrimiento de las personas más vulnerables. La guerra en Ucrania es otro aviso para que los líderes mundiales se tomen en serio la necesidad de romper los vínculos con los combustibles fósiles y apuesten por la construcción de sistemas de energía renovable locales y seguros para todas las personas”, ha señalado Francisco del Pozo, responsable de la campaña de Energía de Greenpeace.

La Unión Europea ha destinado más de 130.000 millones de euros en la compra de carbón, petróleo, uranio y gas rusos desde que comenzó la guerra. Según datos de Europe beyond coal, si los fondos gastados en combustibles rusos se hubiesen empleado en la transición energética ciudadana, en solo este año tendríamos más de 1,7 millones de casas fotovoltaicas o 600.000 viviendas bien aisladas o 2 millones de nuevas calefacciones eficientes.

Greenpeace recuerda también los graves riesgos nucleares que implica esta guerra, tras la ocupación militar rusa en la central nuclear de Chernóbil y el bombardeo sobre la ciudad de Zaporiyia y la toma de la central nuclear, la más grande de Europa.

El ataque de Rusia, una potencia con armamento atómico, contra Ucrania, un país cuya electricidad depende fuertemente de las centrales nucleares, y un contexto energético en el que Rusia es un exportador relevante de uranio y tecnología nuclear para Europa, nos recuerda la necesidad de superar la dependencia de esta energía sucia y de desmantelar el armamento nuclear mundial. Mientras esta guerra continúe, la amenaza nuclear estará presente.

Tras 365 días de conflicto que dejan atrás un sufrimiento inconmensurable, Greenpeace advierte de que hacen falta medidas coyunturales para abordar las crisis pero también cambios estructurales que acaben con la dependencia de los combustibles fósiles que alimentan guerras, reformen el mercado eléctrico, eviten las falsas soluciones, reduzcan la cantidad de recursos y energía que se utilizan y tengan en cuenta una fiscalidad verde y justa. Las crisis no pueden restar ambición a la lucha contra la emergencia climática o las desigualdades.

Según World Economic Forum, el aire, el agua y el suelo de Ucrania se han contaminado con sustancias tóxicas debido al “aluvión constante de ataques” a infraestructuras como refinerías, plantas químicas, instalaciones energéticas, depósitos industriales y oleoductos. Los incendios y derrumbes de edificios se suman al problema. Esto supone el riesgo de amenazas para la salud a largo plazo, como el cáncer y las afecciones respiratorias. Las repercusiones se sentirán más allá de las fronteras de Ucrania y, en conjunto, suponen “graves riesgos para la salud de la población”, afirma la OCDE. Los daños en la infraestructura de suministro de agua de Ucrania significan que unos 1,4 millones de personas en el país no tienen actualmente acceso al agua potable. Otros 4,6 millones de personas solo tienen un acceso limitado al agua potable. Según la OCDE, los bombardeos causaron graves daños en el sistema de suministro de agua de Ucrania desde el río Dnipro hasta la ciudad de Mykolaiv. Esto cortó el acceso al agua potable durante tres semanas, hasta que las regiones vecinas respondieron transportando agua para satisfacer las necesidades básicas. En junio, Ucrania comenzó a examinar los datos sanitarios para detectar el cólera, una infección bacteriana potencialmente mortal causada por el consumo de alimentos o agua contaminados.

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