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La guerra de las ideas

Joan Ortiz i Serra
Joan Ortiz i Serra
Periodista. Estudiante espiritual. Autor del libro "Una República Consciente”. Especializado en Cambio de Paradigma Social y Nuevas Sociedades. Reportero de TV y Locutor de Radio.
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análisis

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No me he vacunado. Y quiero decirlo porque la decisión que he tomado es tan válida y respetable como la de cualquier otro que sí lo ha hecho. Me puede más la necesidad de defender una idea legítima, por estar perseguida, que el hecho de exponer mi persona por tan privada decisión.

Vivimos en plena guerra de las ideas. Donde las unas buscan vencer a las otras. Como si no hubiera espacio para todas. Que lo hay. Aunque nos quieran hacer creer lo contrario. Incluso lo hay en lo relativo a la salud pública.

Por ellas (las ideas), se están agotando las pocas reservas de respeto y tolerancia que nos quedan. Frente a las vacunas, me parece necesario salir y reconocer públicamente el posicionamiento de los que no nos inoculamos. Es la forma que tenemos de lanzar un mensaje a favor de la libertad de conciencia, tan necesaria y tan violada últimamente. El mundo se está tornando gris. La imposición de un discurso único, voraz, otrora perverso, ha sabido ganarse buena parte de la opinión pública y anda sin control alimentándose del miedo y de la falta de voluntad crítica de millones de ciudadanos. Ocupados por los problemas del día a día. Es una necesidad que las ideas coexistan. El bien común requiere de pluralidad.

Las corrientes de pensamiento, que inicialmente parecían dirigidas, ahora ya caminan a sus anchas. Como si tuvieran vida propia. Buscando expresión a través de mentes anestesiadas. Y generando modelos automáticos de respuesta que deberían estar ya superados: la insolidaridad de los no vacunados, por ejemplo.

Los tiempos, auspiciados por ese miedo que tan mal ha gestionado la raza humana, están empujando nuestras sociedades hacia el autoritarismo. La pandemia también va de derechos y de democracia. Y nos los estamos dejando robar. Se fuerza a que miles de ciudadanos hagan con su cuerpo algo que no quieren hacer. ¿No es eso violencia? Todo, en nombre de una ciencia a la que la sociedad acude para encontrar, sólo, los resultados que le interesan, que son los que refuerzan su posición y legitiman sus tomas de decisión. Seguimos atrapados en las arenas de la posverdad.

Hay médicos licenciadas/os, colegiadas/os con larga experiencia y hasta especializadas/os en patologías respiratorias que no aconsejan, en general, la inoculación. ¿Por qué sus razones no valen? ¿Por qué no se les quiere escuchar?

Crece el menosprecio a los que gestionan el coronavirus con otra mirada. Y se nos empuja a hacer caso a un médico o analista en la tele que no nos conoce. En cambio, se nos pide retirar la confianza al profesional que nos lleva y conoce desde hace años, para quien no somos una mera estadística. Se viola nuestra libertad de conciencia cuando se nos exige que rechacemos la medicina que, como pacientes, llevamos practicando, coherentemente y con éxito, toda la vida. Y se falta al respeto cuando se pone en duda la reputación de médicos y profesionales de la salud experimentados y formados durante generaciones que no están a favor de las políticas masivas de vacunación. Sólo una voz es la válida. ¿Por qué?

La sociedad necesita un remedio que la saque del pánico. Eso convierte las vacunas en incuestionables. Nadie se permite levantar la cabeza y echar una mirada objetiva a la pandemia y a su gestión no fuera que se desmoronara, como un castillo de naipes, esa construcción artificiosa a la que se ha apegado. A veces parece que es más la necesidad que la vacuna sea eficaz que la eficacia en sí. ¿Su eficacia tendrá más de ciencia o de creencia? ¿Qué pasa con la presunta afectación directa al sistema inmunológico innato? ¿Y las más que establecidas reacciones adversas? ¿Qué sabemos de los muertos por inoculación? Ni el principio de prudencia nos vale ante la pesadilla que supuso el Covid.

Me reitero. Expongo mi decisión porque quiero que también sea contemplada, aceptada y respetada cualquier opción médica, razonada y estudiada que sea alternativa a la vacuna. Digo, esto es una guerra de ideas. No de hechos. Así pues, la cuestión no es tanto si nos vacunamos o no. La cuestión real es que podamos decidir desde la libertad, sin acusar ni acosar a quien haga distinto. Sin miedos ni presiones mediáticas que nos asedien por tierra, mar y aire empujándonos hacia una única dirección. Ya basta que nos digan lo que tenemos que hacer y que se nos persiga por pensar diferente.

En una sociedad ideal no existiría ninguna guerra de ideas. Seríamos ciudadanos libres en consciencia. Libres y capaces. Empoderados. Cargados de recursos. Confiados en nosotros. Cultivando nuestra salud diariamente. En lo físico, en lo emocional y en lo mental. Confiando en los médicos, pero sin olvidar que los únicos y verdaderos responsables de nuestra salud somos nosotros. Y nadie más. En una sociedad ideal, tal vez pensaríamos que la seguridad no está en la vacuna. Que la seguridad, tan solo está en nosotros mismos.

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5 COMENTARIOS

  1. Puedes hacer lo que te plazca: no vacunarte, tomar productos homeopatéticos y usar budú… La mayor parte de las veces vas a ser tú quien pague las consecuencias de tus decisiones (o ideas). Así que: allá tú ;).

    • Exactamente, puedes hacer lo que te plazca: vacunarte, tomar medicinas alopáticas e ir al gimnasio a practicar deportes que no sabes si te convienen o te perjudican…La mayor parte de las veces vas a ser tú quien pague las consecuencias de tus decisiones (o ideas). Así que: allá tú ;).

  2. Gracias mil por este artículo. Es imprescindible, hoy más que nunca, dar voz a otras opiniones y sobre todo a otras formas de mirar y enfrentar los desafíos que se presentan. Un cambio de mirada es fundamental para salir de esta hipnosis colectiva.

  3. Y con ello, elevando el conflicto al nivel de las ideas y creencias, no entre personas, podremos evolucionar a través de la conversación. Sin conversación no puede haber evolución. El hidrógeno y el oxígeno, muy diferentes entre ellos, «conversaron» y exploraron sus diferencias y descubrieron que juntando sus propiedades creaban agua, que añade riqueza a la vida.

    He leído recientemente un texto de la escritora canadiense Bumni Laditan en el que dice: «Hay dos sistemas de creencias en guerra ahora mismo. Uno cree que obedecer es nuestro ticket para salir del infierno y el otro cree que obedecer es nuestro ticket para ir al infierno. Uno cree que el gobierno se preocupa por sus ciudadanos y otro cree que el gobierno se preocupa por el
    gobierno. Las personas no están en guerra: lo están los sistemas de creencias….Desconfía de cualquiera que insista en que el debate es demasiado peligroso «ahora mismo». Desconfía de cualquiera que califica la suspensión del debate como un acto de virtud y servicio público.»

    Si despersonalicemos el conflicto y conversamos con coraje, muy probablemente descubramos que juntos podemos crear algo con nuevas propiedades en lo social.

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