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La Farsa

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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En lo alto del Cerro de las Viñas, entre grandes encinas y robles que la escoltan como armarios empotrados que custodian las entradas de las discotecas de moda, se encuentra una explanada a la que se acede por un camino angosto que sale de una antigua calzada romana que aún pervive en suficiente estado de conservación como para que los coches circulen despacio sobre ella. Dónde antes había cepas, hoy hay hierba. Dónde antes había surcos, hoy crecen jaras y encinas que convierten el terreno en una especie de set de urgencias de hospital. Allí, los mozos y mozas del pueblo suben, aunque está totalmente prohibido, retozan y se comportan como lo hacen los jóvenes a su edad: con ansiedad, pasión y hasta cierta brusquedad. Si te acercas a la cara sur del cerro que corta en vertical treinta metros hacia abajo, puedes divisar, de día, el valle, los meandros del río Maravillas, los verdes campos de cereal y los incipientes amarillos de las tortas girasol que comienzan a despuntar. De noche, entre la total oscuridad, una veintena de cúmulos de puntos de luz, que se corresponden con los pueblos y granjas que se desperdigan por el valle, acompañan a la luna en su blanca timidez.

Las ordenanzas municipales de comportamiento que dictó el alcalde del pueblo, el farmacéutico, castigan con multas a quiénes no pueden controlar las hormonas y suben ansiosos al cerro. Por eso, siempre hay una pareja que actúa como vigía, porque para ser multados necesitan ser pillados infraganti por la pareja de la guardia civil. Cuando suben con sus Mobylettes SPR, se les oye a la legua, los vigías dan la alarma y cuando los guindillas llegan, los mozos han desparecido.

En la villa de la Rival, la población sufre de un extraño mal que provoca diarrea, dolor abdominal, vómitos, hormigueo en las manos, calambres en las piernas y en algunos casos ceguera y la muerte. Nadie sabe la causa del mal que no es general, ni tampoco contagioso como lo demuestra que haya familias en las que sólo uno de los hijos lo padece, aunque todos conviven juntos. A falta de médico por enfermedad, es el propio alcalde, el farmacéutico, el que atiende a los pacientes y les receta medicación.

Por lo demás, la vida en la villa, no es muy distinta a la de otros lugares. Hay disputas por los límites de parcelas, disputas porque el ganado no respeta los sembrados, disputas porque los cazadores no acatan los límites del pueblo dónde se puede disparar, disputas porque los conejos provocan estragos en las tierras cercanas a los barrancos, dónde los conejos viven y se reproducen sin control a falta de depredadores naturales, disputas entre vecinos por pijadas, noviazgos, bodas, bautizos y hasta infidelidades como en todos los demás sitios.

Para acabar con la superpoblación de conejos el alcalde ha suministrado diez kilos de estricnina que han disuelto en agua y han dejado en bebederos de plástico en los lechos del barranco con el fin de eliminarlos. Pero no sólo mueren los roedores.

Porque el farmacéutico también es el terrateniente del pueblo. Como tal, lleva su vida personal al ayuntamiento y a sus negocios. Un grupo de jóvenes hartos de tener que trabajar para el alcalde en condiciones demasiados duras para el jornal que paga, cuando paga, porque a veces, descuenta salarios por supuestos perjuicios ocasionados, hartos de sus medidas que han sembrado la muerte de muchos animales además de los conejos con la estricnina, se han organizado para acudir al ayuntamiento y pedirle al alcalde cuentas ya que este se beneficia de su puesto como edil para los negocios particulares. Su empresa, a nombre del encargado, es la encargada de los trabajos de mantenimiento del municipio, la jardinería, los barrenderos y hasta suministra el papel de oficina, la limpieza de las dependencias municipales y los venenos para las campañas de contención animal.

Los jóvenes han descubierto una relación entre los disidentes y la rara enfermedad que afecta a algunos de los habitantes del pueblo. Nadie que no haya tenido problemas con el alcalde, la ha sufrido, por lo que Ciriaco, que estuvo estudiando químicas, ha deducido que es posible que el alcalde esté envenenando a sus detractores con arsénico que suministra en alguna de las fórmulas magistrales que receta a sus convecinos.

Se han organizado y han decidido llevar a analizar muestras de los afectados a la capital. Entre tanto, el alcalde ha aceptado dejar de usar la estricnina para el control animal. También dejará sin efecto las multas por subir al cerro de las Viñas, aunque no va a derogar la norma. Además, ha prometido que va a pagar todos los salarios que ha quitado indebidamente y se compromete a mejorar el trato con los jóvenes trabajadores.

Los disidentes, por su parte se han comprometido a no analizar ninguna muestra. Han vendido como un triunfo acabar con la estricnina cuando el alcalde les sigue suministrando arsénico.

*****

La Farsa

¿El ser humano, es malo por naturaleza? Es una pregunta que lleva siglos haciéndose la humanidad. Por mi propia experiencia, he llegado a mi conclusión particular (que sólo es mía y que ni es mandamiento divino ni mucho menos tiene que ser general) de que tenemos un ramalazo potente de animal en nuestros genes que nos hace, no malos, pero si egoístas, egocéntricos y auto protectores que nos lleva en demasiadas ocasiones a comportarnos como se comportan los monos, los leones o cualquier otro animal salvaje. Eso provoca maldad contra nuestros semejantes. La diferencia entre unos seres humanos y otros, es que hay unos a los que esa maldad les molesta e intentan erradicarla y hay otra parte a la que no sólo se la sopla, sino que incluso disfrutan cuando ven el mal ajeno.

Toda esta parrafada filosófica viene a cuento porque, cuando parecía que la humanidad estaba en serio peligro de extinción, cuando la gente salía a las ventanas y balcones a aplaudir a los sanitarios, cuando el miedo al COVID era casi general, las muertes asaltaban miedos y los animales no domésticos comenzaron a tomar las calles de nuestros pueblos y ciudades, había muchos que decían sin dudarlo que de la pandemia saldríamos mejores. Desgraciadamente yo no era uno de ellos y siento en el alma haber acertado con mis suspicacias sobre el comportamiento humano. No sólo no hemos salido mejores, sino que, cada vez mostramos más ese lado animal egocéntrico y egoísta.

En el foro de DAVOS, donde se reúnen los mayores mangantes de la humanidad, bajo el rimbombante principio de “El Gran Reinicio tras la pandemia” se hablaba en agosto pasado, en un nuevo intento de quedar bien con ese 99 % menos privilegiado, de dar la imagen a los humanos que viven bajo el manto de los medios de incomunicación y adoctrinamiento, de la necesidad de “un cambio a un modelo económico que sea más cohesivo, sostenible y resilente, transformando la industria para un CRECIMIENTO más responsable en una sociedad de cooperación mundial y regional”. Como ven, no se olvidaron de la famosa palabra del hijoputismo: crecimiento. Olvidando que es IMPOSIBLE seguir creciendo infinitamente en un planeta con recursos finitos. O lo que es peor, proponiendo que lo que decrezca sea la población. Imagine Ud. querido lector, la forma.

No han pasado ni dos meses y, de nuevo, ahora en Glasgow, se vuelven a reunir los bufones de los mangantes, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021. Una conferencia en la que se dice se pretende llegar a acuerdos para parar el cambio climático. Y nada mejor para luchar contra el CO2 que nos está llevando a la destrucción del planeta a través del cambio climático, que presentarse en avión privado (hasta cuatrocientos), que Biden lleve veinte coches blindados detrás que emiten más gases tóxicos en un día que cien vacas en un lustro, que Boris Jonson tuviera tanta prisa, tras la rueda de prensa después de su intervención, que no dudó en usar un avión para el sólo porque tenía que ir a una cena con amigos de un club exclusivo de periodistas excompañeros del periódico Daily Telegraph, donde trabajó varios años. Entre tanto, China tiene que volver a cerrar parques y carreteras debido a la nube tóxica por la vuelta al carbón como modo de producir electricidad (debido a las subidas del petróleo y del gas),USA se niega a acabar con el uso del carbón, se acuerda investigar para vacas para que no se tiren pedos y la promesa de un montón de millones de dólares para salvar las selvas tropicales en peligro de extinción, allí dónde las haya, que no en el mundo que más contamina.

Y es que todo es una farsa. Los mandamases del hijoputismo, ese 1 % que tiene más que el resto del mundo junto, siguen con el crecimiento infinito, acumulando bienes que no usan, desperdiciando materias prima para su fabricación, echando CO2 a la atmósfera como si no hubiera un mañana y contaminando ríos y espacios para sostener un ritmo de vida que provoca mayormente hambre, pobreza y sufrimiento, y para calmar a insurrectos y protestones se reúnen en Glasgow o en Davos, o en el G-20 para anunciar a bombo y platillo que todo eso hay que cambiarlo pero, que el culpable eres tú, que usas tu coche para ir a trabajar para no tener que perder tres o cuatro horas diarias en transporte público o porque insistes en comer carne de vaca porque los saltamontes son para paladares especiales. Tú, que estás pagando Netflix porque la tele convencional te da náuseas. Tú, que te empeñas en calentar tu casa en invierno o que quieres comer caliente todos los días.

En ese lado animal que comentaba antes, seguimos con nuestro comportamiento egoísta, pensando que ande yo caliente, a los demás que les jodan, derrochando bienes de consumo, soportando injusticias, sabiendo que todo es una farsa y autoconsolándonos justificando nuestro comportamiento diciéndoles a los demás que el mundo siempre ha sido así y que todos son iguales. La empatía, no sabemos ni lo que significa, y sólo nos pondríamos en el lugar del otro si fuera para entrar en ese club selecto de especuladores explotadores.

Así, consentimos que en nuestro país, el PSOE y Podemos, en el gobierno, voten a favor de dos personas de comportamiento dudoso, para que ocupen un puesto en el Tribunal Constitucional. Dos personas que por su trayectoria no están capacitados ni para llevar el registro civil. Una, amiga íntima de la imputada Cospedal, esposa de un guardia civil, conocida por las desmedidas sentencias a los chavales de Alsasua y a Valtonyc (que veremos como anula el TDH de la UE) y recusada para el sumario de la Gürtel del que no se apartó voluntariamente a pesar de su más que manifiesta cercanía a los acusados. El otro, un tipo que llegó a estar investigado en el sumario del Palma Arena, salpicado por el caso Lezo al intervenir la Guardia Civil una conversación con Ignacio González que fue encarcelado precisamente por su participación en la trama Lezo. Además de todo eso, se saltó la ley de incompatibilidades cobrando salarios simultáneos de la Rey Juan Carlos, de la que era catedrático de Derecho constitucional, y el Centro cardenal Cisneros. Esta infracción administrativa está considerada como falta muy grave, sancionada con una suspensión de empleo y sueldo públicos de entre tres y seis años.

Consentimos que el gobierno “más progresista de la historia” nombre Jefe de la Guardia Civil en el País Valenciá a un condenado por torturas en Vizcaya, declarado culpable en 1999 por la Audiencia de Bizkaia por los malos tratos sufridos por Juan Ramón Rojo, Francisco Palacios y Xabier Arriaga, aunque fuera después exculpado por el Supremo.

Como pasó con la ley Mordaza, muchos de nuestros conciudadanos se ponen de lado ante un atropello, conocido como Ley Iceta que volverá a traer la censura a España. En su artículo 73, para trasponer el artículo 17 de la directiva europea, hace responsable de los contenidos que se suben a la red a las plataformas y no a quiénes suben el contenido no original de tal forma que, para evitarlo las plataformas tendrán que disponer de un algoritmo que pueda cortar en directo emisiones de Twitch o YouTube. Algoritmo que como ocurre en el caso de Twitter, no será capaz de distinguir una charla contra la pena de muerte de una apología sobre la necesidad del asesinato indiscriminado de un grupo étnico.

Pero como venimos advirtiendo hace tiempo nada de esto sería posible sin la inconmensurable ayuda de todos esos periodistas que entrevistan nazis en prime time como si fueran inocuos, que se quejan de la ruina de la sanidad pública en Madrid dónde hay más de 500.000 enfermos en lista de espera superior a los 18 meses, pero que sin embargo callan cuando el PSOE en el proyecto de Ley de Equidad, Universalidad y Cohesión, que impulsa el Ministerio de Sanidad, se enroca en mantener «intacta» la normativa 15/1997 que permite la «privatización» de la sanidad pública. Periodistas que no dicen ni una sola palabra sobre el desmantelamiento general en España de la Atención Primaria (en Madrid está ya muerta) a partir de la pandemia, con el consentimiento y connivencia de ese partido que se jacta de ser de izquierdas pero gobierna como cualquier otra derecha y que aparta a los díscolos como cualquier dictadorzuelo.

La sensación de fraude general lleva consigo desafección, sobre todo cuando los que íbamos a asaltar los cielos, han acabado siendo comparsa de la rebaja de las pensiones, del mantenimiento de la ley Mordaza y de la mentira de la derogación de la reforma laboral que ni se va a derogar, ni volverá a reconocer derechos perdidos.

Como en la historia que quiere poner en situación al lector encima de este artículo, nos conformamos con que la promesa de que se acabe con la estricnina, mientras nos siguen dando arsénico y no es por compasión.

¡Pero, tranquilos, que aún tenemos agua en el vaso!

Salud, feminismo, ecología, decrecimiento, república y más escuelas públicas y laicas.

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