A una persona que ocupó, y ocupa, un importante papel en la vida de este cronista se podía escuchar la siguiente frase cuando la conversación lo exigía o lo aconsejaba: “El dinero no se debe enseñar”. Y lo justificaba de la siguiente manera: “Porque se puede ofender y no es conveniente”.

Eran tiempos en los que, en general, las personas poseedoras de una fortuna de consideración llevaban vidas discretas y alejadas del brillo de los flases de los medios llamados del corazón y que en realidad se iluminan con luz de gas. Sí destacaban entonces algunos nuevos ricos, como Jesús Gil, precursores de todos aquellos que hicieron dinero con el ladrillo y que transcurridos unas decenas de años muchos de ellos provocaron la desaparición de las cajas de ahorro y, lo que es peor, el que los españoles tuviéramos que pagar los gastos de esas misas negras y que supuso casi 40.000 millones de euros que no fueron a la construcción de infraestructuras, la sanidad, la educación o gasto social. Ese dinero se le hurtó al pueblo español y ni siquiera se le ha pedido perdón. Es más, la comisión parlamentaria que se constituyó en el Congreso de los Diputados para determinar la responsabilidad de los partidos políticos determinó mediante  votación con resultado unánime que no existía responsabilidad alguna de sus formaciones. Por si se nos ha olvidado los consejos de administración de las antiguas cajas de ahorro estaban integrados casi en su mayoría por representantes elegidos por los partidos políticos, por todos los partidos. Luego van y encima se lamentan de la desafección de los ciudadanos ante la política y los políticos sobrevenida por semejantes salvajerías. Es más, y todavía hay algún listo que echa la culpa a los administrados a los que acusa de falta de responsabilidad. ¿Y la suya, su responsabilidad?

Exhibicionistas horteras

En el tiempo actual las cosas han cambiado notablemente y ahora la exhibición hortera de bienes y capitales es la norma de comportamiento de una buena parte de ese tipo de gente que se considera a sí misma distinguida o superior. Y a todos ellos se les puede encontrar, juntos y revueltos, en ese puchero de huesos sin carne ni hortalizas en el que se solazan algunos futbolistas, artistas, empresarios, unos cuantos políticos y esos que se llaman a sí mismo “personajes” y que creen que lo son porque se les ve en las teles.

Porque es comprensible aunque no sea admisible que lo pasen bomba. Asisten a fiestas de alto copete y a actos públicos e institucionales -financiados con dinero público-, en los que se pueden codear con las más altas dignidades del Estado y los hay, incluso, según los casos, que encima se llevan un dinerillo extra por el mercadeo de sus imágenes a televisiones y revistas de luz de gas.

Hace poco tuvimos el privilegio de conocer sendos relojes de dos destacados jugadores del balompié que costaban un millón de euros. ¿Qué hace un reloj que cuesta un millón de euros? Es difícil imaginar para este humilde cronista cuáles sus especiales funciones e incluso algunas que los más atrevidos pudieran llegar a imaginar y que no ocupan espacio en estas líneas porque estamos en horario infantil.

Curiosamente algunos nuevos súper ricos rusos, los que se forraron con el expolio de las antiguas empresas públicas soviéticas, y determinados jeques árabes exhiben sin pudor esos relojes millonarios.

Y en el caso de los festejos, vamos a llamarles institucionales, los ciudadanos pagan la dolorosa pero nunca son invitados. Lo ven en las teles como se ve en el escaparate de una tienda de artículos de lujo una prenda que nunca podrás comprar. A diferencia de la Reina Isabel II que cuando celebra algún fasto, incluidos los  familiares, tiene la costumbre de invitar a un grupo de ciudadanos a un party como gesto de consideración. Los británicos son unos maestros a la hora de dejar claro en que consiste una monarquía parlamentaria.

Aquí vemos a los nietos del Rey emérito, los Marichalar, (Los Urdangarín no dan nunca ese perfil) de fiesta en fiesta y por toda la geografía nacional sin reparar en el mal ejemplo que trasmiten y sin guardar, es una opinión, el obligado respeto que se le debe al rey Felipe VI, Jefe del Estado.

Fortuna y buena vida con el dinero de los ciudadanos

Estos nuevos empresarios y gestores empresariales, los antes llamados yupis, y que muestran esa actitud nutrida de soberbia superioridad y desconsideración hacia todo lo que no es su oscuro mundo, ignoran que el dinero con el que se han enriquecido se lo hemos dado nosotros. Dicen que crean riqueza, pero es con nuestro dinero, que crean empleo, con nuestro dinero y que crean bienestar, si, también con nuestro dinero. Sin el dinero de la gente no serían nada ni nadie.

Por eso la frase con la que se abría esta crónica, “el dinero no se debe enseñar…” renueva su vigencia en los tiempos actuales en los que los comportamientos de muchos empresarios y sus subalternos son auténticamente ofensivos para todos los ciudadanos.

Es lógico que ganen dinero, es mejor que las empresas ganen dinero, porque si no es así ya se sabe que la cuenta la pagamos los de siempre.

Pero no digan y repitan que ustedes han ganado dinero por lo listos que son porque ofende y, además, no es conveniente. Ofende a los ciudadanos y no es conveniente para ustedes.

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