Manuel tiene setenta años. Ha sufrido un ACV que le ha dejado alguna dificultad para caminar, pero conserva fresca su memoria. “Soy rojo desde que tengo uso de razón” dice y se la inflaman las venas del cuello.
Me cuenta que siendo un adolescente participaba de las reuniones sindicales que se hacían en su Andalucía natal. “Menudas palizas me daba mi padre para que me alejara de los sindicatos que luchaban contra la dictadura franquista”.
Su padre, que había sobrevivido al genocidio de Franco, temía que su hijo pudiera ser víctima de la sangrienta represión que había sembrado de cadáveres esta tierra.
La España del miedo había echado raíces. Tan profundas, que sus efectos paralizantes han influido notablemente en la cultura del olvido que el franquismo ha impuesto para que sus crímenes permanezcan eternamente impunes.
¿Qué saben las nuevas generaciones del negro capítulo escrito con la sangre de miles y miles de hombres y mujeres y el masivo reparto de niños como si se trataran de mercancías?
¿Se les habla de la criminal relación de Franco con Hitler y Mussolini?
¿Se les recuerda a los miles de españoles y españolas deportados a la Alemania nazi que murieron en los campos de exterminio’
¿Qué se les enseña a los alumnos y estudiantes en todos los niveles de la educación, tanto públicos como privados?
Si hasta la Real Academia Española tiene miedo de llamar al genocida mayor por su nombre.
Calificar a Franco de autoritario es como hablar de monarcas republicanos o de dictadores democráticos.
El mal uso del lenguaje forma parte de la estrategia diseñada por los sembradores de amnesia a través del miedo. Una prédica ampliamente extendida -con las excepciones del caso-, que no hacen más que confirmar la regla.
La España del miedo se manifiesta desde los púlpí
púlpitos de la Iglesia Católica pasando por los tribunales judiciales, los partidos políticos, los organismos militares, los grandes medios de comunicación y buena parte de la sociedad colonizada por la ignorancia y el ocultamiento de la verdad histórica.
Por si algo faltaba para mantener latente el miedo en España, acaba de aparecer uno de los voceros de la muerte.
Se trata del general de división retirado del Ejército del Aire, Francisco Beca Casanova, quien habló de fusilar a 26 millones de españoles.
Los condenados a un segundo genocidio serían los que votaron por partidos ajenos a la derecha y la ultraderecha.
En un país que ha hecho culto a la impunidad de los múltiples delitos de lesa humanidad cometidos por el franquismo, será difícil encontrar un juez que se anime a procesar y mandar a la cárcel a este ángel de la muerte por hacer apología de los crímenes.