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La era de la desconexión

Eunice Mier
Eunice Mierhttp://www.eunicemier.com
Escritora, terapeuta Gestalt y profesora de escritura creativa y terapéutica.
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análisis

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  “Hay un vacío que sienten en estos tiempos hombres y mujeres, 
 que sospechan que su naturaleza femenina, como Perséfone, 
 se ha ido al infierno. Dondequiera que exista tal vacío, tal brecha o ágape de dolor, la curación debe buscarse en la sangre de la misma herida. Es otra de las antiguas verdades alquímicas: 
 no se hará solución alguna sino en la propia sangre.”
 Nor Hall, La luna y la virgen. 

Vivimos en la era de la desconexión. Hemos aprendido a vivir robotizadas, eufóricas, con estrés crónico y con una sobrecarga que nos va rompiendo poco a poco en pedazos. La vida pasa como pasan las lluvias. Estamos desconectadas de nosotras mismas, de nuestros hijos, parejas, padres y amigos. Nos vamos sumergiendo en la vorágine residual de la pandemia, de la nueva normalidad, de una guerra actual, del día a día que amanece-atardece-anochece y se va.

Vamos perdiendo la esencia de nuestra femineidad, nos vemos en el espejo y no nos reconocemos: ¿dónde estoy?, ¿adónde voy?, ¿quién soy?  

Y es que vivimos en una época de exigencias absurdas, y lo peor es que acabamos comprándolas todas.

No hay día que pase sin que nos exijamos algo, y la exigencia siempre nos conduce al juicio: si no cumplimos esas metas irreales, casi imposibles (porque, eso sí, somos unas verdaderas campeonas en ponernos metas irrealizables), nos cae la espada flamígera de nuestro propio verdugo enjuiciándonos por incapaces, por insuficientes, por débiles, cobardes, inseguras, y esa larga e interminable lista de calificativos non gratos.

Y, ante la imposibilidad de ser quienes realmente somos, nos deprimimos, pues no somos lo suficientemente buenas mujeres: somos migajas de mujeres. Adiós plenitud, bienvenida infelicidad.

Y nada más alejado de la realidad: no podemos ser perfectas, porque no debemos ser perfectas, es contra natura.

Y es que ser mujer es muy duro en los tiempos del fitness, el detox, la liposucción, los suplementos, el botox, la depilación láser, los multivitamínicos, lo bio y lo vegano.

Ser mujer debería ser solo eso: Ser Mujer.

Pero en estos tiempos tenemos que ser ultra seres: tener el cuerpo divino, ser mamás excepcionalmente emocionales, racionales e intelectuales, waldorf y montessori; tener un trabajo exitoso y una pareja funcional, empática, amorosa y de revista; además de que ahora también es indispensable ser influencer, blogger o youtuber.

Y todo, claro, es una cuestión de salud. Porque hoy en día el estereotipo que marca la sociedad para las mujeres es ser sanas y saludables. Sin embargo, lo que está sucediendo es que estas exigencias son todo menos salud. Estamos enfermándonos del cerebro y de las emociones.

Los estereotipos, la moda, la publicidad, las redes sociales, todo lo que habita fuera de nosotras –lo externo- nos quiere convertir en mujeres eólicas y respetuosas con el medio ambiente pero no con nosotras mismas.

Es demasiado. Me parece demasiado.

Somos imperfectas y cuanto más rápido lo aceptemos, mejor.

Tenemos derecho a tener canas, celulitis y barrigón.

Tenemos derecho a sentirnos cansadas, exhaustas de nuestras rutinas; a sentirnos sobrepasadas, deprimidas; a poner límites, a ser sinceras, a no correr maratones ni hacer bikram a las 7 am; a comer cruasanes o carne, beber vino, cerveza o café.

Podemos desquiciarnos con nuestros hijos y reconocer las frustraciones que nos provocan nuestras parejas y familiares.

Podemos decir que no. Una y mil veces: ¡no!

Debemos dejar de exigirnos. Debemos dejar de mirar a los otros para vernos a nosotras mismas.

Porque ¿somos estereotipos o somos personas?

¿Somos mujeres vivas o somos mujeres esqueletos?

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