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La doctrina del interés como mensaje de salvación

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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La teoría política inspirada en la solidaridad ha tenido tantos infortunios como alegrías en el campo de la política. La filosofía política ha dedicado sus mejores esfuerzos a pensar la libertad y la igualdad pero ha descuidado, incluso ignorado, la tercera parte de la triada revolucionaria: la fraternidad. Somos muchos los que  anhelamos, debido al dolor que está causando la pandemia, el valor de la fraternidad resurgido tímidamente.

¿De dónde partimos? Si analizamos las motivaciones humanas, para crear un hábito de convivencia fiable, no encontramos  entre las sobresalientes a la fraternidad. En la Ética protestante y el espíritu del capitalismo, Weber se pregunta: ¿Cómo se volvieron honorables las actividades comerciales, bancarias y otras similares para obtener dinero, en algún momento de la época moderna tras haber sido condenadas o despreciadas como ambición, amor al lucro, y avaricia durante siglos anteriores?

Desde la Antigüedad clásica los filósofos creyeron que el ser humano, y sobre todo su élite, eran rehenes de pasiones. A principios de la era cristiana, San Agustín había aportado directrices básicas al pensamiento medieval denunciando el deseo del dinero y posesiones como uno de los tres pecados principales del hombre caído; el deseo de poder y el deseo sexual eran los otros dos. Era necesario neutralizarlos si se quería convivir pacíficamente.

Surgió la sensación de que ya no se podía confiar a la filosofía moralizadora y a los preceptos religiosos la restricción de las pasiones destructivas de los hombres. Había que encontrar nuevas maneras y la búsqueda comenzó, de manera bastante lógica, con una detallada y sincera disección de la naturaleza humana.

Los humanos tenemos, efectivamente, pasiones destructivas: no pocas veces somos envidiosos y avaros, queremos asegurar nuestro poder aplastando a los demás, en ocasiones tenemos sed de venganza y en casos extremos hasta de sangre. Visto que la moral y la religión no sirven de demasiado para aplacar estos perniciosos rasgos humanos, una posibilidad era hacer que el Estado fuera quien se encargara de mantenerlos a raya mediante “la coerción y la represión”. Una solución más sensata fue la idea del control de las pasiones en lugar de su mera represión. De nuevo se confía en el Estado o la sociedad para la realización de esta hazaña, pero ahora no sólo como una protección represiva, sino como un medio transformador, civilizador.

De este cambio de perspectiva surgió un cambio de léxico: en efecto, se veía al interés participando de la mejor naturaleza de cada una de aquellas categorías, como la pasión del amor a sí mismo elevada y contenida por la razón y como la razón dotada de dirección y fuerza por esa pasión. La forma híbrida de la acción humana resultante se consideraba libre de la naturaleza destructiva de la pasión y de la ineficacia de la razón. No es extraño que la doctrina del interés haya sido recibida en su tiempo como un verdadero mensaje de salvación.

Por otra parte, si un hombre persigue su interés le irá bien, ya que por definición “el interés no le mentirá ni lo engañara”. Además, otros se benefician cuando perseguimos nuestro interés, porque nuestro curso de acción se vuelve así transparente y previsible, casi tanto como si fuésemos una persona totalmente virtuosa. La creencia en que el interés podría considerarse una motivación dominante en el comportamiento humano provocó gran excitación intelectual: por fin se había descubierto una base realista para un orden social viable.

La covid-19 nos aboca a que cada miembro del grupo haga lo mejor para él pero también lo mejor para el grupo, porque al igual que el instinto egoísta (interés) está en la naturaleza del ser humano también lo está el instinto de cooperación. O “esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre produce el bien”. Mefistófeles del Fausto de Goethe.

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1 COMENTARIO

  1. pero no se, no lo veo.. hay mucha gente ahora con lo de la epidemia viviendo cada minuto como si fuera el último, como si no hubiera un mañana.. y al que le toque le ha tocada, como además el coronavirus no es precisamente el ébola, pues.. pues a muchos no les toca y no les pasa nada, y encima se pueden ver confirmados en esa forma de vivir ya que «han sobrevivido» y no han enfermado ni nada. A los que les toque, si que les pasará algo, y entonces no habrán actuado según su interés ya que de saberlo que les tocaba habrían ido con mascarilla a todas horas por ejemplo, pero no sabían que les iba a pasar..
    Luego el interés basa su eficacia como motivador de las acciones en el azar, en que se pueda predecir el azar. Pero bueno, ese es otro tema, porque como el azar no existe, y solo es un concepto matemático nuestro de los seres humanos, de nuestro lenguaje matemático surgido como sublenguaje de la inteligencia.. llamemos azar a una distribución de sucesos que cumple con la descripción matemática de una distribución de sucesos al azar. Pero claro, también hay otra consideración sobre el azar aplicable al interés, que es considerar el azar como la forma de describir sucesos de los que desconocemos sus causas o como y cuando se producen, el azar como medida de nuestra ignorancia.. entonces no llevar mascarilla en un espacio cerrado, por ejemplo en un restaurante en presencia de personas ya infectadas, podría ser que consideremos que es por el azar si nos contagiamos (porque no sabemos que hay personas contagiadas en la sala del restaurante o porque no sabemos que esa es la forma de contagiarse sin mascarilla en un espacio cerrado) ya que además muy probablemente no se contagien todas las personas presentes en la sala, así que será por azar.. (al no conocer la probabilidad de contagiarse según la distancia y posición en la sala cerrada respecto de la persona ya contagiada, por ejemplo)… el azar eximiría de moverse según el interés (como «no puedes saber» las consecuencias). Pero claro, lo mas probable es que no sea ni el azar ni el interés ni la solidaridad o fraternidad lo que mueva a algunas personas sino la gilipollez, la tontería, la memez mental, y te montas un botellón con 50 amigos en una sala cerrada y a vivir como si no hubiera mañana, luego.. encima, igual, hasta resulta que.. si tu grado de alcohol en sangre supera cierto valor el virus no sobrevive, como si te hubieses bebido una botella de gel hidroalcoholico ruso (vodka), y tu pensando que como has sobrevivido será que tienes razón y que nadie tiene derecho a decirte si puedes beber o no y si puedes conducir (si sobrevives, claro) y a ver quien te lo quita de la cabeza luego, eso.. pero por lo menos siempre nos quedará reconocer que la gilipollez es el otro motor de las acciones humanas que ni siquiera es una pasión, es la tontería de ser así. Ayuso, Trump, Bolsonaro.. si si, se mueven por el interés, y por las pasiones, y por la ignorancia llamemosle azar, pero al final lo que queda es que son unos auténticos gilipollas (igual habría que vacunarse contra la gilipollez, mediante la autoconsciencia de tanta tontería)
    Y construir una estrategia, una metodología, un lenguaje, de la solidaridad, para hacerla posible y mas cotidiana y que no nos perjudique el motivar nuestras acciones con ella.

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