El acoso escolar, o bullying, se ha convertido en una lacra que sufren millones de escolares en todo el mundo y que, en muchos casos, termina con el suicidio de quien es víctima del acoso de sus compañeros de colegio. El problema es que este fenómeno casa vez se inicia a edades más tempranas y todo parece indicar que se están intentando aplicar soluciones que podrían haber sido válidas hace décadas y que ahora son absolutamente inútiles, sobre todo porque ahora el acoso no tiene por qué llevarse a efecto por medio de la violencia física sino que se produce también a través de redes sociales o de aplicaciones de mensajería.

Esto hace que el acoso sea aún más intenso, puesto que ya no se centra sólo en el centro escolar, sino que va se traslada a la vida personal del menor. Asociaciones de lucha contra el acoso escolar han confirmado casos en los que, incluso, se llegan a crear grupos de Whatsapp dedicados en exclusiva en insultar a la víctima. Esto provoca que el menor ya no sienta el hogar como un sitio seguro y genera una situación muy peligrosa, porque la víctima siente que no hay salida a su situación, un hecho que puede llevar al suicidio.

Según datos de Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud, se producen cada año aproximadamente 600.000 suicidios de menores, de los cuales, más de un 50% son causados por el bullying.

Amnistía Internacional ha iniciado la campaña #PupitresLibres de acoso escolar para buscar soluciones que eliminen esta lacra que sufren millones de menores y que puede terminar en la muerte, y lo ha hecho con un testimonio personal de una joven que sufrió bullying:

«Durante cuatro años, en plena adolescencia, sufrí bullying en el instituto día tras día. Al principio fueron cuchicheos y pensé que algún día se cansarían. Pero no, de mí no se cansaron. Y como no respondía, empezaron a insultarme, a hacerme vacío, a pegarme…hasta que me tiraron por las escaleras del instituto.

» Ser víctima de bullying es duro. Porque no acaba una vez que sales de clase a no ser que te encierres en tu casa y no tengas relación con nadie. Y es muy difícil sobrellevarlo, y más aún cuando vives en un pueblo como yo. Porque quienes te acosan son tus vecinos.

» Durante esos cuatro años mis notas dieron un bajón increíble. Siempre fui niña de sobresalientes y terminé llegando al aprobado por los pelos. Apenas dormía y, cuando conseguí que me cambiasen de instituto, descubrí que me había convertido en una persona a la que le daba miedo conocer a gente nueva porque tenía pánico de que me hicieran lo mismo.

» Muchas veces he intentado imaginarme cómo sería un colegio o instituto sin acoso escolar. Y la verdad sería la leche. Me lo imagino como lo que estoy viviendo ahora en la universidad, porque por fin puedo llegar a clase y saber que no tengo que estar en alerta constante para ver en qué momento empiezan los insultos. Sé que es posible que haya colegios e institutos libres de acoso escolar. Lo cuento ahora porque por fin tengo la fuerza suficiente para verbalizarlo y porque no quiero que nadie más tenga que pasar por lo que yo he pasado».

Esta víctima lo puede contar. Otras muchas han terminado con su vida para finalizar con el sufrimiento.

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