Las decisiones que se adoptan en la política están sujetas a la valoración de la ciudadanía, sobre todo cuando va en contra o a favor de los intereses del pueblo. Todo está sujeto a la opinión y al escrutinio de los hombres y mujeres que son los sujetos pasivos de esas decisiones. Lo que no lo está es la coherencia ideológica de los líderes políticos, sobre todo cuando quieren enmascarar la incoherencia con la tan manida «razón de Estado» que no es otra cosa que la coartada perfecta para apoyar a las dictaduras privadas que despojan con su tiranía de la dignidad humana al pueblo.

El debate del pasado lunes, los programas electorales y los mensajes que lanzan en campaña los líderes de los principales partidos son el mejor ejemplo de ello. ¿Cómo se van a fiar los españoles y españolas de la palabra de un político si es incoherente con lo que dice o debería defender?

Desde un punto de vista democrático esto es grave en los partidos de la derecha, pero, sobre todo, en la izquierda que, teóricamente dice luchar por los derechos de la ciudadanía y por intentar lograr la justicia social pero que, en base a esa «razón de Estado» es capaz de renunciar a los mínimos principios recogidos en sus programas máximos.

La actuación en el debate, del que fui testigo presencial, es el mejor reflejo de lo anterior.

Pablo Iglesias fue coherente con su ideología y lo demostró, fugazmente, al denunciar con fundamento y razón a Ana Patricia Botín. Debió ser mucho más explícito y haber dedicado más tiempo a este tema para que su electorado y los indecisos progresistas desilusionados con la socialdemocracia supiesen con claridad lo que es una dictadura privada.

Por su parte, Abascal también fue coherente con una ideología que rechazo pero que tuvo el valor de mencionar las dictaduras del progresismo y sí se detuvo a explicarlo. Fue arriesgado pero en conciencia con lo que defiende, lo que le beneficiará de manera indisoluble porque reforzó la fidelidad de su electorado.

Pablo Casado sorprendió por su desparpajo, su solidez y, sobre todo, porque hay que reconocerle que en el debate resolvió un problema muy importante para España: crear una coherencia política conservadora dentro de los límites de la democracia. Dejó claramente demostrado que fue un acierto ser elegido líder del Partido Popular. Un ejemplo de ello lo he visto con mis propios ojos en Madrid: los camiones de Hazte Oír que le atacan directamente por no dejarse arrollar por la propaganda machista de la extrema derecha. Quienes pensaron durante las primarias de 2018 que Casado sería el baluarte de la derogación de los derechos de la mujer y le apoyaron, ahora pasean su imagen por Madrid criticándole.

Pedro Sánchez, candidato del PSOE, abusó de las frías consignas estratégicas que le dieron sus asesores, tanto internos como externos. Por esta razón, pasó por el debate sin pena ni gloria, lo cual es un punto a su favor porque uno de los puntos débiles de Sánchez era, precisamente, su fragilidad en el cuerpo a cuerpo. Así no se ganan unas elecciones ni se gobierna un país. Él sigue convencido de que volverá a lograr el apoyo mayoritario de los españoles y las españolas gracias a las políticas sociales implementadas por su Ejecutivo en la anterior legislatura. Por desgracia, muchas de esas medidas de justicia social no son apoyadas por una parte de su gabinete que están más cerca de las dictadoras y dictadores privados de este país que de buscar el bienestar de su pueblo. Y, mientras Sánchez pasaba sin pena ni gloria, la lideresa real de este gobierno estaba atendiendo a Cataluña, precisamente, el tema que casi monopolizó el debate y tapó los verdaderos problemas que preocupan a los ciudadanos y ciudadanas.

Albert Rivera tampoco defraudó porque se volvió a pasar de la raya, con un discurso vacío, sin ideología y defendiendo una España contraria a lo que Iglesias defendió como elemento fundamental para el crecimiento económico, social y ético de España. Rivera siempre defenderá a las dictaduras privadas y se enfrentará a todo aquello que pueda poner en riesgo o que se enfrente a las mismas. Por eso quiere delimitar la fuerza del Estado —salvo para acabar, del modo que sea, con los independentistas—. Mientras Iglesias defendió la creación de una banca pública o de una empresa de energía, Rivera fue partidario de los tratados de comercio que tanto daño hacen a los trabajadores y trabajadoras de este país. El líder de Ciudadanos jamás podrá ponerse a favor de un Estado que frene la especulación salvaje de la banca o del IBEX35, que cada vez es más del Santander, de los bancos custodios o de los grandes fondos internacionales. Rivera, como siempre, fue un vendedor de humo que utiliza como herramienta política al pueblo catalán para su bienestar personal y el de sus amigos venezolanos.

El pueblo español debería estar muy preocupado de entregar su futuro a unos líderes políticos que, por incoherentes, no sabrán defender los intereses reales de la ciudadanía porque, si el único coherente fue el ultra Abascal…, ¿qué futuro nos espera a todos y a todas?

3 COMENTARIOS

  1. La IBEXcracia NO maltratada por la ideología de cuatro de los cinco líderes políticos que se presentan el 10N.
    Bueno, a fin de cuentas a los podemitas no les van a dejar gobernar en el país, no sea que algo cambie en favor de los españolitos de a pie.

  2. Riana… el gran timonel iglesias, va a gobernar el pais, desde el casoplon de galapagar..? Pero si su caseto, es un verdadero homenaje a la filosofia que realmente impulsa el ibex treinta y cinco… de verdad..te venden la moto hasta con el timo de la estampita

  3. Los VALORES DEL FRANQUISMO estaban seguros con FRANCO en el centro de las atenciones o en el Valle de los Caídos; por eso, todos los franquistas decían y decían sin parar siempre ése «¿por qué remover los muertos o la dura historia?» para que todo siguiera igual o los valores del franquismo asimismo siguieran igual y SEGUROS con un dejar todo como está, el cual beneficia pillamente a ellos.
    Pero ahora los valores del franquismo gracias a VOX se refuerzan, sacando frases y los valores de la Falangue y persiguiendo a inmigrantes o a lo no es puramente nacionalrracista.
    Sí, ahora depende de esos responsables o irresponsables votantes el que haya una ética reacción; pero, aunque reaccionen, los valores del franquismo ya tienen MARCA y MARKETING imborrables, y vencedores por tal «imagen» rescatada en el centro de una democracia humillada. José Repiso Moyano

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