martes, 16abril, 2024
18.4 C
Seville
Advertisement

La ciudad y los cuerpos imperfectos

Pedro Antonio Curto
Pedro Antonio Curto
Escritor. Colaborador del periódico El Comercio y otros medios digitales. Autor de los libros, la novela El tango de la ciudad herida, el libro de relatos Los viajes de Eros, las novelas Los amantes del hotel Tirana (premio Ciudad Ducal de Loeches) y Decir deseo (premio Incontinentes de novela erótica). Premio Internacional de periodismo Miguel Hernández 2010. Más de una docena de premios y distinciones de relatos. Autor de diversos prólogos-ensayo de autores como Robert Arlt y Jack London, así como partiipante en varias antologías literarias, la última “Rulfo, cien años después”.
- Publicidad -

análisis

- Publicidad -

El único lugar donde podían vivir era también su prisión. Clarice Lispector.

¿La ciudad está hecha para las personas o son las personas quienes deben amoldarse a la ciudad? La respuesta  parece clara, pero no sencilla, la urbe moderna se ha fabricado a medida de dos elementos, la velocidad que permite el desplazamiento de los ciudadanos de un lugar a otro en el menor tiempo posible y el instrumento para llevar a cabo esos desplazamientos y esa velocidad, el automóvil, la autentica estrella de la urbe moderna. Y todo esto bajo un signo, la concentración de personas en el menor espacio posible, creándose grandes centros de consumo, lo cual abarata costes y aumenta beneficios para los potentes dueños que hoy dominan esos canales comerciales. Esto ha sido así y aún lo sigue siendo por cuanto las grandes metrópolis, renombradas, han impuesto ese modelo que todas las ciudades del mundo han seguido en mayor o menor medida, adaptándose a las circunstancias y el tamaño. Pero decía que la respuesta no era sencilla porque toda sociedad humana es heterogénea y compleja, así por ejemplo New York, la metrópolis por excelencia, tiene un espacio que huye del gris cemento y la masificación como es  Central Park, un lugar que debe agradecerse a la insistencia de un grupo de ciudadanos empeñado en su reivindicación, cuando los espacios verdes no solían ser la norma en las metrópolis. Por otra parte y volviendo a la pregunta inicial, esa urbe ha impuesto un modelo de ciudadanía basado en la rapidez, en el consumismo del tiempo, que se refleja visualmente en las mareas de gentes que avanzan a toda velocidad entre el ruido y el tráfico. Y quien no forme parte de esa masa, se queda al margen. Entre ellos están los cuerpos imperfectos, los que tienen dificultad de movimientos o visión, los que por una razón u otra no se adaptan a la velocidad. Con lentitud y gracias a la persistencia de reivindicaciones sociales, se han  aprobado normas para que estos colectivos puedan ser parte de la ciudad, son las conocidas supresión de barreras arquitectónicas, entre otras medidas.

La ciudad modelo gran metrópoli, tan admirada en el pasado, es una formula agotada: la contaminación, el ruido, la masificación y un consumismo sin base, han convertido en circular los tres elementos básicos sobre los que gira el vivir ciudadano: trabajar, desplazarse, consumir y vuelta a empezar, trabajar y desplazarse para alcanzar el estándar de consumo. Y otra vez aquí, entre otros, los cuerpos imperfectos tienen dificultades para adaptarse a ese tridente sagrado. Es cierto que se va contando más con los derechos de estas personas, pero sería interesante no considerarlo una cesión bondadosa de la mayoría dominante a una minoría, sino desde la crisis de esa ciudad y en el camino por abrir otros escenarios menos ruidosos y más calmados.

Las ciudades se han visto casi obligadas a limitar la presencia de tráfico automovilístico a la vez que aumentan las zonas peatonales. La urbe paseada como los pasillos de una casa, en definición de Walter Benjamín, las calles y plazas de una intimidad compartida, no una excepción, sino como algo que desplace al tridente sagrado de trabajo sometido al consumismo y el desplazamiento, necesario en las urbes masificadas. Así, tener en cuenta a los cuerpos imperfectos, sus ritmos y necesidades, puede ser una oportunidad para humanizar la ciudad. Lo cual no es tan fácil, porque las élites económicas que en su momento impusieron el aún vigente modelo urbano, apuntan a un sustituto según sus intereses: las smart  city, las ciudades inteligentes que no por casualidad se venden con su nombre en inglés, pues es el idioma en que se expresa la tecnocracia. Y si hay algo que define a las sociedades actuales es su deslumbramiento por la tecnología, en especial lo cibernético. Un deslumbramiento peligrosamente acrítico. No se trata de despreciar sus posibilidades, sino que parafraseando el inicio, debe ser la tecnología la que esté al servicio del ciudadano, y no el ciudadano al servicio de la tecnología. Porque en general lo que apuntan las smart city, es más bien a un anacronismo futurista que otra cosa.

Quizás la ciudad de los cuerpos imperfectos pueda ser la ciudad de todos, porque todos somos, cuerpos imperfectos.

- Publicidad -
- Publicidad -

Relacionadas

- Publicidad -
- Publicidad -

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre

- Publicidad -
- Publicidad -
- Publicidad -
Advertisement
- Publicidad -

últimos artículos

- Publicidad -
- Publicidad -

lo + leído

- Publicidad -

lo + leído