El entramado del acuerdo realizado en Andalucía traerá con toda seguridad, (o esa es la pretensión, aunque no se diga en esa manera), el blanqueo de ciertas conductas y situaciones sociales que atentan contra los derechos humanos y contra la libertad de expresión, y de las que parecía, o eso creíamos, habían quedado erradicadas de manera imperecedera. En ningún caso, y parece claro, las conquistas sociales quedan tatuadas como un tatuaje sobre la piel: eternas. Todo lo conquistado debe ser defendido.
Seamos claros, la intención del acuerdo no es otro que reflotar ciertos cuchillos intimidatorios y ciertos márgenes dictatoriales para proponer su ideal social. En su intención de crear una Consejería de Familia, su cara oculta decreta que en dicha palabra no están incluidas las parejas homosexuales, ni tampoco la adopción de niños por parte de las mismas, porque en su aberrante ideología, todo niño tiene que tener un padre y una madre (hombre y mujer). Y aún hay más, porque en su apartado donde habla de “garantizar la libertad educativa y el derecho de los padres a elegir el modelo que deseen para sus hijos”, hay que recordar que para ellos, para esa ideología cruel y mísera, “los niños tienen pene y las niñas tienen vulva”; y la tolerancia irá siempre en una dirección correcta si todo queda reglado bajo la bendición de la iglesia católica y del nacionalismo racista y homófobo; en caso contrario, no. ¿Entonces, donde queda la tolerancia y la libertad en su discurso? Queda en blanquear sus propuestas populistas y su proyección monstruosa, como si se tratara del maná que vienen a derrocar todo el desorden y el caos presente, y que los ciudadanos acaben por normalizar en su paisaje social dichas propuestas.
De eso trata el merchandinsing y la verborrea de salvadores de toda anarquía, únicamente para confundir, para despistar la cara oculta del trazo que pretenden dar al paisaje social, y para ello, o por ello, también, su intención de reglar los medios de comunicaciones. ¿Cómo no? Siendo dueños absolutos de lo que se debe y puede informar al ciudadano, siempre existirá el país de la felicidad y la perfección en la ignorancia de quien desconoce la verdad. Y en eso, residirán eternamente los ciudadanos hasta que su pensamiento dormido y su mirada acotada encuentren despertar alguno, y sean capaces de entender que bajo el discurso y los panfletos de esos flautistas de Hamelín, se esconde la intolerancia, la falta de libertad, la homofobia y el racismo, y un modelo social más cercano a una primitiva edad media que al presente donde residimos.