El escritor francés Julien Gracq, en una imagen de 1951.

El escritor francés Julien Gracq falleció en 2007 en la localidad de Angers. Hace apenas dos años, en 2014, se halló una joya inédita que el autor de El mar de las Sirtes –novela con la que se permitió el lujo de rechazar el premio Goncourt en 1951– había decidido guardar en un cajón hasta su muerte. Se trataba de la novela Las tierras del ocaso. Haciendo gala de su predilección por la literatura donde prima el simbolismo fantástico y el surrealismo, nos sitúa en un mundo inconcreto, probablemente la Edad Media.

En ese tiempo vago un reino que llega a su fin debe luchar contra el asedio de unos opresores malvados. Todo parece demasiado actual, demasiado presente en esta maravillosa pieza de orfebrería literaria. Opresores, pueblo oprimido, hermandad contra la injusticia…

Qué duda cabe que la Ocupación nazi de Francia está detrás de cada una de las páginas de esta historia. Los voluntarios que emprenden un incierto viaje a través de sus ciudades “amuralladas para la nada” son conscientes de que deben hacer frente a sombras malvadas, “contrastes entre las negras pesadillas nocturnas y el deslumbramiento frente al amanecer del mundo”. La realidad tamizada por la literatura, por la magia de la palabra y la imaginación al servicio de una causa noble, de la libertad, de la lucha por la justicia.

El tono metafórico y simbólico de Gracq inunda todo el libro, “un acontecimiento literario de primer orden”, según el prestigioso Le Magazine Littéraire. Ahora, Nocturna Ediciones rescata por primera vez en español esta novela, con traducción de Julià de Jòdar.

La literatura, la imaginación al servicio de una causa noble, de la libertad, de la lucha por la justicia

La existencia del manuscrito de Las tierras del ocaso no era en absoluto un secreto. Estaba a buen recaudo en la Biblioteca Nacional gala, cuenta Bertrand Fillaudeau, el artífice de este rescate junto a la universitaria alemana Bernhild Boie, elegida por el propio Gracq para ser su albacea literaria. De las tres versiones escritas del libro, estos expertos han decidido elegir la tercera, “la que menos anotaciones tenía”, subraya Filladeau.

Gracq no nació Julien Gracq, pero sí Louis Poirier en 1910 en Saint-Florent-le-Vieil. Siempre fue este autor francés un amante de las dualidades y de una ansiada libertad en silencio. Licenciado en Ciencias Políticas, se afilió en su juventud al Partido Comunista cuando los aires belicosos de la Segunda Guerra Mundial ya olían a pólvora, para poco después romper el vínculo en cuanto se firmó el pacto germano-soviético.

Los protagonistas que parten de la decadente Bréga-Vieil lo hacen mentalizados de que la lucha no será fácil porque las fuerzas del mal se propagan como sombras espectrales difíciles de detectar. Como se subraya en Critiques Libres, “Las tierras del ocaso constituye una pintura que sólo Rembrandt podría haber representado”. Llegar a los límites del Reino no es tarea de un día, pero el cometido merece la pena, aguarda la ciudad de Roscheta, la libertad, en definitiva.

De la veintena corta de obras en total publicada por este autor nada dado a la farándula literaria de aquella Francia convulsa y amante de la discreción y el retiro, solo cuatro pueden considerarse novelas, o más bien “relatos” como al propio Gracq le gustaba definirlas. La unidad temática agrupa fragmentos literarios bajo títulos unitarios que dan uniformidad a sus obras, pero que al mismo tiempo mantienen una constante dispersión en sus narraciones, tan libres como el mundo que imaginaba, tan imaginarias como el universo en libertad que proyectó a toda su creación.

Sorprende en la rescatada del olvido Las tierras del ocaso que un escritor tan ensimismado con la belleza formal y meticulosa de sus textos se afanara en dotar de trayectoria argumental el hilo narrativo de la novela en cuestión. Belleza y mensaje se dan la mano luminosamente en una obra que redescubre a un autor que prefería guardar silencio antes que evidenciar vacuidad a través de la palabra dicha, escrita, pronunciada.

Embelésense con la magia de una novela que no por póstuma deja de ser una obra maestra de un autor exquisito, diferente, del pasado siglo. Así comienza esta maravillosa odisea camino a Roscheta: “A fin de cuentas, vivíamos bien. Cada estación aportaba sus frutos y sus placeres, y la Tierra del Ocaso no era avara. Los vicios en el gobierno del Reino eran tan antiguos y sus perjuicios, tan caprichosos en su enmarañamiento que acababan participando en los altibajos que confieren su variedad a todo espectáculo natural: si uno hacía votos por verlos «mejorar», era con el mismo candor con que se desea que el tiempo «mejore» tras el granizo o la helada”.

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Eclair Mondial / SIPA

Las tierras del ocaso
Julien Gracq
Nocturna Ediciones
267 páginas
15 €

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