Zarzuela no ha podido evitar la foto del rey emérito en un lugar preferente en la abadía de Westminster durante el funeral de la reina Isabel II. Las cámaras de televisión finalmente han captado la imagen de Felipe VI y doña Letizia sentados junto a los reyes eméritos, Juan Carlos y Sofía, en la segunda fila del templo, a pocos metros del féretro. Y, tal como era de prever, se han disparado todo tipo de elucubraciones. Para unos, el gran triunfador de este nuevo pulso entre reyes ha sido el monarca español abdicado, que ya se salió con la suya en el último viaje a Sanxenxo pese a las indicaciones en contra de Palacio Real; para otros, sale ganador un Felipe VI ataviado por el uniforme oficial de jefe de Estado del Reino de España mientras que el emérito ha acudido vestido de calle, no de militar como le correspondía por derecho propio al haber sido el superior jerárquico de los tres ejércitos españoles. En cualquier caso, hoy todo el mundo habla de Juan Carlos I, mientras que la figura de su hijo queda claramente oscurecida en un evento de categoría global como es el último adiós a la reina más importante de la historia contemporánea. La cara de Letizia, visiblemente enojada, lo decía todo.
En cualquier caso, Zarzuela ha tratado de desmarcarse de la polémica. “La Casa de Su Majestad el Rey se adaptará lógicamente a los criterios protocolarios, a las decisiones organizativas y a las instrucciones logísticas que adopten las autoridades británicas en su condición de responsables del desarrollo de los actos del funeral de Isabel II de este lunes“, aseguran fuentes de Casa Real. De esta manera, los reyes de España declinan cualquier responsabilidad en la ubicación del rey emérito durante la ceremonia en la abadía. Es cosa de Carlos III y a él se atribuye la decisión de reunir a los cuatro monarcas españoles pese a la delicada situación judicial por la que atraviesa Juan Carlos I, que tendrá que dar cuenta ante un juzgado londinense de las acusaciones de acoso de su expareja Corinna Larsen. Eso sí, el rey emérito ya ha anunciado que no acudirá a los actos privados que se llevarán a cabo en el castillo de Windsor tras finalizar las exequias por Isabel II. Felipe VI sí asistirá, mientras que la reina Letizia podría alegar problemas de agenda (un inminente viaje a Nueva York) para no acudir a esa celebración que pondrá punto final a la semana más negra para la monarquía británica.
Tras cuatro años, los reyes de España se han reencontrado en público con el emérito Juan Carlos I por primera vez desde que este se marchara a Arabia Saudí en verano de 2020. Felipe y Letizia han sido invitados en calidad de mandatarios y familiares de la Casa Real británica, en tanto que Juan Carlos I y Sofía acude por invitación personal del rey Carlos III. Al funeral han acudido presidentes, reyes, príncipes, primeros ministros, embajadores e invitados especiales, para rendir tributo a Isabel II, que reinó durante setenta años.
El rey emérito ha acudido al entierro contra todo pronóstico y pese a las advertencias en contra de Zarzuela. Corinna Larsen acudió a la Corte Suprema de Londres en diciembre de 2020 para formular una demanda donde acusa al ex monarca y a los servicios secretos españoles de hostigarla desde 2012 mediante amenazas, difamación y hasta una “vigilancia ilegal”. No parecía el mejor momento para que el emérito pisara suelo británico. De momento el Gobierno español da por zanjada la polémica. El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha afirmado este lunes que “los papeles (de representación de España) están claramente definidos” en el funeral de Isabel II, ante la expectación generada por la presencia en Londres del rey emérito, Juan Carlos I, y que “el jefe del Estado está claro que es Felipe VI”.
En declaraciones a medios españoles a las puertas de la embajada de España en el Reino Unido, el ministro aludió al revuelo ocasionado por la llegada a la capital británica del emérito para participar en las exequias y recordó que “el rey emérito se encuentra en Londres respondiendo a una invitación a título personal y, por lo tanto, yo creo que los papeles están claramente definidos y el motivo de por qué se encuentran aquí, también”, aclaró Albares.
La realidad es la que es y habla por sí sola: la sola presencia, en cercanía, de un monarca de la conducta como la de Juan Carlos I, como marido, padre, ciudadano, español y demócrata, contamina y emponzoña la institución que ahora representa Felipe VI. No es necesario ni explicarlo, porque a pesar del intento legitimador de la carcunda mediática por defender la identificación que con el paternalismo correspondiente sufre, en su servidumbre voluntaria, todo el mundo conoce y evalúa lo que está implícito en el hecho.