Podemos irnos a STONEWALL o al mismísimo infierno. El caso es que la realidad de la NO ACEPTACION, DE LA DIVERSIDAD HUMANA, ADEMAS DE LA LIBERTAD CULTURAL O SEXUAL, sigue en pie de guerra, y en materia religión no me quiero meter.
La desconformidad sexual y la destrucción de las identidades estigmatizadas a través del insulto, consigue reafirmar que la opción sexual distinta, es un derecho humano. Sexualidades que se alejan del círculo imaginario de la sexualidad “normal” y que ejercen su derecho a proclamar su existencia.
La resistencia a los valores tradicionales, y asumir la TRANSGRESIÓN, muchas veces el precio que tiene que pagar, es el rechazo social, la discriminación y el estigma.
Ridículo en tu etapa de adaptación escolar, hostilidad en el hogar, con la sociedad, problemas con la documentación… Todo esto genera suicidios, abandono de hogar, de las escuelas… para terminar recurriendo a actividades delictivas y a la prostitución. En muchos casos como vía de escape fácil.
Por lo general sabemos que los términos «masculino» y «femenino» no se fusionan tan fácilmente. El sexo es una combinación erigida por cromosomas (X e Y), por la anatomía (genitales externos y órganos sexuales internos) por las hormonas y, ante todo, por esa psicología donde los niños sienten desde bien pequeños, cuál es su identidad de género, el cual NO SE ELIGE. La identidad del ser humano puede no estar limitada a lo femenino y masculino. Ningún niño se levanta una mañana y decide ser niña, no es un capricho, ni un color, ni un sabor. Términos como transgénero, cisgénero, género no binario, queergénero o agénero dan forma a una realidad social imparable y de fluidez de género.
El grupo ultra católico; hazte oír, donde se dictaba eso de “LOS NIÑOS TIENEN PENE, LAS NIÑAS VAGINA. SI NACES HOMBRE, ERES HOMBRE, SI ERES MUJER SEGUIRAS SIENDOLO…”, recorría las ciudades de España con enormes vehículos, sembrando odio, dolor y humillación a quienes no nos sentimos encasillados dentro de esta norma aberrante y a su vez, a la parte más vulnerable que comienza desde los dos años, cuando uno empieza a sentir que su cuerpo no va muy de acuerdo con su interior, precisamente en esa época dura de fragilidad, que puede durar hasta los 17 años, es cuando más te golpea el rechazo social y cuando más traumatizado te sientes. Incluso si tu propia familia, tu entorno, te contradice con violencia psicológica o incluso en muchos casos física. Ha desembocado en suicidios, depresiones, trastornos psicológicos, miedo social….
La propia ciencia, y sus textos científicos han sido por lo general elaborados por personas de género masculino, raza blanca, preferencia heterosexual, clase media y de religión cristiana.
El hecho de que la OMS haya considerado durante muchos años que la no adaptación humana a la IDENTIDAD SEXUAL, sea un trastorno mental ha sido una lápida de pura estigmatización, en la que a estas personas se les niega trabajo, educación, dejándolas en exclusión social y llegando a privarlas de libertad y dándoles muerte en muchos países.
Un mundo de igualdad entre personas diferentes, promueve el derecho a la apatía, a ser tratados iguales pero diferentes. Un mundo sin distinciones, sin miedo, sin necesidad de defenderse, donde los seres no estemos separados y solo nos dediquemos a darle sentido a nuestras vidas.
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