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Impuestos los justos, pero ni uno menos

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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Hace unos días se comentaba el tema de la armonización fiscal. La persona con la que estaba no coincidía conmigo. “Como no espabilen”, me decía, “Ayuso obtendrá la mayoría absoluta en Madrid”. Me sorprendió, porque disentía de la gestión de la actual presidenta, pero estaba dispuesta a votarla por la política de bajada de impuestos. No conozco a nadie partidario de que le suban los impuestos. Y me espetó de sopetón: “¿Es que tú quieres que te los aumenten? Aunque lo afirmaras, no me lo creería”.

Pensemos con calma. En teoría, nadie quiere que le sorprendan con una subida de impuestos, claro que no, pero para juzgar una acción hay que situarla en su contexto a fin de poder decidir. Resulta que Madrid tiene el 60% de las grandes empresas de España, por lo que recibe la mayor contribución a su economía por los impuestos que pagan. Es la comunidad más rica, o una de las que más. ¿Cómo se traduce esto en los servicios que proporciona?

Los datos objetivos dicen que Madrid es la comunidad que menos invierte en Educación, en Sanidad y en Servicios Sociales. Se da así la paradoja de que la que más tiene menos gasta en la oferta de servicios a sus ciudadanos. Las familias gastan más que otras comunidades en educación y tienen muchos más seguros sanitarios privados. Es una señal palpable de que consideran que no funciona bien la educación, ni tampoco la sanidad. Es más, la comunidad absorbe cada año más habitantes, procedentes de la España vaciada. En este caso, la conclusión que se impone es el de una organización egoísta, injusta, insolidaria y provocadora.

Haríamos bien en preguntarnos para qué visita la presidenta de Madrid Catalunya. Ya lo ha hecho cuatro veces más. Para promocionar la capital ante los empresarios catalanes y venderles su buena gestión, que puede favorecerlos. Los quiere seducir para que abandonen su sede empresarial en Barcelona y la trasladen a Madrid. Aquí tendrán libertad, la fiscalidad más favorable a sus intereses, menos impuestos, y, además, serán bien recibidos. Al tiempo, compara las situaciones y reta a los catalanes para que ellos también bajen impuestos, dejando de ahogar a los empresarios, que cada vez tienen que pagar más. No le importa ser desleal, ni estar al servicio de los ciudadanos, sino dar la primacía al nivel económico de su región.

Las muertes en las residencias de ancianos deben ser algo natural. No es imprescindible que estén atendidos por sanitarios. Cuanto más privatizados se encuentren los hospitales, más se ahorra la comunidad, mientras que todos los que vayan con su tarjeta sanitaria serán atendidos mucho mejor. ¿De qué se quejan entonces los sanitarios y los usuarios de los servicios? ¿De qué se queja el profesorado? Eso decía Aguirre, cuando era presidenta. Tenían que ser más generosos y trabajar más, que ella lo hacía diariamente durante 12 horas. Pedagogía que enseñaba la señora. ¿Por qué no se quieren ir ahora los sanitarios al nuevo hospital? ¿No será porque no desean abandonar sus puestos y dejar vacíos los centros en que están? Esto no es otra cosa que responsabilidad y lealtad. ¿A quién se le ocurre desnudar a un santo para vestir a otro? Mucha racionalidad no tiene tal acción, desde luego.

Recaudar más, cobrando menos impuestos, no es ningún milagro, porque se trata de atraer a más empresas, quitándoselas a otras comunidades, eliminando, entre otros, el impuesto de Sucesiones o el del Patrimonio, absorbiendo todo lo que puede. En la actualidad, la comunidad de Madrid ha dejado de ingresar cerca de 5000 millones de euros por su política de rebajas de impuestos. Este año han bajado medio punto en el IRPF y anuncian orgullosos que tienen la tributación más baja de España. ¿A quién beneficia toda esta política neoliberal? A quienes más tienen, naturalmente, por eso trasladan sus sedes a Madrid. El impuesto de Sucesiones es discutible, porque ya lo incluirán después con el aumento patrimonial, pero el de Sociedades para facilitar a las empresas a pagar menos no es de recibo más que si se acepta arruinar al resto de las empresas españoles en otros territorios.

Por eso proclama Ayuso que España es Madrid, lo que divide al resto de los territorios y los obliga a disminuir los impuestos también, pero esto no rompe España, porque todos quedan cobijados bajo su bandera. Llevan ya 16 años bajando los impuestos a través de Aguirre, Cifuentes y Ayuso ahora, a cada cual más populista. Bajan los impuestos, es cierto, pero no entran en la segunda parte, que esto afecta principalmente a los que tienen más recursos. A quien tiene solo 100 le afecta muy poco, pero mucho a quien tiene 100 millones. Así que se da la paradoja de que los que más tendrían que aportar son precisamente los que menos aportan. La injusticia social es manifiesta.

En los presupuestos de 2021 se quiere rectificar para repartir los impuestos mejor. Bajar impuestos todas las comunidades no es la solución, porque muchas no pueden y, si lo hacen, luego tienen que pedir más recursos. Además, alguna ha descubierto que, si le entran menos recursos, no tendrá que repartir después el exceso solidariamente con las otras comunidades. Así se va aumentando el denominado dumping fiscal: presionar a las demás comunidades, deslealmente, a ir por esta senda única, reduciendo los servicios sociales hasta eliminar el estado del bienestar, mientras que una obtiene la concentración empresarial con sus ventajas de fiscalidad.

Esta política, traducida a números, da que las arcas públicas no han ingresado más de 48.000 millones de euros por las rebajas impositivas que los gobiernos populares entre 2004 y 2019, según Hacienda. Así que hay que armonizar los impuestos necesariamente, sin esperar más para que las rentas más altas paguen más impuestos y no menos, como ocurre ahora mismo.

Hay que desbaratar el imperio económico y político de Madrid, que sólo puede actuar de manera solidaria con el resto de España. No podemos hacerlo unos contra otros. Ni que fuéramos extranjeros entre nosotros. Los que más ingresos tienen no deberían menospreciar a los demás. Por ser privilegiados tendrían que dar ejemplo, precisamente. Pedir armonizar de acuerdo con lo que se hace en Madrid es otra provocación más. Y acusar de que la armonización es inconstitucional es lanzar la piedra antes de haber recibido la posible herida. Así no se arreglan nunca las cosas.

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