Matar es lo fácil, extinguir aquello que no se soporta en uno mismo.

Asesinar con ello lo que odio en mí, para hacer de todo eso un espectáculo que justifique mi propio suicidio.

Ahora disparan donde otros aman.

Estaban tardando mucho en ensañarse fuera de sus territorios con homosexuales.

Cada uno señala su punto débil en cada acto y conducta que realiza, es algo que no puede evitarse.

Sus fantasmas y pánicos internos los exteriorizan así, como los monstruos renegados que son.

Demonios lobotomizados que pretenden demonizar la libertad de los demás, la que a ellos les falta.

La envidian tanto como la maldicen.

Criminales idiotizados que se creen la primera patraña que les cuenten si les sirve para aniquilar.

Discapacitados para pensar por sí mismos.

Indignos de respeto.

Siervos que ni saben finalmente quién les paga las matanzas, para prometerles, previa muerte, paraísos a cambio de un cinturón candente.

¿Por qué nunca se autodestruye el pájaro que lo ordena?

Las mujeres para ellos son un agujero invertebrado sin voluntad, un cuerpo al que martirizar, un ánfora sucia.

Repudiadamente visitadas porque así lo mandan los heteropatriarcas, ya que lo que tiene valor de verdad es el macho.

No conciben el mundo más que como una reunión de falos trocados por cerebros.

El machismo a la enésima potencia, admirándose unos a otros, a ver quién lo tiene más grande.

Para ellos no existe sexualidad sin él, es su tótem adorado.

Lo dijo un día el viejo brujo de la tribu, el gran falócrata a quien obedecen.

Pero, ay…con esa acendrada misoginia y esa beligerante homofobia.

Qué cerca habitan del deseo y del morbo hacia lo magnificado, idealizado al fin para someter a otros con su narcisismo.

Como recientemente hemos visto, hay quien no soporta la contradicción y hace, entre espejos, que sus sesos vuelen «más allá».

Más allá de un «nunca» negado e invisible.

Jamás podrá darse cuenta de que en cada pedazo roto de cristal latía un gesto suyo.

Ni tampoco que el absoluto empieza a existir cuando desapareces, no cuando vives.

Eligió su muerte, mas no su vida, por eso nada tenía que perder.

Los dioses bondadosos no le impidieron acabar con tantos inocentes.

Esos mismos dioses que miran hacia el otro costado del verbo, cuando la vida se derrama inundando de sangre los suelos empedrados de la sinrazón.

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre