Ya está. Ya es oficial. Lo han comunicado hace unos minutos. Se acabó la emoción. Cuánto se habrán alegrado en Mercedes, ¡y por partida doble!, pues además de recuperar a su favorito, el gran Lewis Hamilton, para el Gran Premio de Abu Dhabi, se quitan el marrón de encima de ver cómo Russell es capaz de ganar carreras si compite en igualdad de condiciones que el heptacampeón del mundo, sin que ello reste mérito a su formidable palmarés.
Estarán contentos en Mercedes porque todo vuelva a su monótona rutina. Hamilton tendrá la oportunidad de cerrar la temporada sumando otro título más y Bottas saldrá a la caza de su compañero, diluyéndose tras la estela plateada de su eterno rival. Si nada cambia, y en la Fórmula 1 pasan muchas cosas últimamente, el Gran Premio de Abu Dhabi será un poquito más de lo mismo.
Los aficionados, al menos unos cuantos, perdemos. Perdemos porque, de repente, la carrera en Yas Marina ya no nos resulta tan interesante; porque, aunque nos alegremos de que Hamilton se encuentre bien y haya superado el covid, hemos perdido parte de la ilusión, del aliciente de ver a Russell desquitarse del mal sabor de boca de la pifia cometida por Mercedes en Sakhir; porque nos quedaremos con las ganas de saber si Bottas era capaz de sacar las uñas para demostrar que puede ganar carreras, que sabe pilotar y que lo puede hacer bien, mucho mejor que el fin de semana pasado; y perdemos porque tanto Russell como Bottas, cada uno por lo suyo, se merecían, este fin de semana, otra oportunidad.
