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Gugurumbé, la nueva ‘Leyenda del tiempo’

El espectáculo ‘Gugurumbé, las raíces negras’ triunfa en el Maestranza de Sevilla en una apuesta escénica transversal donde conjuga lo histórico y social con el arte nativo de África

Juan-Carlos Arias
Juan-Carlos Arias
Agencia Andalucía Viva. Escritor
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análisis

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El irrepetible Camarón de la Isla condensó en un disco La Leyenda del Tiempo (Polygram, 1979), un trabajo que revolucionó el flamenco sin liderar ventas. El disco pasó desapercibido, pero es un clásico. Las letras de García Lorca, Kiko Veneno, Omar Kayyán, Ricardo Pachón y Fernando Villalón sustentaron la voz de isleño. La música se encarnó en Tomatito, Pepe Roca y Raimundo Amador (guitarra), Jorge Pardo (flauta), Manolo & Rafael Marinelli (teclados) Gualberto Garcia (sitar), Rubem Dantas, Tito Duarte y Pepe Ébano (percusión) y Manolo Rosa (bajo). Todos hicieron que la leyenda sobreviviera al tiempo.

Los creadores de Gugurumbé parten de la premisa que ninguna música es pura. Todas son tributarias del mestizaje

En el verano del 2020 se estrenó en el imprescindible Festival de Música y Danza de Granada el espectáculo Gugurumbé, las raíces negras. Es una producción de Accademia del Piacere, Agencia Andaluza de Instituciones Culturales y Acción Cultural Española seleccionada por el Ministerio de Cultura para conmemorar el V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo de Magallanes-Elcano.

Los ensayos del espectáculo tuvieron sede en Sevilla. Tras la puesta de largo mundial granadina la producción viaja por gira española. La propuesta merece la pena disfrutarla. Diario16 fue testigo del estreno sevillano en Teatro de la Maestranza el pasado 19 de enero.

Aquel día, la capital del Guadalquivir se aislaba por la pandemia. Se adelantó la función a las 16:30 por el toque de queda. No obstante, la solidaridad, la que comparte lo que tiene, llenó el centro de donantes de sangre un día de colapso hospitalario. Aquella tarde el público del Maestranza, con vibrantes aplausos, refrendó que la cultura no se rinde al virus. En el Maestranza las medidas de seguridad son estrictas, justo para que los creadores nos sigan cultivando el alma y alegrando la vida.   

La leyenda de la historia

Gugurumbé es una apuesta escénica transversal. Conjuga lo histórico y social con el arte nativo de África. Nos avisa que llegó, esa música, al Viejo Continente por el mercado esclavista rebotando de la nueva tierra prometida americana. Ahí, en África, sitúan los expertos también las raíces del flamenco. Sustituyó progresivamente –en lides musicales- al Barroco aportando expresividad, ritmo y ese duende que tanto buscan sus artistas.

Los creadores de Gugurumbé parten de la premisa que ninguna música es pura. Todas son tributarias del mestizaje. Es un obvio producto del intercambio cultural. Además, el comercio del oro, plata y especias americanas trajo a Europa credos, culturas y costumbres que chocaron con la moral imperante en una Europa vasalla y conservadora rendida a reyes absolutos con ansias imperiales. 

Celebrar los 500 años de la primera circunnavegación del mundo con Gugurumbé es un desafío añadido que entraña un reto superado. De Sevilla partió el luso Magallanes, apadrinado por la Corona Española. Hasta la capital hispalense llegó un agotado marino vasco Sebastián Elcano. Su aventura viajera la celebra Gugurumbé con el arte imperecedero: baile, música y cante

El pretexto de la celebración mezcla, con la intención legítima del mestizaje reivindicado, música barroca, flamenco y danza contemporánea. El producto final es sencillamente proverbial. El factor humano y las bases que usan para desarrollar el proyecto conecta con sus destinatarios.  

El dúo Barroco & Flamenco

La búsqueda genética de Gugurumbé la metaboliza Fahmi Alqhai. El emprendedor sevillano es un reputado músico de cuerda que usa de plataforma el barroquismo musical para fusionarlo con el flamenco. Experimentando con la viola de gamba, Alqhai trasmite su luz creativa a Antonio Ruz (Premio Nacional de Danza 2018). Éste sustancia la escena y coreografía de Gugurumbé. El talento, señoras y señores, irrumpe para distribuirse entre los integrantes de Accademia del Piacere. El reputado colectivo de músicos ejecuta el barroquismo musical con veteranía.

Lo componen Fahmi Alqhai, Rami Alqhai y Johanna Rose (viola de gamba), Carles Blanch (guitarra barroca), Javier Núñez (cémbalo y órgano) y Agustín Diassera (percusión). En la obra que comentamos tienden puentes desde el academicismo hacia el flamenco sobre danza y cantes pulcros. La soprano Nuria Rial suma una voz que da envidia sana.

La parte flamenca de Gugurumbé no defrauda por una valía ya reconocida. Mónica Iglesias encarna la danza, un baile castizo y versátil. Lo acomoda al espectáculo con un poderío que le acompaña en la expresividad. La caraqueña Ellavled Alcano de su parte es belleza plástica. El espectador la siente cercana. Su baile emociona y contagia, desde las tablas al patio de butacas. La venezolana afincada en Sevilla habla, canta y se expresa como bailarina a la que supera una dama con mensaje. Sus movimientos por el escenario cautivan. Representa -al cabo- esa libertad, gozosa y sonriente, del esclavo cuando se abole tan repugnante tráfico humano. Cuando el liberto deja de ser carne de especuladores.

Fotos: ANDALUCÍA VIVA-TEATRO MAESTRANZA.

El punto y aparte de Rocío Márquez

Rocío Márquez merece un aparte. Quienes sabíamos sus habilidades en los palos flamencos, sumamos su capacidad dramática, de baile y entrega a un informal libreto al que aporta su sello. Lo mismo nos eriza con cantes jondos, fandango o alegrías por ejemplo, que recita una noticia de antaño o se une al coro de bailarinas para vehicular el espíritu de Gugurumbé.

Ese mestizaje une a Márquez con un Dani de Morón en estado de gracia, como ella misma más Alcano, Iglesias y Rial. Al guitarrista sevillano le vemos el puntal de la heterodoxia flamenca que representó el Camarón revolucionario matrimoniado con Tomatito y antes con Paco de Lucía. No es una paradoja: el purismo fabrica este mestizaje que inspira la obra.

En Gugurumbé vimos al percusionista Diassera tocando junto al guitarrista de Morón y Rocío Márquez. Los tres sentados sobre una mesa trasmitían al público lo que une, lo que es belleza con densos ingredientes. La cantaora onubense llevaba una voz, repetimos, al espectáculo sobresaliente. Inspirada y tan feliz como la hizo el aplauso del respetable.

Como constatamos en tiempos de pandemia, toques de queda, cierres perimetrales o aislamientos el arte no descansa, ni se rinden sus profesionales más cualificados. Desde estas líneas animamos a ir al teatro, a conciertos y al cine porque son lugares seguros, con amplios espacios y medidas para que el maldito virus no se expanda o haga de la suyas. La tarde de Gugurumbé en el Maestranza tenía ‘raíces negras’, pero brilló en colores muy claros su espectáculo en tan inquietantes tiempos. La leyenda del tiempo se renueva. Magallanes y Elcano lo celebran; no se remueven de sus tumbas.    

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