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Golpe de Vox a España

Más allá de qué líder o portavoz haya estado mejor o peor, lo que realmente se ha alimentado en la moción de censura de la extrema derecha ha sido la antipolítica, un fenómeno muy peligroso que es la antesala de la implantación de un régimen totalitario

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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En tiempos de crisis nacen los populismos que abonan su crecimiento con la antipolítica o los mensajes antisistema. Tras la crisis de 2008, el golpe definitivo de las clases privilegiadas contra el resto de la humanidad, empezaron a surgir partidos en todas las partes del mundo que se alimentaban de la resignación, la frustración y la furia de las clases medias y trabajadoras que veían cómo se empobrecían mientras los gobiernos democráticos eran incapaces de dar soluciones a los problemas reales de la ciudadanía.

El fracaso de la socialdemocracia, con su complicidad hacia las políticas neoliberales y austericidas aplicadas por los partidos de centro derecha, hicieron que surgieran organizaciones en ambos extremos del arco ideológico. Sin embargo, tanto desde extrema derecha como desde la extrema izquierda había un elemento común: la antipolítica disfrazada de transversalidad y de populismo.

Eso sí, en los países en los que consiguieron llegar al poder, el fracaso ha sido absoluto porque una cosa es pontificar y otra muy diferente saber gobernar. Desde Donald Trump, pasando por el Movimiento 5 Estrellas, Unidas Podemos, Viktor Orban o Giorgia Meloni, se ha visto que la antipolítica y el populismo no ha sabido resolver nada de lo que prometían.

Muchos pensaron, de buena fe, que esas organizaciones o esos líderes iban a reventar el sistema, pero la desesperación, la frustración, el cabreo o la desafección les cegaron y, finalmente, la solución del populismo fue peor que la enfermedad. Que se lo digan a Estados Unidos que, gracias a las políticas fiscales de Donald Trump, han estado a punto de entrar en default por alcanzar el tope máximo de deuda pública.

Moción de censura a la democracia

Ayer finalizó la moción de censura presentada por Vox con Ramón Tamames de candidato a la Presidencia del Gobierno. El resumen, más allá de las intervenciones de Pedro Sánchez, el propio Tamames, Santiago Abascal, Gabriel Rufián, Cuca Gamarra o Yolanda Díaz, no puede ser más peligroso. Vox no hizo una moción de censura contra el presidente del Gobierno, sino contra la esencia misma de la democracia.

Lo que se puso en duda fue el propio sistema político actual, con un falso patrioterismo y un discurso alejado de los valores de la democracia, tanto por parte de Abascal como de Tamames o Espinosa de los Monteros.

Sin embargo, lo que flotaba en el ambiente era la ponderación de la antipolítica, de incrementar el odio de la ciudadanía hacia la clase política. Eso es muy peligroso porque lo que se consigue es la justificación a la toma del poder por la vía pacífica o por la violenta.

Gabriel Rufián lo expresó a la perfección cuando se refirió a que «buena gente, vecinos, amigos, familiares, gente de clase trabajadora que está mucho más preocupada, mucho más cabreada, por lo que yo cobro que porque un rey se haya fugado después de robar durante 40 años. ¿Sí o no? ¿La conocen? Yo sí. Conocen a gente, a buena gente, que odia a partidos que votan a partidos que votan a favor de subir el salario mínimo interprofesional y que aman y votan a partidos que votan en contra cobrando el SMI. ¿Por qué hay tanto ratón escuchando y votando a gatos? La respuesta es terrible: porque hay un montón de gente dispuesta a votar en contra de sus intereses pensando que vota a favor de sus principios. ¿Cuál es ese principio? El más poderoso que puede existir en política: la patria».

Es muy duro lo que afirmó Rufián, pero la voz del portavoz de Esquerra transmitió al resto de los diputados un hecho real y preocupante. En España se está empezando a pasar de la desconfianza en los políticos al odio y eso, evidentemente, está incentivado por los discursos populistas de formaciones como Vox.

Esa antipolítica justificaría el paso de los abucheos a Pedro Sánchez a descerrajarle cuatro tiros antes de un mitin. El mejor ejemplo de ello fue lo sucedido en Argentina con Cristina Fernández. Centenas de miles, cuando no millones de personas, jalearían al magnicida y justificarían la acción en la «traición» del actual presidente del Gobierno, un argumento, por cierto, utilizado constantemente por Vox.

Eso es lo que ha triunfado en la moción de censura y es una victoria más de la ultraderecha, sobre todo en un momento en el que los sondeos demuestran un retroceso en la intención de voto.

Todo ello, además, alimentado por mentiras y bulos sobre el trabajo que desarrollan los políticos en los parlamentos. Evidentemente, a la gente lo único que le llega es el hemiciclo y, en muchas ocasiones, se están debatiendo medidas, mociones o enmiendas y los asientos parecen vacíos. Es entonces cuando salta el grito de indignación: «se les paga una pasta para que no trabajen». Además, si no están los representantes del gobierno, entonces se hacen realidad los requiebros y la tergiversación sobre el coste que supone que haya tantos o cuantos ministerios.

Sin embargo, quienes no hayan estado en el Congreso de los Diputados no pueden hacerse una idea de lo que se cuece detrás de las puertas del palacio. Quien firma este análisis ha cubierto comisiones fuera de pleno en días normales y ahí es donde se comprueba realmente el trabajo que los diputados realizan. No es de extrañar ver llegar a la sala de la comisión a un diputado o diputada prácticamente echando el bofe porque viene corriendo de la otra punta, o del otro edificio, para poder intervenir e irse a otra comisión. Los diputados de los grupos minoritarios saben perfectamente de lo que hablo.

Es ese trabajo previo, esas comisiones, esas reuniones en las que se prepara lo que, al final del recorrido, llega al pleno y a las cámaras de televisión.

Como es algo que no se muestra a la ciudadanía, entonces resulta muy fácil lanzar mensajes populistas de reducción de escaños o eliminación de organismos públicos que realizan un trabajo clave para que la maquinaria del Estado pueda seguir funcionando.

Los políticos se equivocan, como todos los seres humanos y, hasta ahora, es un hecho que están demostrando, por unas razones u otras, que están alejados de las necesidades reales de la ciudadanía o de aplicar las soluciones más efectivas. Sin embargo, eso no condiciona para que se justifique que es mejor recibir la limosna en especies de un multimillonario antes que dejar que lo gestionen las administraciones públicas porque el dinero no puede acabar jamás en manos de los políticos. Por cierto, esas limosnas luego se las desgravan en su declaración de impuestos.

La moción de censura rebosaba antipolítica y, por desgracia, ese es un mensaje muy potente que cala muy hondo en un escenario social, económico y político como el actual.

Vox perdió en números, pero la derrota final sólo está en manos del poder ejecutivo y del legislativo. Del judicial, por desgracia, no se puede esperar nada. Si actúan pensando en la gente y olvidándose de sectarismos ideológicos, entonces se habrá derrotado a la extrema derecha. Si, por el contrario, se quedan cortos o no actúan en favor del pueblo, entonces Vox, con esta moción de censura, habrá dado el golpe definitivo a la democracia española.

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