A diferencia de lo que ocurre en España, la ciudad de Ginebra, una de las más caras del mundo, ha apostado por dar dignidad a su clase trabajadora con la implantación de un salario mínimo de 21 euros/hora, lo que corresponde con 3.700 euros al mes. La medida será aplicada en 15 días tras la aprobación vía referéndum, que obtuvo un total del 59% de apoyos positivos por parte de la ciudadanía del cantón.

La medida va en contra de lo defendido por el gobierno suizo (formado por una coalición de socialistas, conservadores, liberales y democristianos) que siempre ha mantenido una actitud opuesta a la implantación del salario mínimo en todo el país, porque, como buenos liberales de diferentes tendencias políticas, defienden la flexibilidad laboral como parte del éxito económico del país helvético. En España, por ejemplo, esa flexibilidad es una de las causas de la precariedad económica y laboral de una clase trabajadora sometida a los intereses del capitalismo más cruel.

Mientras otros países buscan dar una vida digna para todos los trabajadores, en España se sigue apostando por la precariedad, criticando la mínima subida del SMI o se la culpabiliza de la destrucción de empleo, todo ello, además, con la defensa a ultranza de los cómplices políticos de las clases dominantes de la reforma laboral de Mariano Rajoy, una ley que sólo ha generado miseria, pobreza y, por supuesto, que los ricos sean más ricos.

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