viernes, 26abril, 2024
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¿Gerona o Girona, Lérida o Lleida,…?

Manuel I. Cabezas González
Manuel I. Cabezas González
Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada Departamento de Filología Francesa y Románica (UAB)
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análisis

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En uno de mis últimos textos me dediqué a poner el dedo en la llaga de ciertos ejemplares del gremio de los “maestros Ciruela”: personajes que, según un refrán castellano, no saben leer ni escribir y ponen escuela. Ahora bien, la ignorancia, como dice la sabiduría popular, es muy atrevida y los maestros Ciruela abundan también en otros colectivos. Es el caso del obispo de la diócesis de Lérida y también del tándem formado por los miembros de la casta política y, en general, por los “plumillas” de los medios de comunicación, que se complementan y que tienen también el lenguaje (oral y escrito) como instrumento fundamental de trabajo. Hoy hago referencia a estos dos últimos pseudo-profesionales de la palabra para tratar de responder a las alternativas, formuladas en el título de esta reflexión. Se trata de dos casos ilustrativos de alternativas lingüísticas, que son sólo la punta del iceberg de muchas otras.

Desde el inicio de la Transición (1975), en las CC. AA. con dos lenguas oficiales, se inició el mal llamado proceso de “normalización” lingüística, del que nos ocuparemos en una próxima entrega. Con la “normalización” se ha pretendido y se sigue pretendiendo generalizar e imponer el uso de la lengua autóctona (catalán o vasco o gallego u otras modalidades lingüísticas) en todos los ámbitos de la comunidad autónoma respectiva. Esto provocó, al mismo tiempo, otro efecto, deseado y buscado por los nacionalistas: el progresivo desplazamiento, la marginación y la eliminación de la lengua española (el mal llamado “castellano” en la Constitución de 1978), en los ámbitos institucionales y en las situaciones más formales de comunicación (medios de comunicación, enseñanza, etc.).

Sin embargo, los maestros Ciruela de la casta política no se contentaron con esto. Procedieron también a la “normativización” de ciertos aspectos del español, la lengua común de todos los españoles. La normativización es un proceso que, en general, precede a la normalización del uso de una lengua. Con la normativización se toman decisiones sobre la naturaleza de una lengua, determinando la “norma” (léxica, ortográfica, fonética y morfosintáctica) que hay que aplicar al usarla. Ahora bien, la normativización y su resultado, la norma, no pueden ser caprichosas, ya que podrían entorpecer la comunicación entre los usuarios de la lengua. Por eso, no se puede actuar a la ligera, como lo han hecho los maestros Ciruela de la casta política española, metiéndose en camisa de once varas.

Según el Art. 25.2. del R.D. Legislativo 781/1986, de 18 de abril, sobre régimen local, sólo mediante ley aprobada por las Cortes Generales se puede modificar la toponimia. En base a este artículo, se ha ido cambiando la toponimia en español e imponiendo, como única forma oficial, ciertos topónimos en gallego, en catalán, en vasco, etc. Así, según los maestros Ciruela de la casta política, en vez de Gerona, Lérida, Orense, La Coruña, Guipúzcoa o Vizcaya,… hay que decir, al utilizar el español, Girona, Lleida, Ourense, A Coruña, Gipuzkoa o Bizkaia. Y éstos son sólo algunos ejemplos. En efecto, muchos otros topónimos han cambiado de nombre sin haber pasado por el Congreso de Diputados. Basta con consultar el Registro de Entidades Locales (REL).

En los procesos de normativización de las lenguas autóctonas (en nuestro caso, las de las CC.AA. con dos lenguas oficiales), es lógico y razonable que se restablezcan los topónimos tradicionales de estas lenguas y que se fomente el uso de los mismos cuando se emplean dichas lenguas. Ahora bien, lo que no es de recibo, desde ningún punto de vista, es que, cuando los hispanohablantes usamos el español, tengamos que utilizar topónimos o también palabras procedentes de estas otras lenguas (catalán o gallego o vasco, etc.). ¿Por qué?

Desde el punto de vista de la lingüística aplicada, cuando dos o más lenguas entran en contacto pueden suceder tres cosas (de esto nos ocuparemos en un próximo texto). Una de ellas es la amalgama parcial de las lenguas en contacto. En este caso, unidades lingüísticas o estructuras morfosintácticas o fónicas transitan entre las lenguas en contacto, provocando interferencias y contaminándose mutuamente. Ahora bien, la presencia de unidades lingüísticas del catalán o del gallego o del vasco,… cuando se utiliza el español o viceversa, da una pobre y mala imagen del que habla o escribe. Es algo muy negativo. En efecto, las interferencias de una lengua sobre otra denotan que el locutor posee un bilingüismo desequilibrado y deficiente, fruto de las lagunas y de la inconsistencia de su competencia lingüística en las lenguas en contacto.

Por eso, cuando hablamos o escribimos debemos mantener separadas las lenguas y utilizar o la una o la otra. Esto es signo de un grado de bilingüismo más equilibrado; y, por consiguiente, da una imagen más positiva del locutor. Por eso, si utilizo el español y me refiero a la capital del Reino de los Belgas, hablaré de Bruselas y no de Bruxelles; o si me refiero de la capital del Reino Unido, hablaré de Londres y no de London; o si me refiero a la región francesa donde se encuentra una de las sedes del Parlamento Europeo, hablaré de Alsacia y de Estrasburgo y no de Alsace y de Strasbourg. Del mismo modo, cuando se usa el español, hay que utilizar los topónimos tradicionales en español y decir Gerona, Lérida, Orense, La Coruña, Guipúzcoa, Vizcaya,… y no, como pretenden los maestros Ciruela de la casta política, Girona, Lleida, Ourense, A Coruña, Gipuzkoa o Bizkaia,… Y éstos son sólo algunos ejemplos.

Por otro lado, desde el punto de vista del funcionamiento del lenguaje, hay que insistir en el hecho de que el uso de las lenguas es uno de los lugares donde el poder del pueblo y, por lo tanto, la auténtica democracia directa son una realidad tangible. En efecto, una lengua es y será lo que deciden, con el uso oral o escrito, los usuarios de la misma: los locutores. Ni la Real Academia Española (RAE), como expondremos infra, ni los indocumentados maestros Ciruela de la casta política, aún menos, pueden prescribirnos cómo debemos hablar o escribir. En el campo lingüístico los ciudadanos-locutores son auténticos soberanos e imponen su ley: los usos lingüísticos.

El punto de vista y la labor de la RAE son respetuosos con la naturaleza y la lógica histórica de las lenguas, que acabamos de apuntar. Como precisa el escritor y académico Javier Marías, la RAE, “a lo sumo, advierte, mediante las marcas ‘vulgar’ o ‘negativo’ que tal o cual vocablo pueden resultar malsonantes o denigratorios”. Por lo tanto, si la RAE, ese conclave de sibaritas del lenguaje, no puede imponer los usos del español, con menor motivo podrán hacerlo los maestros Ciruela de la casta política. Como decía el lingüista y también académico E. Alarcos-Llorach, “hay que dejar la lengua y las lenguas en paz. En ellas manda la colectividad. Si los ciudadanos son los depositarios de la soberanía política, los hablantes son los de la lingüística”. Por su lado, el también académico y lingüista Gregorio Salvador, no se cansaba de repetir que “las academias son como los notarios […], que sólo dan fe de que tal cosa se dice así en tal nivel de uso”.

En relación con el tema abordado, se podrían aportar otras muchas citas de autoridad, que van siempre en la misma dirección: cuando se habla o se escribe en español, los topónimos catalanes, gallegos o vascos que tengan forma tradicional española deben ser utilizados según la grafía que corresponde al español. Y por eso, hay que decir y escribir Gerona y no Girona, Lérida y no Lleida, Orense y no Ourense, Cataluña y no Catalunya, País Vasco y no Euskal Herria, Vizcaya y no Bizkaia, Guipúzcoa y no Gipuzkoa… Y suma y sigue.

Esto —que es evidente, lógico y dictado por el sentido común—, ha sido tergiversado por los maestros Ciruela de la casta política que, con la ayuda de los “plumillas” apesebrados y también de los profesores acríticos, han ido imponiendo cambios en la toponimia en español. Estos cambios no sólo contaminan, deforman y degradan la lengua española; también contribuyen a desarmar lingüística y culturalmente a los hispanohablantes, al tiempo que constituyen una nueva derrota del bilingüismo y un nuevo paso hacia el monolingüismo en las lenguas autóctonas. Así, como ha escrito certeramente Javier Cercas, “nuestros disparates políticos son un reflejo de nuestros disparates lingüísticos, porque quien no respeta el lenguaje no respeta la realidad”.

A los indocumentados de la casta política se les podría decir aquello de “Manolete, Manolete, si no sabes torear “pa” qué te metes”; y a los “plumillas” y a los profesores, que dejen de repetir y difundir, como papagayos, lo que han decidido, en base a criterios partidistas e irracionales, los maestros Ciruela de la casta política.

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13 COMENTARIOS

    • Lérida es Lérida:

      · O no has leído mi texto o no sabes leer. Tan grave es una cosa como la otra. Por eso, has escrito lo que que has garabateado en tu comentario.

      · Te recuerdo que en lo expuesto en mi reflexión no hay nada de opinión. He verbalizado simplemente lo que dice esa ciencia llamada LINGÜÍSTICA, que forma parte de mi especialización universitaria y profesional.

      Un cordial saludo.

      Manuel I. Cabezas

  1. Con el mayor de los respetos: Váyase usted a la mierda
    Su especialización universitaria y profesional me la paso por el «engonal»
    Yo seguiré diciendo y escribiendo Lleida, Girona, Barcelona y Tarragona, aunque a usted le toque los cojones

    • Sr. o Sra. anónimo/a (sin nombre), descarado/a (sin cara) y desalmado/a (sin alma), alias “Vailet català”:

      • En los tiempos que corren, Ud. y yo no vivimos en una sociedad que nos impida expresar libremente y sin riesgos físicos lo que pensamos, lo que sentimos, lo que vivimos, lo que… Podemos verbalizar lo que queramos, sin que peligre nuestra integridad física ante la fuerza testicular de nadie.

      • Por eso, creo que no es de recibo parapetarse, como Ud. hace, tras el burladero del anonimato o el seudónimo. El dar filiación a nuestro verbo y el dar siempre la cara son un buen antídoto para controlarse cuando uno se pone ante la pantalla del ordenador y para no pasarse ni en lo que se dice ni en cómo se dice. Así, nos vemos obligados a rumiar y mimar lo uno y lo otro.

      • Dicho lo que precede, por la catadura, por el tono y el lenguaje de su “vomitera lingüística”, comprendo que Ud. sea un portador de burka. Por su colitis verbal, cualquiera puede constatar que Ud. no ha cuidado ni lo que dice ni cómo lo dice. Y se avergüenza de ello. Además, por su comportamiento lingüístico, Ud. se comporta como el necio que mira el dedo que le señala la luna. Y si Roma no pagaba a traidores, yo me niego a tener comercio lingüístico con anónimos “gallináceos”

      Sr. o Sra. anónimo/a (sin nombre), descarado/a (sin cara) y desalmado/a (sin alma), alias “Vailet català”, sin acritud, un cordial saludo.

      Manuel I. Cabezas
      9 de abril de 2019

      • Se ha olvidado usted descojonado.
        Así estoy yo, descojonado (sin cojones) por su perorata.
        Me ha pillado usted. Pero ignora si soy hombre o mujer (no aspiro a ser Sr. o Sra.)
        Ya le aviso que tengo escroto. Es decir poseo bolsa que cubre mis testículos.
        Y aunque ya no soy tan «vailet»» pues peino canas (o no peino ya nada) aun me veo
        capaz de tomar un café con usted en Plaça Catalunya y vomitarle a la cara el asco que me produce. Ya le anticipo que «comercio lingüistico» conmigo no va a tener. Me gano la vida de una forma mucho más honrada y noble que usted, que desprecia cuanto ignora y sacraliza el castellano, que no español.

      • Se ha olvidado usted desco_onado.
        Así estoy yo, desco_onado (sin co_ones) por su perorata.
        Me ha pillado usted. Pero ignora si soy hombre o mujer (no aspiro a ser Sr. o Sra.)
        Ya le aviso que tengo escroto. Es decir poseo bolsa que cubre mis testículos.
        Y aunque ya no soy tan «vailet»» pues peino canas (o no peino ya nada) aun me veo
        capaz de tomar un café con usted en Plaça Catalunya y vomitarle a la cara el asco que me produce. Ya le anticipo que «comercio lingüistico» conmigo no va a tener. Me gano la vida de una forma mucho más honrada y noble que usted, que desprecia cuanto ignora y sacraliza el castellano, que no español.
        He tenido que repetir la publicación de mi opinión desnaturalizando el adjetivo calificativo desco_onado y el substantivo co_ones porque Diario16 me lo impide
        Saludos no cordiales

  2. Hable usted con un doctor en ciencias fisicas y digale voltio,amperio,ohmio,julio…..etc a ver que le dice.
    La RAE acepta vídeo cuando es video solo lo dicen correctamente los sudamericanos.
    Seguramente tiene algun alumno de erasmus por Erasmus von Rotterdam o es una beca erasmo.
    Tengo miles de ejemplos pero el que me viene a la memoria es Antwerpen(todavia estoy buscando Amberes por Flandes.

  3. Doctor Cabezas.
    También es Ud. un descarado
    No he visto en sitio alguno su cara, ni su faz, ni su rostro ni su semblante.
    Compartimos anonimato, lo cual nos hace casi consanguíneos -ya sé que no es la palabra adecuada, pero no se me ocurre otra- (bueno, no, iba a decir compadre o compañero pero me resulta muy falso) y no me apetece nada tener lazos de sangre con un doctor en didactología (ya me explicará Ud. qué ciencia es esa, ya que no figura en el DRAE)
    En lo tocante a que no tengo nombre, va Ud. errado (observe que lo escribo sin la octava letra del idioma castellano; la letra muda y/o aspirada en ciertos círculos lingüísticos, como el de los jándalos) porque uso alias, apodo, mote o «sobrenombre» lo cual es mucho más que un nombre.
    Saludos no cordiales

  4. • Ante ciertos comentarios y para mayor abundamiento, quiero citar dos pasajes de una obra de la RAE (2010) [Ortografía de la lengua española, Espasa, Madrid], donde se aborda la cuestión de la “normativización” de los topónimos en español. Con estas citas, intento seguir el consejo que da Victor Hugo en Los Miserables: “N’appliquons pas la flamme là où la lumière suffit”.

    • Por un lado, en el punto “3.1.1. Ortografía de los topónimos hispánicos” puede leerse: “Los topónimos que aluden a un lugar que se encuentra en territorio de habla hispana, al igual que el resto de las palabras de nuestra lengua, deben someterse a las reglas ortográficas del español. La mayor parte de estos topónimos presentan una única forma asentada” (p. 640).

    • Y por otro, en el punto “3.1.2. Formas cooficiales”, se precisa aún más la cuestión: “En España, muchos topónimos de las zonas bilingües (Cataluña, Comunidad Valenciana, Islas Baleares y País Vasco) cuentan con dos formas, una perteneciente a la lengua española y otra propia de la lengua autonómica cooficial. Lo natural es que los hablantes seleccionen una u otra en función de la lengua en la que están elaborando el discurso. En consecuencia, los hispanohablantes pueden emplear, siempre que exista, la forma española de estos nombres geográficos, y transferir aquellos topónimos que posean una expresión única, catalana, gallega o vasca”. Y para ilustrar lo expuesto se da el ejemplo siguiente: “Pasó parte de su verano en SANJENJO, pero tuvo tiempo para visitar BILBAO y llegar hasta GERONA; su familia vive en SANT FELIU DE GUIXOLS” (p. 642).

    • Además, se deben distinguir dos tipos de “exónimos”: los “TOPÓNIMOS MAYORES”, que designan, en general, grandes espacios geográficos o grandes realidades geopolíticas y que son de uso frecuente; estos topónimos tienen una forma españolizada; por ejemplo, Sanjenjo, Bilbao, Gerona, etc. Y los “TOPÓNIMOS MENORES”, que designan, en general, pequeñas realidades y que son de uso más esporádico; estos topónimos conservan, en español, la forma de la lengua hablada en el territorio en cuestión; por ejemplo, Sant Feliu de Guixols, Masnou, Sitges, Molins de Rei, etc.

    • Con estas precisiones, ruego a los internautas que hayan leído mi reflexión a que tomen nota y no usen palabras españolas cuando hablen o escriban en catalán; y no utilicen palabras catalanas cuando hablen o escriban en español. El éxito o el fracaso de su comunicación dependerá en parte de esto.

    Un cordial saludo para todos.

    Manuel I. Cabezas
    10 de abril de 2019

  5. No hay duda que en castellano es Gerona y no Girona. Igual que en catalán es Saragossa y no Zaragoza.

    Pero veo bien que, los medios de comunicación escritos en castellano con difusión a toda España (tanto la bilingüe como la monolingüe) haga un pequeño gesto de pluralidad lingüística y diversidad cultural y use los topónimos oficiales en lengua propia. En especial si son medios públicos.

    Veo lógico y normal que, un medio local de una provincia monolingüe castellana hable de Gerona y San Sebastián, pero no así en TVE o RNE, que tiene que hablar de Girona y Donostia.

    En referencia a los medios privados… ahí está cada uno con su línea editorial y su visión de la España plural y diversa (si la tiene)

    No soy filólogo. Solo un bilingüe catalanoparlante al que no le gusta oír que al castellano se le está arrinconando de las comunidades bilingües. Cierto es que se usa menos en la España bilingüe que en la otra…pero yo lo veo normal

  6. Pida también usted que cuando hablemos o escribamos en castellano no utilicemos barbarismos, ni anglicismos ni germanismos, ni catalanismos, ni ninguna palabra que no sea perfectamente castellana y aceptada por el DRAE, como por ejemplo, decir que es usted «doctor en didactología»
    En cuanto al uso de anglicismos, generalmente de carácter técnico, tampoco los usaremos´
    Así mandar un twitter ya no escribiremos twitear, sino gorjear o piar.
    Va a tener usted mucho éxito en sus pláticas.
    Que lo pase usted bien, «doctor»

  7. Doy por terminado mi agradable confrontación dialéctica con el Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada Departamento de Filología Francesa y Románica (UAB) don Manuel I. Cabezas
    Me lo he pasado francamente bien (referencia sutil a Franco) y ha sido realmente divertido (referencia sutil al rey)
    Solo indicarle que yo continuaré usando Lleida y Girona. Sorry
    Bye

  8. El español ha sido «Castellano» durante cinco siglos. Fue el franquismo y el tardofranquismo actual que acuño el término «español». Le parecería normal que los argentinos digan que hablan «argentino» ? O los americanos de EEUU digan que no hablan «inglés». Cervantes escribía en castellano no en español.

    Personalmente creo es un desprecio a Castilla y a sus gentes.

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