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Ficcionando la vida a medida

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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La cuestión es si queremos vivir en una sociedad en la que todo el mundo que nos rodea se siente dotado de poder para ser quienes quieren ser a base de representar las ficciones personales que se han construido para sí mismos. Alarma la perspectiva de un mundo donde la idea de libertad que utiliza la gente incluya la libertad para reconstruir sus historias personales.

La idea de una realidad pura y exterior, un sitio donde los acontecimientos tengan lugar y sean acontecimientos en sí mismos y por sí mismos, no es algo que podamos intuir salvo de una manera forzada y abstracta. Sólo podemos basarnos en la experiencia ¿Qué otra cosa hay? De lo que se deriva que la experiencia está basada en la perspectiva, sea individual o compartida.

Lo más decisivo es que todos tenemos una perspectiva, que no es estática, claro, sino que cambia y evoluciona y que podamos optar por ser más o menos fieles a las historias que nos contamos sobre nuestras vidas. No podemos reemplazar una perspectiva por otra de una manera predeterminada.

Me parece que la afirmación de que el olvido no puede vencer y por lo tanto no somos libres de crear nuestro propio pasado, se basa en última instancia en la fe en la que el universo es justo. Lo que ganamos olvidando todo lo que no queremos recordar lo tenemos que pagar más tarde a través del envenenamiento subterráneo de otros aspectos de nuestras vidas.

Sin embargo, abundan las evidencias de que esta fe es infundada. Por poner un ejemplo extremo, hay personas que han cometido actos viles como «el jurista y el ministro» y han sido capaces de construir una historia a partir de fragmentos elegidos de la realidad y convivir con estos recuerdos y en base a ellos, reprimir todo lo desagradable.

La teoría, al menos en su versión popular, afirma que estas personas tienen relaciones infelices con sus esposas e hijos. Dicen que sufren pesadillas. Afirman que son acosados en secreto por el llanto de sus víctimas. Debido a este pasado real que están tratando de reprimir sin éxito. Pero hay a quienes el olvido sí que les ha funcionado, y de hecho se ha convertido en la base de una vida feliz y exitosa. Dígaselo sino “al jurista y al ministro”

Así pues, en un sentido, sí que los grandes argumentos de la narrativa se someten a la noción de justicia o la evocan. A saber: la historia que puede contarse, la historia del hombre que intenta enterrar su pasado pero no lo consigue, nos dice algo de la justicia cósmica; mientras que la historia que no puede contarse, la del hombre que entierra su pasado y vive feliz para siempre, no se puede contar porque carece de justicia.

Pero ¿qué pasa si el verdadero secreto sí se puede enterrar y nosotros sí podemos vivir felices para siempre? ¿Y si nuestra cultura, tal vez incluso la cultura humana en general, ha creado una forma de narración que en su superficie dice que los secretos no se pueden enterrar pero por debajo de esa superficie intenta enterrar el único secreto que no puede consentir,  que el pasado se puede borrar y de que no reina la justicia?

Me gustaría creer que el universo es justo, que existe alguna clase de ojo que lo ve todo, que el atropello de la justicia siempre acaban recibiendo su castigo. Pero hay una voz que no para de preguntar ¿de verdad es así? ¿Acaso la vida cotidiana no está atiborrada de ejemplos de gente que ha olvidado lo que no le conviene recordar y que aun así prospera en la vida?

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