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Feijóo no sabe inglés

El líder del PP ha prometido que se pondrá al día en la lengua de Shakespeare, pero ya va tarde

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análisis

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Feijóo cree que con un traductor de inglés subido a su chepa, acompañándole a todas partes todo el rato, podría defenderse en los intrincados pasillos de Bruselas, en los laberínticos foros de la OTAN, en los siniestros despachos del G20. Ese traductor no podría apartarse de él ni un solo minuto. Así, cuando se cruzara con Ursula von der Leyen en la Eurocámara, el traductor adosado a su brazo como un fiel siamés hablaría por él. Cuando Joe Biden le telefoneara desde la Casa Blanca para tratar algún asunto importante, el intérprete correría raudo y veloz para traducir la conversación. Y cuando Zelenski le diera un toque por videoconferencia, a altas horas de la noche y con las bombas cayendo sobre Kiev, el contratado full time saltaría de la cama de un respingo, bostezando y en pijama, y acudiría a Moncloa para hacer la veces de mediador lingüístico. Así no se puede ser presidente de nada, ni siquiera de una comunidad de vecinos, ya que uno queda como esos muñecos que mueven la boca mientras habla el ventrílocuo.

En el mundo globalizado de hoy, el inglés es fundamental para hacerse entender ante la comunidad internacional. Y no basta con un inglés apresurado aprendido en cuatro días con unas cuantas clases televisadas del gran profesor Vaughan. No. Es necesario, más que aprender vocabulario y sintaxis, absorber la idiosincrasia del idioma de Shakespeare. Pensar como un europeo, sentir como un europeo, expresarse con la fluidez y los complicados matices de los europeos de más allá de los Pirineos. Y eso, mucho nos tememos, va a ser un hándicap insalvable para alguien tan arraigado a la España atávica, endogámica, carpetovetónica.

El inglés es la lengua de la política y la economía mundial y el que no lo domina es poco menos que un analfabeto integral. No se cosca de nada. No se entera. Uno llega a una embajada o conferencia internacional –frotándose las manos, sacando pecho y presumiendo de mayorías absolutas con la extrema derecha–, suelta un jau ar yu y un yes, acentuando fuertemente la i griega, para que se note que es español de España, y los cancilleres se le ríen en la cara pensando de dónde ha salido este. Uno va a la Comisión Europea a reclamar la siguiente entrega de los fondos Next Generation, para sacar al país de la crisis, y los capitalistas holandeses le hacen un timo de la estampita de padre y muy señor mío, o sea que lo engañan como a un tonto y acaban endosándole unos billetes del Monopoly.

Alguien que no se maneja bien con la jerigonza británica es como aquel Alfredo Landa de ¡Vente a Alemania, Pepe!, que de alemán andaba escaso y por eso lo explotaban en todas partes como a un panoli. Es metafísicamente imposible triunfar por ahí fuera sin saber inglés, ya que, mientras los europeos fuertes se reparten el parné, uno queda arrinconado, mudo, sin saber qué decir. Un presidente del Gobierno puede andar pez en economía (de esa materia el líder popular va más bien escaso, confunde el tipo de interés con la prima de riesgo), en cambio climático (ni sabe ni quiere saber), en democracia misma (hace ya tiempo que se abrazó al trumpismo más abyecto de la mano de la extrema derecha). Pero lo que no puede permitirse bajo ningún concepto un premier, un estadista (o aspirante a serlo), el auténtico líder de un país moderno y avanzado, es poner cara de póquer cuando un gobernante se le acerca sonriente para preguntarle algo tan básico como What’s your name? Y tampoco vale tratar de salir del paso con un spanglish de andar por casa como aquel sonrojante It’s very difficult todo esto con el que Mariano Rajoy quiso quitarse de encima a David Cameron en cierta cumbre de la UE de infausto recuerdo. O hacerse el tejano, como Aznar. Quien domina el lenguaje, domina el mundo. Y eso, hoy por hoy, no puede hacerlo Feijóo con sus graves carencias para comunicarse con el poder extranjero.

Valoramos el espíritu de autocrítica del presidente del Partido Popular. Él mismo ha reconocido que tiene “un problema” con el inglés, aunque se equivoca en que esa carencia es común a “la mayoría de los españoles”. Ahí el jefe de la oposición demuestra que se ha quedado antiguo, caduco, demodé. Los chavales de hoy son bilingües, andan por el mundo sin ningún problema, desde luego sin balbucear o tartamudear como si fuesen estúpidos. Maman el inglés desde la más tierna infancia gracias a esas becas Erasmus que llegaron en los ochenta con socialistas como Manuel Marín, Felipe González y François Mitterrand. Si del PP hubiese dependido, ni Erasmus ni nada, hoy nuestra juventud seguiría hablando solo castellano, poco y mal, como cuando el franquismo. No habríamos salido del españolito que hacía el ridículo ante las suecas en las playas del desarrollismo. La derecha jamás promueve cultura generalizada para todo el pueblo, todo lo más fútbol, toros y mucho Julio Iglesias. Eso y una buena dosis de odio antisanchista, de odio al rojo, de odio a la lógica y la ciencia. Lo ha dicho el gran Miguel Ríos, uno de los pioneros del rock, de la movida y la libertad hoy homenajeado en un más que merecido Imprescindibles de La 2: “Pasamos mucho miedo en la dictadura, las canciones tenían que pasar censuras… Tenías que ocultarte y escribir entre líneas”.

Feijóo cree que la España de hoy es como la España de antes, donde solo Franco hablaba inglés, aunque fuese un inglés macarrónico pasado por el filtro del Ferrol. Está bien que haya decidido ponerse un profesor particular para trabajarse el tema y ponerse al día con el english antes del 23J. Pero ya va tarde, porque en menos de dos meses va a ser difícil que le den el grado elemental. Si aprende a decir Bruce Springsteen en lugar de Bruce Sprinter, para choteo, befa y mofa del personal, ya habremos avanzado algo. Ánimo Alberto, que tú puedes.

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