Foto: Twitter PP Galicia

«Tenemos adversarios políticos, sí. Todo un variado multipartito de izquierda a derecha, pero no tenemos enemigos porque en Galicia no hay enemigos […] elegimos entre división y unidad, entre posiciones extremas y la moderación y el entendimiento«. Con estas palabras, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo ha dado una verdadera lección a Pablo Casado de democracia y de política, sobre todo si comprobamos la estrategia de frentismo y guerracivilismo que está manteniendo el líder nacional del Partido Popular.

Feijóo se ha presentado como candidato del PP a la Xunta en las próximas elecciones autonómicas del 5 de abril y ha utilizado palabras que son el A-B-C de la democracia, independientemente del sector ideológico, que en Génova 13 se han olvidado. Estas palabras de Núñez Feijóo son absolutamente antitéticas a las utilizadas, por ejemplo, por Cayetana Álvarez de Toledo, una mujer que ha ascendido a un lugar de poder dentro del partido conservador a través de un posicionamiento radical más cercano a Vox que a lo que históricamente ha representado el Partido Popular, una estrategia que, por cierto, también es la que está utilizando Pablo Casado.

La democracia es un sistema basado en el diálogo, el y el diálogo. Sin embargo, el principal partido conservador, con Pablo Casado a la cabeza, ha caído en la trampa de la extrema derecha y ha olvidado las esencias ideológicas de una formación que históricamente ha unido a los distintos grupos de la derecha democrática para tirarse al monte y buscar el enfrentamiento en vez de las soluciones, presentar como soluciones para los españoles lo que, en realidad, siempre tuvo funestas consecuencias para el pueblo, y, sobre todo, anteponer asuntos externos (Venezuela o Cataluña) que no solucionan los verdaderos problemas de la ciudadanía.

Desde que llegó a la presidencia del PP, Pablo Casado ha implantado un camino que roza el autoritarismo y que es absolutamente contrario a la democracia. El bloqueo o el veto al gobierno, por ejemplo, está paralizando las profundas reformas constitucionales que necesita España.

Feijóo sabe perfectamente que el camino que está siguiendo Pablo Casado no lleva a otro escenario que el del afianzamiento de la extrema derecha de Vox, porque los ultras tienen un discurso propagandístico demasiado atrayente como para que una parte importante del electorado del PP no le importe apoyar a los de Abascal. El presidente nacional del PP debería haber tomado nota de lo que le ocurrió a Ciudadanos por pretender basar su discurso en los aspectos más duros de los herederos del búnker.

Por esta razón, se ha presentado ante el pueblo gallego como un candidato independiente que no será «rehén de ningún partido, ni tan siquiera del mío, porque soy servidor de todos los gallegos».

No es el nuevo frente que se le abre a Casado por sus líderes autonómicos. En Euskadi fueron muchos los que le censuraron la utilización casi patológica que hacen muchos dirigentes del PP nacional, y algún alcalde o alguna presidenta de Comunidad Autónoma, de las víctimas del terrorismo.

 

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