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Equivalencias falsas y mortíferas

Thomas S. Harrington
Thomas S. Harrington
Catedrático emérito de los Estudios Hispánicos en Trinity College en Hartford (EE.UU.) donde impartió durante más de dos décadas clases sobre la literatura, el cine y la historia cultural de los Países Ibéricos en la época contemporánea. Sus líneas principales de investigación son los movimientos peninsulares de identidad nacional, el iberismo, la cultura catalana contemporánea, la teoría cultural (especialmente la teoría de polisistemas) y las migraciones entre las llamadas culturas periféricas de la Península y las sociedades del Caribe y el Cono Sur. Ha ganado dos becas Fulbright (Barcelona y Montevideo, Uruguay) y ha vivido o trabajado también en Madrid, Lisboa y Santiago de Compostela. Además de su trabajo como hispanista, es analista de la política y la cultura en la prensa de su país y en el extranjero. Más información sobre su obra y bio en su web: https://www.thomassharrington.com/about
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análisis

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Soy partidario del derecho de la autodeterminación. Pero soy partidario aun más  de la coherencia táctica, ética y moral.

Para algunos partidarios de la independencia de Cataluña, una causa por la cual he mostrado una fuerte simpatía durante años, sus ideas de la coherencia ética les ha impulsado hacia una fervoroso apoyo de la causa del nacionalismo ucraniano, y una condena maniática de cualquier cosa relacionada con Rusia y Putin.

La lógica que sustenta esta postura parece  ser más o menos la siguiente. Ucrania es un país que, como Cataluña, que ha sufrido abusos a las manos de un estado vecino pero también hermano durante años, si no siglos. Como nosotros creemos firmemente  en la causa de los débiles históricamente abusados con ganas de vivir libremente,  respaldamos sin fisuras  la causa de los ucranianos  y condeno todo que hace Rusia,  y , por eso, secundamos todas las medidas que los sabios gobernantes de occidente dicen que tenemos que tomar para poner fin a la tiranía de “loco” Putin.

Hay incluso periodistas y pensadores independentistas sabios que insisten que los que no adoptan  esta postura están buscando refugio en esquemas binarias escleróticas, huyendo así de su verdadera responsabilidad moral frente a la crisis.

Ve  como funciona?

Si no acepta mi esquematismo binario que suprime una serie de fets diferencials importantes entre las dos situaciones, Ud. mismo sufre de una mentalidad marcada por el esquematismo  binario.  

De que hechos diferenciales ignorados hablo?

El más importante, que supuestamente no tiene gran relevancia para estos geo-estrategas moralistas es el papel de Estados Unidos en la política domestica ucraniana durante las ultimas dos décadas.

Algunos recordarán las insinuaciones constantes lanzados desde el seno del estado profundo español, y amplificado acríticamente por la fabrica de humo regida  por David Alandete en la redacción de El país, sobre el supuesto papel de Rusia tanto en apoyar logísticamente independentismo catalán como publicitar su punto de vista en los medios del mundo? 

Como alguien señalado absurdamente en un par de ocasiones en foros online como un integrante  en esta  trama ficticia, lo recuerdo muy bien.

Eran bulos totalmente carentes de una base verídica. Entonces,  por qué se repetían tanto?  Y en el periódico de más relieve del país?

Porqué los auto-denominados guardianes de la unidad patria habían estudiado muy bien la manual de las operaciones de manipulación de masas,  y sabían  que  cualquier sugerencia de la injerencia extranjera en los asuntos domésticos de España encandilaría  automáticamente una reacción emocional muy fuerte entre una gran parte de la ciudadanía no independentista del estado.  Una reacción emocional, claro, que ellos podrían usar para socavar cualquier simpatía por las reivindicaciones de los independentistas.

Pero imagine por un momento si el estado español hubiera podido producir  una base documental solida para justificar esta  acusaciones de injerencia de Rusia en Cataluña.  No cree en este caso que los ataques sobre los ciudadanos y las instituciones propias de Cataluña habrían sido bastante más duros de lo que ya resultaron ser después de del 1 de octubre 2017?  Quién lo duda?

Ahora, imagine que por algún azar de la historia que Rusia habría podido realmente efectuar a través de sus servicios secretos no sólo un golpe de timón en Cataluña, sino dos en el espacio de una década.

Imagine que después del segundo golpe Rusia le hubiera mandado a Cataluña uno de sus propios ciudadanos, una insider  en los círculos más altos de las finanzas e inteligencia  de país,  para servir como ministro de Finanzas de Cataluña, y al mismo tiempo,  uno de los assets de inteligencia extranjeros más preciados (y tampoco catalán), un hombre además con una historia de actos audaces contra España en su historial, para presidir sobre la jurisdicción en Cataluña donde los ciudadanos eran menos convencidos de los beneficios de romper los muchos lazos culturales e económicos que tenían con España.

Imagine también que después del segundo golpe, el mismo gobierno catalán  implantado y controlado casi absolutamente por Moscú (tanto que el ex vicepresidente de Rusia se jactara en público  de como mandó cancelar prosecuciones emprendidas por el fiscal general de Cataluña que iban en contra de los intereses de su país) se encontrara enfrentado por una rebelión en la parte del país donde la gente generalmente habla español y se identifican culturalmente como españoles, y que atacara a los rebeldes con ayuda logística y armamentística de Rusia. Y que a lo largo de siete años, estos ataques resultaran en la muerte de varios miles de estos castellanohablantes.

Imagine que en medio de esta guerra no declarada sobre la parte castellanohablante de Cataluña,  Cataluña y España, con la ayuda de un grupo de los poderes continentales más importantes, llegaran a un acuerdo para resolver el conflicto, y que después de firmarlo, Cataluña ignorara totalmente las obligaciones que tiene bajo el pacto. 

Imagine que después de eso, Cataluña dijera—sabiendo perfectamente que a los españoles les preocupaba enormemente la posibilidad—que les interesa mucho entrar en una alianza  militar transnacional enorme capitaneado por Rusia, y que como parte de su participación en la alianza sugiera  que  le gustaría poder colocar armas nucleares en su territorio. 

Imagine que incluso antes de sellar el pacto militar con la alianza gigante transnacional que, dicho sea de paso, ha identificado España una y otra vez  como su enemigo principal,  los catalanes les ofreciera a la alianza un acceso y control de gran parte de su maquinaria militar y aceptaba tanto la celebración de ejercicios militares como la colocación de laboratorios de armas biológicas  de la nación jefe de la alianza en su territorio.

Y imagine que por encima de todo eso Cataluña hubiera sido la puerta de entrada hace 80 años de una invasión brutal de España que resultó en un porcentaje obscenamente alto de muertos en la población del país, y que numerosos catalanes de aquel  tiempo hubieran facilitados el pase de los invasores.  Y  que ocho décadas después varios de sus nietos se mostraran orgullosos no solo de los servicios prestados a los invasores por sus antepasados, sino también de la ideología racista que motivo a los forasteros a emprender su marcha de destrucción en tierras españolas.

Si todo ocurriera, no cree que tarde o temprano España haría algo para frenar las acciones de Cataluña?  Yo creo que sí.

Admitir esta obviedad no es, a pesar de lo que podrían sugerir muchas voces en los medios, lo mismo que declararse un partidario incondicional de “España”  y la enorme y horrible violencia que vendría inevitablemente a usar contra las provocaciones hechas por  poderes extranjeros afincados en  Cataluña en este caso ficticio. 

Tampoco equivaldría en absoluto abandonar la creencia en el derecho  de esta  “Cataluña” de obtener la independencia que una parte muy importante de su población quiere y cree que se merece.

Lo que sí sería apoyar es algo que, lamentablemente,  los nacionalistas catalanes no-ficticios de nuestros días, y sus nuevos ídolos los nacionalistas ucranianos,  han fallado en hacer repetidamente en los últimos años: medir con exactitud y franqueza la correlación fuerzas en su alrededor y crear una estrategia de independencia que se adecue  nítidamente a estas condiciones.

Por ejemplo, el acuerdo de Minsk II, a que me referí  en uno de los enlaces de arriba hubiera podido dar a los ucranianos la paz y la libertad de perseguir su proyecto nacional de manera más o menos libre y con relaciones comerciales tanto con Rusia como la EU.

El costo?

La perdida de facto, pero no de jure de Luhansk y Donetsk.

Suena cruel y dramático, No?

Pero cuando consideramos que en esta áreas, como en Crimea, la vasta mayoría de las personas hablan el ruso,  quieren formar parte de Rusia y nunca van a aceptar con resignación ser administrados desde una gobierno nacionalista en Kíev, el acuerdo parece una buena alternativa a lo que está ocurriendo ahora.

Pero no pudo ser porque el patrón norteamericano—motivado por encima de todo  por sus propio deseo estratégico de separar Europa de Rusia,  y para que quien las vidas ucranianas valen entre poco y nada—no lo permitió. Y peor aun, el mismo patrón yanqui  utilizó si enorme poder mediático para convencer a los europeos del oeste y a los mismos ucranianos que una cesión lógica y pragmática de este tipo, que además obedece,  por bien o por mal,   la lógica más básica de la formación  de las naciones-estado, equivaldría el suicidio nacional.  

Lucha a la muerte para ti, pero no para mí

Otra incongruencia del afán casi unánime de los nacionalistas catalanes y varios otros grupos nominalmente progresistas de la EU en el caso de Ucrania  son sus actitudes  frente al papel que debe de tener el sacrificio mortal en las luchas de liberación nacional contra un opresor externo.

Desde muy temprano, todos los cuadros superiores  del movimiento independentista catalana se constataron, aunque no lo dijera así directa y públicamente, que no estaban dispuestos a sacrificar ni una vida de sus propios en la lucha para separarse de España. Podemos aplaudir o criticar la decisión, pero era así como nos recuerda otra vez la ex -consellera de educación  en el gobierno de Puigdemont, Clara Ponsatí,  en sus recién publicadas memorias.

Sin embargo, en el caso de una Ucrania enfrentada por una de las maquinas de guerra más terroríficas del planeta la consigna desde el noroeste peninsular y gran parte de Europa es una y otra versión  de ‘la lucha hasta muerte” de Che Guevara y tantos otros en la historia.

Son realmente los grandes amigos del pueblo ucraniano que dicen que son? 

O puede ser que los ucranianos sean simplemente vehículos abstractos para la bravura incierta de ellos, gente que les  permite adquirir desde la seguridad relativa de sus casas en la Península la aureola de heroicidad que, por bien o por mal, ellos renunciaron de antemano en su propia lucha contra el estado español. 

No tengo nada en contra del pacifismo. De hecho tiendo en todos mis instintos básicos  hacia la persecución de ello.  A lo mejor fue la ruta más indicada para los proponentes del procés catalán.    

Pero el hecho es que esta renuncia anticipada de posibles sacrificios mortales de su parte no les funcionó contra un estado español ciego a las normas legales democráticos  y bien dispuesto a recurrir a la violencia.    

A la luz de esto, me parece indecente, cuando no grotesco, que los mismos que adoptaron esta postura casi por unanimidad en su propio caso,  están atizando con sus palabras el fuego de la resistencia armada entre sus “compañeros” ucranianos, unos compañeros ucranianos que por una parte, cortejaba mucho mas activamente el conflicto con el gigante de el lado que jamás lo hicieron ellos y, por otra, que no tienen absolutamente ninguna posibilidad de salir victorioso de ello. 

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