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Entre sonrisas y tramposos

Alberto Vila
Alberto Vila
Analista político, experto en comunicación institucional y economista
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análisis

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Recuerdo que hace tiempo escribí un mensaje en Twitter, mientras leía con estupor e indignación las noticias nacionales e internacionales. En un punto, me dejé ir y publiqué:

“Deberíamos reflexionar acerca de este reinado de mediocres arribistas. ¿Son herramientas necesarias para cambiar el modelo?”

Aquello lo originó la información publicada entonces por El País en relación a que el Ministerio de Hacienda y el de Fomento ultimaban el acuerdo para salvar de la quiebra a las autopistas de peaje. Una de las principales afectadas es la banca. Sí, la que se estuvo beneficiando con un flujo de dinero importante en base a la tenencia de la deuda pública española. Hasta que el Estado adquirió esa deuda con nuestro fondo de pensiones. La hucha. Las declaraciones se repiten. La complicidad del Banco de España, más atento a la gran Banca que a encontrar soluciones factibles para resolver el problema que ayudó a crear. El mantenimiento del sistema público de pensiones no es negociable.

En esos tiempos marianistas, por tanto, las principales entidades afectadas habían presentado las condiciones al Gobierno para aceptar una quita del 50% en su deuda. Entre ellas estaba que el Banco de España, o el Banco Central Europeo, les permitiese las provisiones constituidas por el otro 50% de deuda liberada, ya que entendían que la empresa resultante sería viable, según pudo saber ese periódico. Entonces, como ahora, se trataba de buena parte de las obras de los gobiernos del PP. ¿Me pregunté entonces si hubo sobrecostes en su construcción? Otros puntos consensuados entre los bancos eran que Seittsa, la empresa pública que controlaba las radiales, se quedaría en el convenio con todos los activos y pasivos. “La deuda la asumiría Seittsa, con una quita del 50% de la deuda total”. Magnífica manera de entender el libre mercado. Si gano gano yo y si pierdo perderéis todos vosotros ciudadanos de a pié. El cúmulo de noticias sobre corrupción y perversión en la vida pública española es de tal magnitud, que me sorprende la pasividad o capacidad de metabolizarlas que demuestra nuestra población.

En buena parte, esa pasividad se ha debido a la buena fe. Virtud poco estimada en estas épocas. Pero muy aludida por los delincuentes que la vulneran. Así, se acumulan informe tras informe sobre la gestión tramposa de personajes ilustres de la política y la empresa. Según la UDEF, pareciera que no se han ajustado a las buenas formas. Eso es un pecado. Luego de tantas sonrisas en las recepciones y entrega de premios, esa situación debería preocupar la vulnerabilidad de las creencias que manifiestan dichos personajes.

Si midiésemos la salud de nuestras instituciones en relación al rol para el que se constituyeron…y a la utilidad que prestan al conjunto ciudadano, entonces podríamos certificar que, algunas están en fase terminal. No están respondiendo a las necesidades de los contribuyentes. Tal vez algún lector me ayude a entender por qué razón los defraudadores se valen de las amnistías fiscales mientras nuestros dependientes y jubilados se encuentran al borde de la muerte por la deserción del Estado.

Será apropiado hacer un seguimiento de los índices de mortalidad desde el inicio de esta serie de recortes. El empobrecimiento. La desnutrición infantil. El abandono escolar. Las bolsas de exclusión. El balance de situación puede ser escalofriante. Por ahora se estiman en 30.000 los dependientes fallecidos sin recibir la dependencia.

El cambio de modelo necesita de la mentira y la mediocridad para transformarse y mantenerse en el discurso de la extrema derecha. Sólo los mediocres agradecidos se encaraman en las estructuras partidarias dispuestos a “hacer lo que haga falta” para contribuir a esta hecatombe financiera, moral y política en la que nos hallamos, siempre y cuando se les mantengan privilegios.

Todo cambió para la mayoría. Nada cambió para las minorías privilegiadas. Las mismas propuestas tramposas de cuestionar a las urnas. Órdenes desde las baronías. Gente bien posicionada que no sufre los embates de la crisis ni del paro. Todos y todas, dispuestos y dispuestas. Sonrientes para la foto. Para qué todo continúe igual. Habrá algún gesto. Alguna disputa mediática. ¿Todo seguirá atado y bien atado? Algunos hasta se atreven entre sonrisas a insinuar un “golpe blando”. Mezquindad. A los españoles y españolas nos va el futuro de nuestra descendencia. Tal vez por ello no comprendamos las sonrisas ni aceptemos más engaños de los tramposos.

Una gran parte de los ciudadanos parecen responder a aquél pensamiento de François Mauriac:No siento el menor deseo de jugar en un mundo en el que todos hacen trampa.

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